Estos preciosos textos los hemos extraído del libro El pequeño camino de las grandes preguntas, de José Tolentino Mendonça, editado por Fragmenta Editorial. Este autor nos hace comprender que plantearnos las preguntas esenciales nos acerca más al sentido de la vida que buscar respuestas sin ton ni son.
La flor que no cogemos
En una de esas observaciones certeras que nos llegan al fondo del alma, Simone Weil decía que la historia sería muy diferente si Eva, cuando vio la manzana, la hubiese admirado sin arrancarla del árbol para comerla.
¿Qué significa poder mirar y admirar sin al mismo tiempo extender la mano para poseer? Significa aceptar que existe un mundo más allá de nosotros, un mundo cuya existencia nos sobrepasa, una verdad que no nos pertenece por derecho. Debemos combatir nuestra ilusión enloquecida de la mismidad en que todo es yo. No. Nuestro yo es una parte ínfima de la realidad. Hay una distancia que va de mí al otro, frontera ética que debo respetar. Hay una bondad que no depende de mí o de una utilidad a mi servicio. Puedo ver una flor que seguirá así, bellísima, si no la cojo. Lo que debo preguntarme es si al apoderarme no empobrezco el mundo. Sin darnos cuenta, vivimos pensando que todo existe en función de nosotros. Muchas veces somos absolutamente depredadores, adoptamos un registro de rapacidad en relación con lo real. Todo sirve para satisfacernos, en un consumismo cada vez más vacío, que nos deja en una deriva irresoluble.
Elogio del verano
En verano todos somos Sherezade. Nos enredamos en conversaciones que se desperezan, sin cronómetro ni prisas por acabarlas, deslumbradas por la falta aparente de propósito, por no requerir, como ocurre en otras estaciones, un objetivo, un lugar o un tiempo determinados. Conversaciones que son, en su ligereza, una suerte de navegación sin rumbo, pero donde más rápido, y a veces de manera sorprendente para nosotros mismos, nos encontramos. No sé si es un privilegio de los caminos de estío, por ser los días más largos y los quehaceres más breves, o por la limpidez de la playa y la frescura resguardada de la terraza que, de repente, nos permiten relatarnos los unos a los otros, capaces súbitamente de evocaciones, historias y confidencias.
En verano comprendemos que finalmente tenemos historia y que se declina en una pluralidad de pequeñas historias, en el entramado de sentimientos, cosas vividas o no, sentidas con entusiasmo o masticadas con dolor, que se han hecho inseparables de nosotros. Después de todo no somos afásicos como suponemos, sumando experiencias vertiginosamente sin nada que decir, huyendo del asunto cuando el asunto es la vida y lo que la caracteriza, tropezando a ciegas en lugar de arriesgarnos al encuentro. A fin de cuentas somos capaces de presencia.
Una conversación sin palabras
En el principio fue el abrazo. Un abrazo es una larga conversación sin palabras. Fue, para la mayoría de nosotros, al nacer, el primer y reconfortante arrullo, pero la necesidad del abrazo acompaña nuestra existencia hasta el final.
Hay una tipología vastísima de abrazos que declina, a la manera de un silabario, lo que un abrazo puede ser: acogida y despedida, enhorabuena y luto, reconciliación y caricia, muestra de amistad o de pasión. Los abrazos son parte de la arquitectura íntima de la existencia, de su dibujo invisible pero absolutamente presente. Son plenitud consentida al deseo de comunión que todos tenemos y memoria que revitaliza. Los abrazos son un mapa para que nos reconozcamos. Y eso sucede efectivamente: en abrazos cotidianos y extraordinarios, abrazos dramáticos o transparentes, abrazos anegados en lágrimas o en puro júbilo, abrazos de personas cercanas o distantes, abrazos fraternales o enamorados, abrazos repetidos o que, quizá, no llegaron a darse.
Lo más importante que en nosotros está destinado a ser dicho se deletrea mejor en el silencio del abrazo, porque ahí ocurre esto tan precioso: sin defensas, un corazón escucha a otro corazón.
Estos son tres fragmentos del libro El pequeño camino de las grandes preguntas, de José Tolentino Mendonça. Traducción del portugués de Teresa Matarranz López.Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020