En estas horas que nos está “tocando vivir”, seguramente muchos de nosotros hemos apelado a santos y santas, dioses y diosas, astros y ¿astras? para que intercedan en estos momentos inciertos e inquietantes. Uno de estos grandes personajes que podría ser invocado hoy es el dios Ganesha. Escribe Sergio Martínez Pose.
Sí, Ganesha, ese con aspecto benévolo y bonachón, ¡el que posee cara de elefante y cuerpo de niño!
Habitualmente, identificamos a esta divinidad como aquella que nos aparta los obstáculos para que todo salga según lo esperado. Y por eso es el dios invocado al principio en cualquier ceremonia o ritual hindú, para que, ¡por si acaso!, mi negocio vaya bien, mi matrimonio sea un bálsamo y en él no haya disputas, me proporcione descendencia, digna de elogio y con salud, o que en mi casa no entre la mala suerte y yo supere mis estudios para conseguir un trabajo honrado.
Como veis, sus habilidades no tienen fin y su campo de intervención es tan grande como lo es nuestro deseo y necesidad.
Visto así, su labor es muy útil, pero ésta dista bastante de ser su intención.
Ganesha, como el resto de las divinidades hindúes, posee muchos nombres que definen sus atributos internos o describen y dan sentido a su aspecto externo. Y así, entre esa multitud de nombres, puede ser llamado Vighnaharta, el que, como hemos dicho antes, nos quita las dificultades, aunque con un importante matiz que es imposible obviar: lo hace cuando nos movemos en sintonía con las leyes de la naturaleza que nos rodea y cuando nos alineamos en armonía con nuestra propia naturaleza interior.
Pero cuando esa sintonía se rompe, aparece el llamado Vighnakarta, y aquel que antes nos quitaba lo que nos impedía seguir nuestro camino fluidamente, se convierte en el que pone las trabas en el sendero para hacernos reflexionar y tomar la dirección correcta.
Puedes estar seguro que no existe el castigo en una filosofía tan sutil, profunda y reveladora como la hindú y que éste no es el propósito de nadie de su panteón divino. La intención de Ganesha es que aprendamos que la vida no es sinónimo de dominación, explotación, agresión o competición sino de compasión, distribución, empatía y cooperación.
Puedes ahora seguir viendo el vaso medio vacío y esperar un milagro o intervención “ganeshiana” para que lo lleve a cabo. O puedes entender que, en esta hora, “los dioses” te están dando una oportunidad más de comprender lo que es justo y necesario para seguir bailando al ritmo de la vida, escuchando la más bella canción de amor que pudiera jamás haberse escrito.
¡Eres libre, para mirar el mundo como lo quieras ver!
Sergio Martínez Pose.