Con la misma ilusión que hace cincuenta años continúo asistiendo a impartir mis clases de hatha-yoga y radja-yoga a Shadak. ¡Cincuenta años! Y siempre en la misma sede de Madrid. Una fría y luminosa tarde de invierno, mis padres, mis dos hermanos (Miguel Ángel y Pedro Luis), Almudena Haurie y yo acudimos a visitar un piso que estaba en traspaso y alquiler en la calle Ayala 10. Escribe Ramiro Calle.
Almudena y yo teníamos el proyecto de abrir una librería para difundir obras de sabiduría oriental, pero cambiamos de idea y nos decantamos por abrir un centro de yoga y orientalismo. Gracias a la infinita generosidad de mis padres, pudimos hacerlo, y mi hermano Miguel Ángel se encargó de la decoración. Aunque yo tenía 27 años, ya había publicado un buen número de libros, entre otros Yoga, refugio y esperanza, lo que facilitó que pudiéramos tener alumnos desde el primer momento.
También yo había dado clases a domicilio. Durante cuatro años Almudena y yo estuvimos encargándonos nosotros solos de impartir clases y de la secretaría, en jornadas exhaustivas de hasta diez horas. Después fuimos asistidos por varios profesores y profesoras más. Fueron años de una enorme intensidad investigatoria, con continuas reuniones con yoguis, lamas, swamis, médicos, viajeros por Asia, especialistas en psicología de las profundidades. Realizábamos encuentros de muy diversas disciplinas orientales y se impartían a menudo talleres de relajación, pranayama y otras actividades, como proyecciones de películas de la India, conciertos de sitar y tabla y conferencias.
Conecté con un gran número de médicos (parte de ellos acudían a las clases) y recogí sus valiosos testimonios en mis obras Yoga, una medicina natural y Principios de yogoterapia. Comenzaron los viajes a muchos países de Asia (noventa y nueve a la India) y la persecución de personas en la senda del espíritu. Era como un sabueso en busca de la última realidad. Fundamos el Círculo de Estudios Budistas Narada, avalado por el venerable Narada, abad del monasterio de Vajirarama en Sri Lanka. Durante cinco años impartí clases de yoga en la Universidad Autónoma, en tanto Almudena Hauríe lo hacía en las Aulas de la Tercera Edad (del Ministerio de Cultura) y nuestra profesora Mari Nieves Corral en la Facultad de Medicina.
Tenía 27 años cuando por primera vez subí las escaleras hasta la sede de Shadak. Las sigo subiendo cada día. Todas las tardes damos clases de yoga psicofísico y de meditación. Me asisten las profesoras Luisa Jiménez, Adoración Gracia y Silvia Sánchez de Zarca. Han pasado por Shadak más de medio millón de personas. Nuestra mayor motivación es impartir el auténtico yoga y conseguir que nuestros alumnos sean nuestros amigos y entre todos velemos por las genuinas enseñanzas. Mucha gente dice que Shadak es como un museo. Conserva su inconfundible sabor y energía.
Desde aquí quiero dar las gracias de corazón a todos los que nos han ayudado y apoyado. Unos llaman a Shadak «la catedral del yoga», otros «un templo de silencio», otros «un foco de energía espiritual en el corazón de Madrid» y otros su hogar para sosegar el alma. Shadak trasciende el espacio físico. Está inscrito en mis células. Nunca he querido abrir otros centros para no dispersarme y poder dedicarme exclusivamente a éste. Forma parte de mi vida y yo formo parte de la suya. Shadak es Shadak.
Nota: En YouTube podréis ver gratuitamente los documentales Viaje a los adentros, Ramiro Calle y, El Ramiro más íntimo.