Dice Mariana Caplan que solemos iniciarnos en una práctica espiritual para sufrir menos, tener más poder o sentirnos especiales, pero la práctica en sí misma es inteligente y acaba mostrándonos las verdaderas razones y transformándonos. Es una brillante entrevista de Marié Morales publicada en su blog Crecejoven.com
Mariana Caplan es doctora en Filosofía, Psicología, y Antropología; colaboradora habitual en radio y televisión, escritora y consejera. Nacida en Washington, ha estudiado y vivido en varias comunidades de Centroamérica, Estados Unidos, la India y Europa. Profesora universitaria, imparte clases en el Instituto de Estudios Integrales de California. Es autora de ¿Necesitas un guru? (Hara press) y A medio camino (Kairós), Con los ojos bien abiertos (Kairós), Yoga y Psique (La Llave) entre otros. Su página web es www.realspirituality.com
¿Qué es eso de «la iluminación»? ¿De qué hablamos cuando hablamos de maestros, maestras, gurus o personas iluminadas? ¿Existe ese estado que en la literatura espiritual o filosófica se da en llamar el «despertar» o la «iluminación»?
Si haces una pequeña encuesta por la calle, la mayoría de personas se imaginan a una especie de Buda, una santo o santa, tal vez un «pirado» que vive en la inopia, en otro mundo, medio dormido (o dormido entero) a las emociones, a las sensaciones, lo cual comúnmente se considera un auténtico desperdicio de la experiencia y la magnífica oportunidad de vivir. Y sin embargo, por definición, se trata de un estado de «despertar» del sueño de la ignorancia, de «iluminación» de una vida sombría. Sabiduría, pues, luz e intensidad.
¿En qué consiste la iluminación?
Es un término que se ha utilizado demasiado y supongo que ha acabado perdiendo su sentido. Mucha gente imagina algo transcendental, aparte o fuera del mundo. Pero, en realidad, las personas iluminadas (y no hay muchas que yo haya conocido) son gente de gran compasión, dedicación y servicio, que utilizan su vida para ayudar a las demás. Aunque no necesariamente ayudarlas en sus objetivos más materialistas, sino a ser más felices. Pero son personas que continúan enfrentando los desafíos humanos (enfados, dolor, tristeza), sólo que han aprendido a afrontarlos de una manera especial. Con madurez espiritual, que no es lo mismo que la madurez humana.
¿Cuál es la diferencia?
En la madurez humana (el crecimiento personal), yo tengo aspiraciones de ser una buena persona, de superarme. En el crecimiento espiritual, podemos llegar a percibir aspectos del espíritu muy profundos. Son realidades que no se pueden entender completamente sólo a través de la mente, si no tienes una experiencia personal. Por ejemplo, comprendes que nuestra percepción de lo que es un ser humano está muy limitada, que la realidad humana es mucho más grande y profunda. Te conecta con un cierto tipo de sabiduría (no mental ni intelectual) que te permite no sólo disfrutar de la vida a un nivel más intenso sino también hacer un trabajo interno de transformación.
¿Disfrutar más, dices? La imagen de la persona iluminada que no siente ni padece, ¿es entonces un tópico?
Pues sí: no es que dejes de sentir sino que desarrollas una capacidad de sentir más cosas; tus percepciones son muchas más, más diversas y más intensas. El mundo que te envuelve se transforma por el mero hecho de que ha tenido lugar una transformación en ti.
¿Cómo se traduce esto en la práctica? ¿Qué le aporta a la vida cotidiana?
Uno de los retos más importantes a los que se enfrenta el ser humano a lo largo de su vida consiste en cómo manejar las emociones. Aplicándote en las prácticas espirituales, poco a poco aprendes a manejar esta realidad; a percibir más y, al mismo tiempo, a manejar el mundo emocional que normalmente te domina. A mi manera de ver, ésta es la aportación más valiosa, mucho más que experimentar «viajes místicos», que suele tener lugar al principio, pero cuidado, porque se puede convertir en una trampa. Yo creo que los frutos del camino espiritual tienen mucho más que ver con la capacidad de servir al mundo de una manera efectiva que con cualquier estado de alteración de la conciencia, por atractivo y placentero que resulte.
