Todos los compañeros del grupo de voluntarios que enseñamos yoga en la prisión somos meditadores desde hace más de 20 años, pero ha sido un regalo descubrir la forma de explicar el método de la meditación budista a Alejandro Fernández. Lo comprobarán quienes puedan seguir su curso online el 17 de septiembre. Es una entrevista de Pilar Luna para YogaenRed.
“Sé dueño de tu mente, en lugar de ser dominado por ella”
La palabra “crisis” para los chinos significa riesgo y oportunidad, y por dura que sea la situación, esta pandemia también nos ha traído oportunidades. Una de ellas se está dando dentro del mundo del yoga y de la meditación gracias a las nuevas tecnologías, que se han revelado como una forma de poder seguir practicando y de recibir clases, y como un medio de poder abrazar a los alumnos y acompañarlos en esta situación. Así, casi de la noche a la mañana todos tuvimos instalados portales telemáticos para recibir formación y poder practicar en momentos en los que esa práctica era fundamental y muy beneficiosa.
Uno de los profesores que sigue aprovechando la oportunidad de la vía telemática es Alejandro Fernández Pereto. Este «milenial», mitad madrileño, mitad valenciano, se licenció en un doble grado de Información, Management y Marketing por la Universidad de Colorado en Boulder, EE.UU., pero decidió dedicarse a la vida espiritual basada en el Budismo tibetano. Es también profesor de Ashtanga Yoga y forma parte del grupo de profesores de Yoga-Ambit en la Prisión de Picassent de Valencia.
P: Alejandro, ¿cómo se te ocurrió comenzar con las clases de meditación al inicio de la pandemia?
R: A mí no se me ocurrió, la verdad. Fue a mi amigo Elies, quien me pidió que le ayudara en la práctica de algunas técnicas de meditación, y a las pocas semana pensó que podíamos extenderlo dentro de un grupo de amigos, practicantes y personas interesadas. No fue un curso programado, oficial, sino una forma de compartir con un grupo de amigos unas enseñanzas de técnicas de concentración mental (samatha), imprescindibles para poder llegar al estado de meditación (vipassana).
P: Para lo joven que eres, ¿cómo sabes meditar tan bien?
No es cuestión de saber meditar o de ser joven o no, sino más bien lo familiarizado que estés con las técnicas. De hecho en Tíbet la palabra que en Occidente se traduce como “meditación” no existe, sino que significa “familiarización con los aspectos positivos de la mente”. Puedes llevar 20 años meditado y practicar 20 minutos cada día, que no es lo mismo que llevar un año meditando pero que tu práctica sea de 24 horas al día, con distintas fases. Es decir, que cuando meditas en el cojín te estás preparando para la vida diaria y en la vida diaria te preparas para el cojín; no hay interrupción entre ahora medito y ahora no, y de esta forma se avanza muy rápido.
P: Ponnos un ejemplo sobre esto…
R: Puedes, por ejemplo, concentrarte en la respiración durante el día, como el que come o como el que bebe, pero puedes también tener una actitud de entrenar tu mente y desarrollar el aspecto de “la mente que investiga a la mente”, y para esto no necesitas estar sentado. Por ejemplo, cuando vas conduciendo pueden adelantarte de forma incorrecta, y si has desarrollado este aspecto de vigilancia de tu mente, ves cómo tu mente está insultando a esa persona antes de que realmente la insultes, y tienes la capacidad de abandonar ese tipo de actitud si lo deseas y la capacidad de controlar tu mente, en lugar de ser controlado por ella.
Todo el rato hay cosas que trabajar con la mente, sin necesidad de dividir entre meditar y no meditar. Con la pandemia ha ocurrido lo mismo: no te sientas a meditar en la compasión y cuando te levantas te pasas el día enfadado por la situación actual. Al contrario, ahora más que nunca tenemos una oportunidad perfecta para meditar en la compasión, cuando estás en el cojín y en el día a día, con todo el sufrimiento que hay, los miedos…
Podemos practicar todo el rato, eso es por lo menos 16 horas practicando, y con esa continuidad, sin dejar la actitud de observación de la mente, avanzas mucho más rápido. He tenido la suerte de que mi familia era conocedora de las filosofías asiáticas y conocían el budismo, y fueron profundizando cada vez más en el budismo tibetano.
P: ¿A qué años comenzaste a meditar?
R: No lo recuerdo exactamente, pero sí recuerdo que me sentaba al lado de mi padre a intentar imitarle. Él algunas veces se empeñaba en enseñarme lo más básico y yo no le hacía caso, incluso ahora soy muy mal meditador, me duermo y me dormía ya de pequeño, y lo utilizaba para hacer la siesta… (nos echamos a reír los dos). Creo que sobre los 10 o 12 años comencé algo más en serio…
«Yoga taleguero» y meditar en la prisión
Unas de las personas que tuvimos la suerte de formar parte del grupo de meditación de Alejandro fuimos sus compañeras de enseñar yoga en la prisión (lo llamamos “yoga taleguero”), y la verdad es que para todos ha sido un regalo. Todos le conocíamos, todos le queremos y conocemos lo muy entregado que está en acudir a la prisión y su compromiso con este proyecto (Yoga-Ambit en la Prisión de Picassent de Valencia) y con los alumnos. Pero es muy humilde y muy discreto y no nos habíamos dado cuenta del gran potencial que tiene como profesor de meditación.
