Quizás te cueste mantener la calma cuando a tu hijo o hija parece que le dan cuerda, no para quieto y no atiende a nada de lo que le dices. No desesperes: está demostrado que dedicar unos momentos al día a practicar con el niño/a yoga y mindfulness obra maravillas. Escribe X. Tomás.
Tal vez tienes un hijo hiperactivo, pero antes de sacar conclusiones precipitadas vamos a ver qué es la hiperactividad, qué no es y otros temas relacionados.
Podríamos definir la hiperactividad como un cierto nivel de movimiento, de inquietud, de nerviosismo bastante alejado de lo que podríamos entender normal o acorde con la edad del niño/a. Algo que suele ser un problema para los padres y las escuelas, más que para el propio pequeño.
Al ser una apreciación subjetiva, cualquiera podría llegar a opinar sobre si tu hijo es hiperactivo o no lo es, pero una cosa es que un niño/a puede ser más o menos «movido» y otra muy diferente que sea hiperactivo. Cuando existe hiperactividad, las capacidades de un niño/a se ven afectadas y limitadas. Está en constante movimiento y no puede estarse quieto, no puede seguir bien una clase en la escuela, le cuesta permanecer sentado en el aula o en otras situaciones, no puede controlar su comportamiento, está inquieto, no para de dar golpecitos con las manos o los pies, se retuerce en la silla cuando tiene que estar sentado, etc.
La hiperactividad podríamos decir que es la consecuencia de tener un trastorno neurológico que impide una maduración normal de los mecanismos cerebrales que controlan el movimiento, la atención y los impulsos. Lo que puede hacer que la forma de comportarse de un/a chico/a con TDAH esté desajustada respecto a otro/a de su misma edad.
¿Qué factores influyen?
Todos los factores influyen, pero la hiperactividad suele deberse a un origen genético o hereditario. Y no es algo que se aprenda, ni culpa de la educación, del entorno, ni de los padres. Existen diferentes tests y escalas para tratar de diagnosticar y detectar la hiperactividad, pero en niños/as muy pequeños suele resultar bastante complicada esta detección y diagnóstico, por lo que la formación y experiencia de los especialistas a los que acudamos será muy importante.
Siempre es muy bueno y saludable tener un mínimo nivel de actividad, pero cuando ésta se sale de los límites más o menos establecidos, cuando le genera al niño/a problemas en su conducta, aprendizaje, forma de relacionarse y desarrollo en general, entonces sí que estamos hablando de una disfunción o trastorno.
Las áreas de cerebro encargadas de regular la actividad e hiperactividad son las que también se encargan de regular la atención y concentración, así como la impulsividad y el autocontrol, entre otras funciones cerebrales importantes. Son las denominadas funciones ejecutivas. Por lo que es bastante probable que la hiperactividad no venga sola y que también tenga algún problema en esas otras funciones, aunque no tiene que tratarse de un problema importante.
¿Qué podemos hacer como padres?
Además de acudir a los especialistas necesarios que lo diagnostiquen correctamente y vean si tiene que seguirse algún tratamiento, podremos tratar de ayudarle y reforzar ciertos aspectos básicos de su vida en los que posiblemente no vaya bien, como pueda ser el aprendizaje, el orden, la planificación, organización y demás, siempre siguiendo las recomendaciones de los especialistas al respecto que además del diagnóstico y tratamiento, también llevarán un seguimiento sobre la evolución de nuestro/a hijo/a.
La práctica de yoga o mindfulness con ellos también nos puede ir muy bien, porque además de los numerosos beneficios que pueden tener estas prácticas para reducir el estrés y la ansiedad, aumentar la concentración, etc. en nosotros y ellos, están más que demostrados los beneficios del mindfulness para niños y adolescentes, al igual que los de la práctica de yoga.
En la actualidad algunos estudios han demostrado que los niveles de ansiedad en los niños y adolescentes más altos que antes, por lo que dedicar unos minutos al día a la práctica de mindulness va a ser muy positivo para su desarrollo y maduración. También será muy útil cuando exista un trastorno de déficit de atención, pues está práctica nos ayudará a reforzar la parte de la corteza cerebral que está vinculada con el mantenimiento de la atención.
Además les puede ayudar con la gestión de las emociones, pues para gestionarlas primero debemos aprender a conocernos, sin juicio, entendiendo de dónde vienen las reacciones que tenemos, al igual que entender las situaciones que nos pueden llegar a generar dolor y sufrimiento. Cuando conocemos y comprendemos lo que nos pasa, es cuando podemos gestionarlo, lo que podríamos llamar autorregulación, lo más parecido a la gestión emocional.
Cuando sabemos lo que nos pasa, lo comprendemos desde la conciencia y no desde el propio juicio, pudiendo entonces aplicar las estrategias para no vernos atrapados, ni como víctimas de esas disfunciones emocionales como podrían ser la desesperanza, ira o la misma sensación de impotencia.
X. Tomás es coordinador de la revista Mujer y salud.