¿Cuál debería ser, pues, la motivación para iniciarse en la práctica espiritual? ¿Existen motivaciones egoístas o equivocadas?
Normalmente, al principio las motivaciones no son muy puras, pero no importa. Solemos entrar en alguna práctica espiritual, la que sea, porque queremos ser más felices, sufrir menos, tener más poder o ser especiales. Sobre todo, porque queremos salir del sufrimiento. Lo bonito del camino es que la práctica en sí misma es inteligente y acaba mostrándote las verdaderas razones. Sólo tienes que meterte, con cualquier motivación, quedarte en una practica concreta (rechazando la tentación de ir de aquí allá, picoteando en una escuela y en otra) y la práctica en sí misma te acaba transformando. Pero atención, el proceso puede requerir años.
Incluso la mejor motivación, de servicio a las demás personas, puede esconder algo de vanidad, de deseo de poder. ¿Cómo detectarlo?
Es bastante probable. Si una persona es vanidosa, aparecerá la vanidad en cualquier cosa que haga, incluida la práctica espiritual; si es insegura, lo mismo. Y lo mismo si es egocéntrica, feliz, depresiva, etc. Pero no pasa nada, el camino te enseñará a detectarlo y a trabajarlo. En general, casi siempre empezamos de una forma ingenua, insegura y arrogante. Escuchamos esos conceptos de humildad, servicio, desapego, etc. y nos parece que los entendemos, al menos intelectualmente. Pero en la práctica nos salen mezclados con todas nuestras tendencias personales.
¿Cómo detectarlas, trabajarlas?
En primer lugar, con valentía, honestidad y humildad, porque si no, no vamos a poder verlas. Y, no menos importante, ojalá que cuentes con buenos amigos y amigas espirituales que te ayuden, lo que en budismo se conoce como la Sangha. Siempre recordaré que en los primeros años de mi práctica (debía tener unos 26 años) compartía una habitación con una monja de 65 años, que llevaba años de experiencias y retiros; para mí era una maestra. Al final de la semana me preguntó qué de negativo había visto en ella durante la convivencia. Me impactó: con su edad y su experiencia aún estaba abierta a las percepciones de una chica de 26 años, prácticamente recién llegada. Para hacer una pregunta así hay que ser valiente y arriesgarse a oír cosas que no te van a gustar. Pero es la única manera de afrontarlas y trabajarlas.
¿Tan importante es la atención y la autoindagación? ¿No corres el peligro de deprimirte?
Seguro. En el camino espiritual hay mucho espacio y ocasiones para la autodecepción, porque somos seres inseguros e inflados a la vez. Pero hacerse las preguntas adecuadas y vivir con ellas es muy conveniente. El autoconocimiento es imprescindible, y para ello se requiere mucha humildad y la voluntad de pedir la opinión de quienes te rodean. Eso es lo que te ayuda a mantenerte centrada, porque si no, hay muchos riesgos de perderse en el camino. A mí me interesa mucho la Psicología y nunca he abandonado ese campo de estudio, que fue con el que empecé. Creo que la psicología y la espiritualidad se complementan.
¿Qué diferencia hay entre las experiencias místicas y la iluminación?
Las experiencias místicas son una especie de estados alterados de la conciencia, una experiencia de conexión con una realidad no material y que interpretamos como sagrada, de conexión con Dios o la Unidad o como quieras llamarlo. La iluminación es un estado de comprensión de las cosas más allá de su apariencia, un tipo de comprensión que te transforma.
¿Qué le aportan las experiencias místicas a la vida cotidiana?
