Es una situación que se repite y da para el comentario ya que, aun sin tener sueño o no sentir que sea un momento adecuado para el bostezo, éste aparece sin pedir permiso y se instala como un elemento más de la clase. ¿Qué hacer? Escribe Pablo Rego.
Es habitual que alguno de los presentes en la sesión de yoga bostece, esporádicamente, una vez cada tanto o siempre, sobre todo al llegar, y a veces durante un largo rato de varios minutos.
Algo interesante del bostezo es que no es privativo de los seres humanos y que tiene un elemento primitivo que nos invade al realizarlo. Luego, la racionalización del hecho nos lleva a pensar en por qué lo hacemos, sobre todo cuando sentimos que no es el momento apropiado para ello y puede que hasta nos incomode si estamos rodeados de personas que no están bostezando, a no ser que se contagien de nosotros.
Hay muchas hipótesis desarrolladas por los científicos en referencia a este curioso y particular hecho, pero ninguna conclusión contundente que alcance a explicar el verdadero motivo, causa o razón de la existencia o presencia del bostezo. Algunas personas se quedan con una de las teorías y se afirman en ese dato para determinar que el bostezo se debe a determinadas razones, pero los científicos no son concluyentes al respecto.
¿Y por qué se da en la sesión de yoga?
Una de las hipótesis que podría explicar los bostezos en las clases de yoga es la expuesta en un estudio publicado en Neuroscience & Biohevavioral Reviews que indica que el bostezo es una forma de comunicación que está relacionada fuertemente con el nivel de empatía de cada individuo. Según el trabajo, ayuda a acercar a los miembros de un grupo. Pero la evidencia a este respecto no es concluyente e inconsistente y es necesaria la obtención de más datos sobre esta relación.
Según otra hipótesis basada en una investigación publicada en American Journal of Primatology, para la que se estudiaron dos especies de lémures, los bostezos pueden estar relacionados con los niveles de ansiedad: estos animales bostezan poco después de ser amenazados por un depredador. Se cree que además eleva los niveles de cortisol, una hormona liberada en respuesta al estrés para mantenernos alerta.
Hay más hipótesis como estas pero que apuntan especialmente a lo biológico. Desde la pura intuición y la observación, hay variables muy diversas que cambian, como por ejemplo el horario de la clase de yoga, que el practicante que bosteza venga o no cansado o con sueño, etc. Todas estas circunstancias pueden cambiar, pero el bostezador continúa realizando su ritual.
Según las dos hipótesis, citadas el espacio dedicado a la práctica de yoga genera en las personas una sensación de seguridad similar a la que podemos percibir como ideal para descansar, como si fuera el momento de reagruparse, de reunir la manada para reponer fuerzas en un lugar seguro.
De igual manera, si existe un lugar en el que es posible liberarse del estrés, ese es la sala de yoga, por lo que ante la percepción de esas señales el practicante intuye que es el momento adecuado para descansar, para liberarse de la tensión sin correr riesgos.
Según la teoría que da al bostezo la función de reunir a la manada, se explicaría por qué el bostezo es contagioso. Imaginemos una reunión de fin del día entre nuestros antepasados más primitivos. Un líder, un guía de todos, creaba el mensaje de que había llegado el momento del descanso a través del bostezo, y así daba una señal que se iba replicando hasta asumir la situación con ese sólo gesto.
Cuando nos acostumbramos a dormir, sea la hora que sea, el organismo activa una alarma que nos indica que es el momento de detenerlo todo y descansar. Por esta razón, si la sesión de yoga nos lleva a relajarnos y liberarnos del estrés, creándonos una sensación similar a la de una buena siesta, el bostezo será inevitable en más de una ocasión.
Otras hipótesis
La revista N+1, ciencia que suma cita, además de los dos trabajos antes mencionados, otros cuatro estudios sobre el tema del bostezo. Según esta revista existen algunos indicios que relacionan esta acción con la actividad sexual. Un estudio realizado por la Universidad Vrije (Holanda) sugiere que los bostezos tienen un lado erótico, un aspecto sexual. El estudio compara un bostezo con un miniorgasmo, aunque termina concluyendo que cada individuo es totalmente diferente.
Por otro lado, tenemos a Mark Andrews, profesor asociado de fisiología en la Universidad de Lake Erie (Ohio, EE.UU.), quien cree que, a pesar de que el bostezo puede ser señalado como una reacción de cansancio, también es señal de que algo sucede en nuestro cuerpo. Para el científico, este es un reflejo que se produce cuando el núcleo paraventricular (PVN) del hipotálamo detecta insuficientes niveles de oxígeno en la sangre. Este núcleo contiene varios mensajeros químicos que pueden inducir bostezos, como la dopamina, la glicina, la oxitocina y la hormona adrenocorticotrópica, según informa Scientific American.
Según otra hipótesis, que además parece ser la más aceptada y difundida, el bostezo funciona como un sistema de ventilación para nuestro cerebro. Se sabe que nuestra cabeza consume hasta una tercera parte de las calorías que ingerimos y ello se traduce en un incremento sustancial de la temperatura. Al bostezar, una gran cantidad de aire frio entra por nuestra cavidad nasal enfriando la sangre de nuestras venas en esa zona. Casualmente, el aire frío permite mantener nuestro estado de alerta. Dos estudio de la Universidad de Princeton y de la Universidad de Albany (EE.UU.) apoyan esta hipótesis.
Richard Roberts, del Centro de Diagnóstico Genético y Prenatal en Signal Mountain (EE.UU.), explica a NewScientist que la razón es otra. El científico estudió ultrasonidos de una hora de fetos con posibles problemas médicos. Sus exploraciones mostraron que los bebés bostezan e hipan desde las 11 semanas. Asegura que estas acciones reducen la presión en los pulmones y eliminan las redes de tejido que pueden bloquear las vías respiratorias. Además sostiene que estos movimientos persisten en los adultos como un comportamiento sobrante que no sirve para nada.
Más allá de las teorías poco sólidas creadas por los científicos o de las conclusiones que podamos sacar al respecto por el sólo hecho de contentar a la mente con explicaciones racionales, bostezar es uno de esos resabios de nuestro primitivismo, un elemento que aparece en una sesión de yoga para decirnos que somos también la Naturaleza, que no podemos controlarlo todo y que es importante abrazar todos nuestros aspectos e integrarlos para volvernos más auténticos, más verdaderos, más espirituales.
Pablo Rego. Profesor de Yoga. Masajista-Terapeuta holístico. Diplomado en Medicina Ayurveda
*Nota: La información científica de esta nota ha sido extraída y reproducida de un artículo publicado originalmente por la revista N+1, ciencia que suma, la primera revista online de divulgación científica y tecnológica que permite la reproducción total o parcial de sus contenidos por medios de comunicación, bloggers e influencers.