Todos los amantes del yoga hemos leído la leyenda en la que Shiva enseñaba los ásanas de yoga a su esposa, la diosa Parvati. Hoy nos centraremos en aquella en la que el pez Matsya, fascinado por la voz del Shiva y por las extrañas posturas que éste enseñaba a su consorte, tomo la decisión de imitarlas sin que nadie le viera. Escribe Pedro López Pereda.
En esta narración se expone cómo la práctica de lo que había aprendido de Shiva generó en el pez una mutación extraordinaria que le llevaría a transformarse en un ser humano. Por este motivo se le considera como el primer yogui de la historia y se le dio el nombre de Matsyendra, que algunos traducen como “el pez transformado en hombre”.
Aunque en otras versiones es Shiva el que convierte al pez en humano, las posturas de yoga y Matsyasana (la postura del Pez) en particular, tienen un efecto verdaderamente transformador y son capaces de convertir a cualquier persona en un ser humano supraconsciente.
La figura del pez ha sido en casi todas las culturas un símbolo de cambio y transformación, y no solo en Oriente, pues en Occidente ya era así considerado en la mitología greco-romana. Con la llegada del cristianismo, un dibujo de un pez, el denominado ichtus, se consolidó como el símbolo de fe y de transformación, entre otras cosas, y como evocación de las palabras de Cristo: Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres.
La leyenda del pez ha quedado en nuestra época como parte de la imaginación mitológica de los maestros que la escribieron, y como mucho se considera una narración hermosa que solamente quiere justificar el origen divino de esta disciplina ancestral llamada yoga.
La experiencia en cambio nos dice que detrás del planteamiento formal y metafórico de la leyenda existe un amplio y rico contenido lleno de múltiples posibilidades. Y ese contenido se centra no en la técnica para ejecutar la postura sino en cómo realizarla para conseguir su efecto transformador; es decir, qué requisitos o condiciones esenciales hay que cumplir para alcanzar sus verdaderos frutos.
Condiciones para un Matsyasana transformador
Los maestros se centran en tres requisitos fundamentales.
El primero consiste en ejecutar siempre el ásana como si fuese la primera vez que se hace, como si la viviéramos cada vez que la practicamos como una experiencia totalmente nueva. De la misma forma que en el budismo el pez es el símbolo de la felicidad y la libertad, en el yoga se realiza la postura con la mente abierta para ser conscientes en cada momento de todos y cada uno de nuestros músculos, de nuestras articulaciones y del estado de nuestros pensamientos y emociones. Siempre buscando la paz profunda que nos lleva a estados gozosos, aunque a nuestra mente le cueste mantener la postura.
De la misma forma que en deporte se consiguen las mejores metas cuando se dominas sus técnicas y de esa forma puedes ejecutarlas de forma automática, en yoga los logros se alcanzan cuando ejecutamos la postura con plena conciencia, con creatividad y con la autonomía que me permite un amplio conocimiento previo de la postura.
La segunda condición se alcanza cuando nos abrimos de forma sincera a nuestro interior. Somos luz, conciencia y amor, que es la fuerza más poderosa del Universo. El amor nos abre a la plenitud y a la Unidad. Recordemos que también en otras culturas, como la china, el pez también es el símbolo de unidad y del amor.
La tercera condición está también relacionada con otra antigua y muy olvidada cultura, la celta. Para ellos el pez representaba el conocimiento, la sabiduría, la inspiración y la capacidad de profecía. Cuando realizamos los diferentes ásanas, no solo el pez, adquirimos con la práctica unos conocimientos amplios y profundos que llamamos sabiduría. Recordemos que un ser iluminado es el que ya no tiene más capas de ignorancia.
Y para terminar solo nos queda recordar que hay que tener en cuenta algo muy importante. La postura consigue su efecto transformador y permite que se expanda nuestra conciencia de forma global cuando se cumplen los tres requisitos descritos de forma simultánea. En ese momento se produce un efecto armónico similar al que se genera cuando en música tres voces se unen como si fueran los diferentes tonos de un acorde y suenan simultáneamente constituyendo una unidad armónica. Cuando se practica Matsyasana, la vibración de nuestros chakras se une de la misma forma, cambiando las capas de oscuridad en voces luminosas que nos transforman en seres supraconscientes.
Pedro Mª López Pereda
En 2001 crea el centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. En 2014 es nombrado presidente de la Fundación Yoga y es el actual presidente de la Asociación Yoga Meditativo.
Es miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga desde 2002, donde ha participado en muchas de sus actividades y asistido a muchos de sus intensivos.
Maestro de Reiki desde 1997.
Centrado en el yoga adaptado y en el diseño inclusivo, ha participado como ponente en diversos congresos y en casi todas las Comunidades Autónomas españolas. Ha participado como ponente en diversos congresos de yoga.
Ha publicado: Diseñando un Ser Consciente (2001), Manual de instrucciones del Ser Humano (2006), El nacimiento del Yoga (2008), El origen de los ásanas (2009), Viyoga, la técnica que forjó a los seres libres (2010), Viaje hacia el Ser (2013), Cómo poner la mente en blanco (2014), Los planos del crecimiento espiritual (2015), ¿Y yo? ¿Estoy muerto? (2016), El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018).