Ushtrasana, la postura del Camello, representa para un yogui la templanza, la resistencia y la constancia con que debe vivir su confinamiento y realizar su práctica. Escribe Pedro López Pereda.
Algunos maestros consideraron que los yoguis tenían que aprender de los camellos dos cosas fundamentales: la primera está relacionada con la capacidad que tienen estos animales para adaptarse a un medio agresivo, y la segunda es cómo han sido capaces de realizar su viaje por el desierto, desde un origen hasta su meta final, con perseverancia y adaptándose a las más duras condiciones medioambientales como la que ahora estamos viviendo.
Para un yogui existe un paralelismo muy claro entre la travesía que hace un camello por el desierto y el viaje de la vida. Por otro lado, hay una correspondencia muy estrecha entre Ushtrasana y Paripurna Navasana, la postura del barco. Por este motivo al camello se le ha denominado el Barco del desierto.
El camello es uno de los animales más resistentes, pero su recorrido por el desierto, como nuestro viaje por la vida, no está exento de peligros, enfermedades y sufrimiento. Hay una leyenda que dice que las jorobas de los camellos representan los problemas que cargan las personas sobre sus hombros. Pero mientras que a nosotros esos problemas nos lastran, al camello le aportan la energía y los nutrientes lípidos necesarios cuando debe pasar un largo tiempo sin poder alimentarse. Está claro que el modo en que el camello afronta las dificultades en su viaje por el desierto nos sirve de ejemplo a los humanos para superar las constantes adversidades que nos depara la vida.
Pero el simbolismo más importante que nos concede la figura del camello está relacionado con la metafísica y la búsqueda de nuestra propia trascendencia. Cuando nos encontramos perdidos en el desierto de nuestra existencia, si descubrimos sobre la “arena” las huellas de un camello, sigamos su rastro, pues nos llevará a un lugar seguro.
Se aconseja realizar esta postura de forma gradual. Comenzamos apoyando las rodillas al ancho de la pelvis, con los muslos perpendiculares al suelo. En una primera fase, podemos asentar los muslos contra una pared y apoyar las manos sobre unos ladrillos de yoga colocados junto a la parte exterior de los tobillos. De esta forma, al llevar el cuerpo hacia atrás en extensión, la columna forma una curva suave, con una mínima lordosis lumbar y cervical. Con la práctica iremos aumentando la curvatura de la espalda, tratando de apoyar las manos sobre los talones.
Un yogui sabe que la espalda debe arquearse de la misma forma en que se curva la vela de un barco. Es decir, cuando aumenta su curvatura es porque los vientos de la vida nos están impulsando con más intensidad hacia el muelle de la autorrealización.
El viaje iniciático es un proceso continuo de esfuerzo y conocimiento que nos permite crecer y llegar a puertos llenos de creatividad, amor y sabiduría.
Pedro Mª López Pereda
En 2001 crea el centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. En 2014 es nombrado presidente de la Fundación Yoga y es el actual presidente de la Asociación Yoga Meditativo.
Es miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga desde 2002, donde ha participado en muchas de sus actividades y asistido a muchos de sus intensivos.
Maestro de Reiki desde 1997.
Centrado en el yoga adaptado y en el diseño inclusivo, ha participado como ponente en diversos congresos y en casi todas las Comunidades Autónomas españolas. Ha participado como ponente en diversos congresos de yoga.
Ha publicado: Diseñando un Ser Consciente (2001), Manual de instrucciones del Ser Humano (2006), El nacimiento del Yoga (2008), El origen de los ásanas (2009), Viyoga, la técnica que forjó a los seres libres (2010), Viaje hacia el Ser (2013), Cómo poner la mente en blanco (2014), Los planos del crecimiento espiritual (2015), ¿Y yo? ¿Estoy muerto? (2016), El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018).