Todos los profesores del «talego» somos meditadores desde hace más de 20 años, pero todos hemos coincidido que su forma de explicar el método y los obstáculos del camino fue tan claro que nos ha ayudado y nos ha renovado en ese entusiasmo por la meditación. Es como si lo hubiéramos redescubierto ahora, gracias a la forma tan clara y simple que Alejandro ha tenido de conducirlo y también de forma tan positiva. Es la primera vez que oigo hablar del “gozo meditativo” y el consejo de detenernos a saborearlo para encontrar ahí la fuerza de la práctica diaria, y es algo que me ha encantado y que ha sido un gran regalo que disfruto cada día.
P: ¿Consideras que es fácil la meditación para las personas privadas de libertad que están en Picassent?
R: Por supuesto. No considero fácil que se pongan a practicar, pero considero muy fácil que entiendan por qué es bueno practicar, pues están palpando todo lo que Buda denominó dukha: sufrimiento, insatisfacción. Buda llama al sámsara la cárcel, una prisión de la percepción de nuestros propios condicionamientos. En la vida ordinaria, las distracciones nos hacen más difícil ver esta prisión: salimos con los amigos, nos tomamos unas cervezas, cambiamos de actividad…, sin darnos cuenta de que perseguimos la felicidad con cosas externas a nosotros mismos.
En la prisión es muy fácil entender que vida ordinaria es como la cárcel, que todos estamos allí. Aunque muchas veces sus condicionamientos y sus vivencias son muy fuertes y puede costar más vencerlos, es más fácil que puedan empatizar o entender cuando se dice que “la vida es sufrimiento”.
P: ¿Cómo describirías la principal aportación del budismo y su trabajo de la mente, para quienes estamos en “prisión”, real y metafóricamente?
R: Hablar de budismo es hablar de la mente, más allá de una religión y de una filosofía, el budismo es la ciencia de la mente. En el budismo se define la mente como “aquello que conoce”, que es intangible y no está sujeto al mundo físico. La realidad en la que vivimos no es más que una creación de ella.
Toda la felicidad y todo el sufrimiento se experimenta en la mente, y debido a que estamos condicionados por nuestras aflicciones, como la ignorancia, el apego y la aversión, se dice que vivimos en una prisión.
Somos prisioneros de nuestra mente alocada y reactiva. Sólo cuando nos damos cuenta de ello, empezamos a buscar soluciones. La meditación desde la perspectiva budista es una solución imprescindible para poder liberarse de dicha prisión.
P: ¿A ti personalmente qué te ha aportado dar clases en la prisión?
R: Es difícil saber lo que yo puedo aportarles a los alumnos, pero mirando hacia dentro, hacia mí, a nivel interno lo que siento es gratitud, me ha enriquecido mucho empatizar con ellos e intentar buscar una práctica que les sea beneficiosa. No que la persona tenga que adaptarse a la práctica, sino buscar la adaptación de la práctica a su situación personal. La práctica en Picassent diría que nos ayuda a alcanzar sabiduría a niveles exponenciales.
P: El éxito de esta “reunión de amigos para meditar” ha sido tan grande que ha conseguido que organices en la escuela Nagarjuna de Madrid un curso de meditación que comenzará el 17 de septiembre. ¿Qué características tendrá el curso?
R: Bueno, lo primero que quiero aclarar es que yo no soy un maestro, sino que me considero un practicante. Simplemente he tenido la fortuna de tener cerca a grandes maestros con los que me he formado y sigo practicando, y ante las solicitudes de los participantes durante la pandemia y de lo que les supuso la práctica de la meditación, desde Nagarjuna-Madrid se ha organizado este curso on-line:
https://www.nagarjunamadrid.org/iniciacion-a-la-meditacion-budista-online/
Un maestro es el que enseña, y Alejandro Fernández nos has enseñado mucho durante la pandemia, así que le agradecemos mucho a Nagarjuna-Madrid la organización de este curso. Yo ya me he inscrito, y animo a todos aquellos que estén interesados en la meditación a que lo hagan, tanto a los que se quieran iniciar como a quienes vean que les cuesta avanzar, porque su claridad nos ha abierto grandes puertas, tanto en el método como la forma de vencer los obstáculos que se presentan. Muchas gracias.
Pilar Luna es profesora de yoga, médica nutricionista y voluntaria para la enseñanza de yoga en la prisión de Picasent (Valencia).