Nos despiertan a una realidad más amplia. Este tipo de experiencias es lo que normalmente conduce a la gente al camino espiritual, ya sea por una tragedia personal, la muerte de un ser querido, una pérdida importante o cualquier cosa que resulte tan dolorosa que acabas traspasando la barrera del dolor y conectando con algo más profundo. Pero hay otras formas de alcanzar experiencias místicas: a través del sexo, las drogas, etc. Lo importante es no engancharte con esto, como quiera que haya llegado a tu vida. La conciencia se abre y está bien, puede servir de inspiración, de motivación. Pero lo importante es si esa experiencia te ha transformado o no. Si te sirve para funcionar mejor en tu vida cotidiana; para amar mejor y servir mejor.
La práctica, el crecimiento o la inteligencia espiritual, ¿sirven de algo si no sirven para funcionar mejor en nuestra vida cotidiana? ¿Cómo puede una persona «iluminada» o «despierta» enfadarse, frustrarse o deprimirse cuando las cosas personas que le rodean no son «como deberían ser»?
Porque esa persona no está «iluminada» completamente, es muy raro que esto ocurra. Es más fácil que se haya «iluminado» una parte; por ejemplo, que comprenda la realidad de que las cosas son como son y las emociones no son más que tus preferencias (la alegría de que sean como quieres o la tristeza de que no lo sean), o la no-dualidad, o la vacuidad del ego, etc. Pueden haber tenido una realización o iluminación, pero otras partes de su comprensión siguen oscuras, lo que les permite enfadarse, o hacer uso y abuso de poder, etc. Un gran maestro como Claudio Naranjo me explicó una vez que se mantuvo en un estado de iluminación durante tres años y de repente desapareció durante diez años. Hasta que comprendió que esa «luz» tenía que ser sacrificada para percibir todo lo que todavía estaba a oscuras. No se desmotivó, supo seguir en el camino.
Y eso le puede pasar a cualquiera…
Por supuesto. También a tu maestro, a tu maestra. Suele ocurrir que si tu guía cae en depresión o enferma, o se separa de su pareja, te desilusiona. Te dices: «¡Pero si es un guía espiritual!» ¿Y qué? También es un ser humano en el proceso. Hay que vivir con esa paradoja. Quédate con lo que te transmite, con lo que aprendes y creces a su lado. Lo demás forma parte de su propio proceso de crecimiento espiritual. Y quizás tú puedes usarlo también para el tuyo propio, si lo miras con sabiduría y compasión. Recuerda: el camino espiritual es un trabajo de toda una vida; no sólo para ti, también para tu guía.
En este trabajo de toda una vida, ¿cómo nos ayuda la disciplina moral? ¿Y cómo nos obstaculiza? ¿Cómo utilizarla?
Efectivamente, tiene sus ventajas y sus riesgos. Pero, sobre todo al principio, es muy necesaria. La disciplina moral consiste en una normas básicas de comportamiento y al principio, cuando la persona está perdida y a merced de la tiranía de sus emociones, es muy conveniente contar con unas herramientas que nos permitan desarrollar la energía del sacrificio y el esfuerzo, por ejemplo, para no correr detrás de cualquier deseo, emoción, etc. La disciplina moral nos ayuda a mantener unos hábitos que previamente hemos adoptado y, a través de ellos, desarrollar la conciencia.
¿Cuáles son sus riesgos?
Caer en la rigidez, por ejemplo, en la excesiva autoexigencia, en la autodecepción; o bien creernos especiales y superiores porque nuestra conducta moral es «superior» a la del ser humano común y corriente. En este caso, también es muy importante la humildad. Por ejemplo, si te comprometes a «no mentir», ya vale con que te preocupes de mentir menos, o que seas consciente de cuándo lo estás haciendo, o cuándo no estás diciendo la verdad aun cuando aparentemente no dices mentiras. Y lo mismo con «no matar», etc. Sé consciente de las formas sutiles en que traicionas tus compromisos, pero sigue utilizándolos para alumbrar tu camino.
