Creemos que lo espiritual nos llevará a un retiro idílico, a un palacio de cristal que nos proteja de la realidad, y sin embargo, el cúlmen del camino es un volver, remangarnos y volver, y servir y ayudar: el violeta del séptimo chakra es el resultado del índigo del sexto y del rojo del primero… Una vuelta a la espiral… Escribe esta sección Carmen Viejo.
“Apenas tuvo un trozo de la manzana envenenada en la boca, cayó muerta. Pero ella seguía siendo blanca como la nieve, con los labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano. Por lo que los enanos le construyeron un féretro de cristal donde protegerla. Cuando el príncipe la vio, quiso llevarla a su palacio. Al transportarla, el féretro cayó y el trozo de manzana envenenada que Blancanieves aún conservaba en su garganta, fue despedido hacia afuera. “¡Oh, ¿dónde estoy?” -exclamó.
“Estás a mi lado -le dijo el príncipe. “Te amo como a nadie en el mundo; ven conmigo al palacio de mi padre. Nos casaremos y seremos felices toda la eternidad.”… (Blancanieves, de Grimm)
Un aposento de cristal es el espacio de lo invisible, otra dimensión que convive con la realidad cotidiana, y que sin embargo se oculta a nuestro visión racional. Duerme el alma el sueño del encuentro, del beso que la despierte, del enlace con la conciencia que la lleve al palacio de la eternidad. Duerme inmaculada pero inaccesible, hija de un rey desconocido, custodiada en la espesura de nuestro subconsciente por un mochuelo, un cuervo y una paloma, la intuición, el discernimiento y la pureza…
Esta serie de Los 7 Chakras, comenzaba con “El viaje de Blancanieves” y el párrafo siguiente: “Cuando la Vida quiso expresarse en el Cosmos, soñó con una hermosa hija, blanca como la nieve, con pelo negro como el ébano y labios rojos como la sangre… Perséfone, o el alma, es una luz blanca que al atravesar el espejo de Maya se refracta en siete vibraciones, siete colores, siete estancias a las que deberá entrar como iniciada y vivir conscientemente en cada una de ellas hasta reunificarlas en su vuelo de regreso”…
El final del viaje son las nupcias reales en el palacio del padre. Allí, como en el castillo del Grial, habrá que hacer la pregunta adecuada. No hay respuesta, pero sí pregunta para saber dónde se ha buscado lo que se ha buscado y si se ha buscado bien. Entonces habrá nupcias.
Yoga significa unión. La unión o enlace que se celebra en cada sesión, en cada meditación, en el momento en que los cuerpos o sariras se desvelan. Siete capas o velos, desde el origen o cuerpo causal hasta el cuerpo físico, sobrepuestas unas sobre otra, que de pronto se hacen transparentes, como un velo de muselina, dejando al descubierto la unidad, pese a la apariencia diversa de la manifestación en las diferentes dimensiones.
¿Y esto se consigue en una sesión de yoga? Sí y no. Todo depende. Porque no es algo que ocurra a veces y otras no, sino que se trata de un desvelamiento, una comprensión inmediata y experiencial, tan fugaz como solo puede ser lo eterno para esta realidad temporal, que ocurre en otro grado de conciencia al que podemos acceder ocasionalmente, como un abracadabra, para volver luego al nivel ordinario de nuestra razón. Con estos ojos, no. Con esta mente, no. Pero no importa: como en el sueño profundo, queda su melodía experiencial en un regusto que nos acompaña y transforma.
Para que podamos hacer consciente esta experiencia, el féretro, el espacio de cristal, tiene que caer y romperse, permitiéndonos el acceso a lo invisible. Tal vez no en esta realidad. Pero lo importante, recordemos, no es la respuesta, si no la pregunta. Pues esa pregunta es en sí, lleva en sí incorporada, la respuesta.
De los 43 a los 49 años, alcanzamos la madurez, y con ella cierta armonía, el acuerdo con tu vida y con la vida. Siempre que seamos capaces de reconocer que la etapa de la juventud, el momento de Juan Sinmiedo, ya acabó. Solo desde esa renuncia personal, podemos alcanzar la madurez. Y hay quien se resiste a aceptar ese momento. Quien se resiste a morder la manzana. Quien no aspira a comprender que donde está es el culmen de su vida; que la vida le ha ido dando y ahora le toca el turno de vivir para servir a la vida. Para exprimirnos y darnos hasta la última gota. Porque todo en el Universo tiene que servir para algo. Es la ley de la Causalidad o Karma.
Creemos que lo espiritual nos llevará a un retiro idílico, a un palacio de cristal que nos proteja de la realidad, y sin embargo, el cúlmen del camino es un volver, remangarnos y volver, y servir y ayudar: el violeta del séptimo chakra es el resultado del índigo del sexto y del rojo del primero… Una vuelta a la espiral…
En una segunda fase, cuando nos encontremos de los 92 en adelante, sea en este plano o en el no corpóreo, estaremos a punto para la fusión, la unión, cuando caiga el último velo de esta encarnación. Entonces será el momento de entrar en el palacio de cristal, ahora sí, y tal vez del enlace que nos haga vivir en la eternidad…
Al menos hasta que a Blancanieves le vuelva el anhelo viajero, y emprenda un nuevo descenso, y todo vuelva a comenzar con un “Érase una vez en un país muy muy lejano”…
…porque este cuento no tiene fin.
Carmen Viejo (Ahimsa). Profesora de Yoga, Licenciada en Ciencias de la Información y titulada por la Asociación Española de Practicantes de Yoga (AEPY) y por la Escuela Sivananda.
Talleres, retiros y clases en Granada, www.presentia.eshttps://www.presentia.es/programas/ii-curso-de-capacitacion-en-yoga/
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