Gracias a YogaenRed por invitarme a contar cómo el yoga ha cambiado mi vida y la fantástica experiencia que supuso para mí viajar a India y hacer un curso de profesor de yoga en Kavaalya… Escribe Laura Biensa.
La llegada a Goa
Goa tiene aeropuerto internacional y hay vuelos desde todas partes. Aterricé sobre las 12 y había un taxi contratado con la escuela esperándome allí. Por suerte ya sabía manejarme con la gente en India, pero si llegas por primera vez puede ser un problema para algunas personas tener que negociarlo todo. Lo mejor es tener paciencia porque al final todo sale.
Del aeropuerto a la escuela de yoga fueron casi dos horas en coche, pero el trayecto es muy bonito porque gran parte discurre por zonas naturales vírgenes con el mar y las playas de fondo. Ya pude sentir la paz y la tranquilidad de esta zona, en contraste con lo que había visto hasta ahora.
El primer día tuvimos la ceremonia de iniciación, que es una entrada perfecta en el mundo del yoga. Luego conocí a mis compañeros, provenientes de todas las partes del mundo, desde Namibia hasta Nueva Zelanda. Eso es maravilloso. También había una española y una chica de Chile que además era mi compañera de habitación y ahora una de mis mejores amigas. Después de la ceremonia nos fuimos a dar un paseo por la playa.
La primeras clases de yoga
Al principio se me hizo bastante difícil, porque las clases son muy intensivas. Te levantas muy temprano y a primera hora normalmente hay clases de meditación y respiración, luego vienen las clases de Hatha y Ashtanga, en las que te enseñan los fundamentos de estas técnicas milenarias.
Los profesores del centro son muy exigentes y hacen mucho énfasis en las alineaciones. Es importante aprender bien los fundamentos para tener una base sólida sobre la que construir las posturas más avanzadas. Uno de los profesores nos dijo que prefería gente sin experiencia en yoga, porque hay algunos estudiantes que llegan con muchos malos hábitos que son muy difíciles de corregir.
Después de la clase práctica llegaba el desayuno, que era uno de mis momentos favoritos del día. Realmente llegaba con hambre y además me encantaba todo: cereales, fruta fresca y varias comidas típicas indias que también me gustaron.
Como las clases prácticas no pueden darse con el estómago lleno, después del desayuno teníamos clases de metodología de enseñanza, filosofía o anatomía. Y después venia la hora de comer.
Todas las comidas en la escuela son vegetarianas y siguiendo las enseñanzas sattvicas para mantener el equilibrio físico y mental. Básicamente comíamos legumbres, arroz, ensaladas y chapati/roti (pan). Disponíamos de una gran variedad de alimentos que gustaban a todo el mundo.
Por la tarde teníamos un descanso, clases teóricas y luego otra clase práctica, que había que dejarla para esa hora porque el yoga hay que practicarlo con el estómago vacío para estar más receptivos. El yoga, que significa “unión”, es el proceso por el que lo que crees ser da lugar a lo que realmente eres, una parte más de la vida en perfecta comunión con todo lo demás.
Para esa hora del día yo ya estaba agotada. Además, y eso fue unas de las cosas más duras, no hay sillas y mesas, todo se hace sentado en el suelo. La primera semana fue muy exigente físicamente, casi no tuve tiempo ni para conocer a las compañeras ni a los compañeros, aunque había solo dos chicos del total de 24 que éramos en las clases.
La vida en el ashram
La segunda y tercera semana fueron mucho mejores. Ya nos habíamos acostumbrado a estar en el suelo y físicamente nos encontrábamos mejor. Mentalmente también hubo una mejora importante, había más participación en clase y todo el mundo estaba más relajado.
Los sábados por la tarde y los domingos son libres y los utilizaba para descansar y salir con todos a la playa, visitar algún templo, comprar en tiendas de artesanía y comer o cenar con los amigos en un bar de playa que nos gustaba mucho, y en él algunos nos saltamos la dieta vegetariana y comíamos algo de pescado y marisco.
El clima en Goa es fantástico, yo fui en septiembre y durante el día a veces hace algo de calor pero por la noche la temperatura es perfecta y eso ayuda mucho a descansar. La habitación tenía aire acondicionado pero no hacía falta ponerlo, a veces ni siquiera hacía falta el ventilador del techo.
Otra cosa fantástica en Goa y en India en general es la gente. Son amables y tranquilos en cualquier circunstancia y nunca te sientes intimidada. Tenemos mucho que aprender de ellos.
Los últimos días
Después de la segunda semana cada día que pasaba era mejor. Viví montones de momentos inolvidables que están grabados en mi corazón. Cuando empezamos a darnos cuenta de que el curso se acababa, sentimos pena por tener que dejar la escuela y a todas las amigas.
Luego vino el examen que, la verdad, me tenia un poco preocupada pero que sirvió para que todos nos uniéramos mucho más y lo sacáramos adelante. Con el certificado de haber completado el curso te puedes registrar en Yoga Alliance y recibir el certificado RYT200 que te abre las puertas a trabajar como profesora de yoga en casi todo el mundo.
Por último tuvo lugar la ceremonia de cierre organizada según la tradición India y en la que dimos la bienvenida al yoga a nuestras vidas. Todos vestíamos de blanco y fue realmente emocionante, y la culminación perfecta a estas tres semanas que cambian una vida.
A veces me preguntan qué fue lo mejor para mí de esta experiencia Cuando estaba allí hubiese dicho que lo mejor eran los desayunos, las clases de meditación, las amigas y los domingos. Pero ahora me doy cuenta de que sin los momentos duros no apreciaría los frutos maravillosos de la experiencia. Nunca hubiese hecho una amistad tan intensa con muchas de esas personas, las enseñanzas nunca hubiesen llegado tan hondo y la experiencia no habría sido tan transformadora.
Agradecimiento
Estoy muy agradecida a mis padres por apoyarme y pagarme el profesorado, a todos los profesores que son magníficos y a todo el equipo de Kavaalya que hacen que ir allí valga la pena, a mi compañera de habitación Maria por estar siempre tan alegre, positiva y por todas las risas y el apoyo en los momentos de cansancio, a Karen (USA) por ayudarme con anatomía, a Anka (Hungría) por tener ese espíritu contagioso que puede con todo, y en general a todas las compañeras que me dieron ánimos cuando creía que ya no podía más. Y también a la vida por haberme empujado a ir a India y a hacer este curso y por poner el yoga a disposición de la humanidad. ¡Gracias!
Una de las cosas que esta experiencia produjo en mí es el impulso a compartir el maravilloso proceso del yoga con todo el mundo y eso es lo que estoy haciendo.
Por circunstancias de la vida me fui a vivir a Sidney (Australia) y allí doy clases de yoga en un estudio, también enseño en domicilios particulares y colaboro con una empresa dando clases a sus empleados dos veces a la semana. La idea de montar mi propio estudio está en mi mente y tarde o temprano daré el paso.
A todos los lectores de este post les deseo de todo corazón que hayan encontrado en mi experiencia la inspiración que necesitan para hacer eso que tanto desean. Convertir esta vida en algo celebrar esta a tu alcance y no depende de nadie nada más que de ti.
Laura Biensa es profesora de yoga.