¿Hay algún momento en que ya no necesitas hacer uso de la disciplina moral?
Sólo cuando esos valores ya están tan interiorizados que no necesitas recurrir a ellos porque forman parte de ti y actúan de manera natural. Mientras no ocurra así, hay que recurrir a la ayuda de la disciplina moral. Pero hazlo de una forma generosa y amable contigo misma y con las demás personas. Sin caer en la autoindulgencia. Como en todo, siempre hay dos lados (o trampas) en los que puedes caer: por una parte y por su opuesta.
Las trampas del camino espiritual
Hay muchas trampas y muchas ocasiones, cada día y prácticamente en cada situación.
⇒ El supermercado espiritual. Es una tentación andar de sitio en sitio, de escuela en escuela, de grupo en grupo, buscando experiencias fuertes y sin establecer un compromiso de autoinvestigación y práctica profunda en una disciplina concreta.
Usarlo como hobby. Un entretenimiento placentero o intelectual, con escasa implicación personal. Como decía la antropóloga y maestra zen Joan Halifax, «hay aficiones peores» (y sabía bien lo que decía, ella que trabajaba en las cárceles). Pero si te lo tomas como un mero entretenimiento, no es fácil que se dé la transformación personal profunda.
⇒ Autodecepción. Leemos libros y escuchamos a maestros y maestras que nos transmiten conceptos como el desapego, la compasión, la humildad. Por un momento nos engañamos pensando que hemos alcanzado una comprensión de esas cosas, pero más adelante observamos en nuestra experiencia que no, que no está integrado, que cuesta. Puede que te desmotives por un momento, pero tienes que aprender a aceptarlo (aceptarte) y seguir avanzando.
⇒ La adicción a las experiencias místicas. Durante la meditación puedes llegar a experimentar estados alterados de conciencia de gran gozo, intensidad y felicidad profunda. No te obsesiones con volver a alcanzar esos estados porque es impredecible. Ábrete a ellos pero no los persigas demasiado porque podría ser causa de decepción y desmotivación -especialmente porque cuanto más los persigues más te rehuyen.
⇒ La inflación del ego. Incluso puede parecerte que has alcanzado la realización (comprensión profunda) del sentido de la vida y cosas así. Puede que hasta te creas que has alcanzado la iluminación o el despertar. No te entusiasmes demasiado y sigue practicando. Lo que importa es como aplicas todo eso a tu vida cotidiana y a tus relaciones con las demás personas.
⇒ Abandonar tus responsabilidades. A veces, ciertas experiencias místicas o «realizaciones» (como la experiencia de la vacuidad o que la realidad no existe tal como interpretas) pueden conducirte a observar el mundo de una manera «pasota», como si no fuera contigo, como si tú ya estuvieras más allá, y abandonar tus responsabilidades. Te equivocas, eso no te acerca más al camino espiritual sino que te aleja de él. Practicar la sabiduría en los conflictos cotidianos muchas veces es más difícil que retirarse a una cueva a meditar, fuera del mundanal ruido.
(Artículo original AQUÍ)
Marié Morales. Cursó estudios de Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma de Barcelona. También realizó cursos en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), relacionados con su actividad profesional como periodista, fotógrafa de prensa y temas de salud natural. Certificada como Personal Trainer por la National Exercise and Fitness Association, en Miami.
Ha colaborado en revistas especializadas como Psicología Práctica, Qué leer, Dietas, Salud Vital, Vivir Feliz o Cuerpomente. Y publicado tres libros: ‘Aloe vera, la planta de las mil caras’ y ‘La anti-edad’, ambos con la Editorial Tikal. Y el ebook ‘Reflexiones de una estudiante budista’, de descarga gratuita en esta web.
Sus dos blogs: http://crecejoven.com/ y http://reflexionesdeunaestudiantebudista.blogspot.com/