Gratitud

2020-05-21

Llamadme buenista, pero en estos momentos me parece necesario recordar que la gratitud es una de las actitudes más sanas para andar por la vida. Hermana de la empatía y de la generosidad, genera esa paz y armonía alrededor que tanto necesitamos. Escribe Pepa Castro.

Dice el refrán que es de bien nacidos ser agradecidos, quizás para señalar que el agradecimiento es una actitud noble que dignifica tanto al reconocido como al que reconoce.

Aunque todos hemos querido pensar que la convulsión provocada por la pandemia iba a mejorar las cualidades que nos hacen humanos, la gratitud, la solidaridad, la empatía, la generosidad, no hay muestras de que haya sido así. O por lo menos se están haciendo oír más la exigencia, la acritud, el agravio, la crispación.

Nos hemos convertido en una sociedad contagiada de ombliguismo e insolidaridad en la que está profundamente instalada la idea de que nos merecemos todo lo mejor simplemente por haber nacido. Poco interesa cómo se ha llegado hasta ahí y quiénes han hecho posible que disfrutemos de esas conquistas en el terreno de la calidad de vida y de los derechos y libertades fundamentales. Y menos aún interesa que haya dos tercios de nacidos en el mundo que no poseen apenas nada de eso.

Salir de la burbuja

Si bien es cierto que tenemos mucho que mejorar como sociedad en todos los sentidos, poco podemos avanzar si, igual que niños criados entre algodones, nos instalamos en el lamento, la frustración y la crítica convencidos de que lo que necesita la sociedad para progresar es exclusiva responsabilidad (y culpa correspondiente) de otros, los que actúan y toman decisiones.

Si queremos ver un cambio hacia un mundo mejor, empecemos siendo ese cambio. Tal vez podríamos comenzar por cuestionarnos cuáles son nuestros deberes respecto a la sociedad en la que vivimos; qué nivel de cumplimiento hacemos de nuestras obligaciones éticas, cívicas, solidarias, fiscales; cómo contribuimos a la mejora de las causas que más nos preocupan, etc, etc, etc.

En estos días en que por fin se ha logrado frenar una pandemia que solo en España ha causado 28.000 muertos y 240.000 personas contagiadas, lo que leo en las redes sociales no son mensajes de reconocimiento ni de solidaridad, sino todo lo contrario: negacionismo de toda índole, desconfianza hacia las instituciones y mucha ira contra el otro.

Podría entenderse como un fenómeno de catarsis generado por dos meses de confinamiento. Será eso.

Pero quizás merecería una reflexión el hecho de que una gran parte de estos mensajes agraviados cuestionan o condenan precisamente aquello que ha hecho posible que ahora podamos recuperar nuestra vida normal (esa vida tan imperfecta pero a la que nadie parece dispuesto a renunciar): el trabajo de los profesionales del servicio público, de la política, de la ciencia y de la sanidad, así como de muchas otras áreas de la sociedad, que han estado entregados durante dos meses a luchar contra la adversidad y a afrontar el dolor de miles de víctimas, mientras la mayoría de nosotros íbamos subiendo el nivel del pataleo, contrariados por ese poder que osaba atentar gratuitamente contra nuestra libertad.

Hay miles de personas que se han dejado la piel para sacarnos de la pesadilla de una pandemia muy real que ha costado muchas muertes reales y mucho sufrimiento real. No les olvidemos: MUCHAS GRACIAS A ELLAS Y ELLOS.