Tuve la gran fortuna de conocer el verdadero yoga. Aprendí enseguida que el hatha-yoga no era ni mucho menos un culto al cuerpo, una gimnasia exótica o una calistenia, sino una ciencia psicosomática para poner el cuerpo al servicio de la transformación y la paz interior. Escribe Ramiro Calle.
Siempre me sentiré muy agradecido por haber conocido ese yoga genuino. Tenía la edad de quince años. Desde que me iniciara en esta milenaria disciplina mi buen amigo Rafael Masciarelli, comencé a hacerme con numerosos libros sobre el tema y descubrir los pilares de un sistema liberatorio que iba a marcar toda mi vida.
Al año comencé en Madrid a recibir clases de un mentor hindú de verdadero hatha-yoga, que se limitaba a enseñarnos los principales asanas y a que insistiéramos clase tras clase en ellos y los perfeccionáramos. Había pocos libros, pero que daban instrucciones precisas sobre los principios del auténtico hatha-yoga y ponían los asanas en su justo lugar, sin sobrestimarlos ni exagerarlos, y desde luego sin que fueran motivo para jactarse de lo flexible que uno era y de las alambicadas posturas que lograba hacer.
Aprendí enseguida que el hatha-yoga no era ni mucho menos un culto al cuerpo, una gimnasia exótica o una calistenia, sino una ciencia psicosomática para poner el cuerpo al servicio de la transformación y la paz interior.
Testimonios que ponen la voz de alarma
Los pilares del yoga que aprendí se resumían en lo siguiente: disciplina y técnica espiritual, método de autoconocimiento y autodesarrollo, ética genuina y discernimiento claro, desapego y humildad. Los procedimientos eran muy verificados y fiables y estaban al servicio de la evolución consciente y el mejoramiento humano; jamás se presumía de si uno hacía los asanas mejor o peor, y había que mantenerlos para obtener su completa eficacia, complementándolos con ejercicios de respiración, relajación y meditación, entre otras técnicas.
Lamentablemente los primeros mentores hindúes que llegaron a Estados Unidos (y nunca me cansaré de decirlo, a ver si el ministerio de yoga de la India toma nota alguna vez y asume la realidad) fueron los que iniciaron la adulteración del hatha-yoga solo para comercializarlo.
Ya Jung nos previno: «En la India, actualmente, el yoga es básicamente un negocio y ¡ay de nosotros cuando llegue a Europa!».
Sonu Shandasani declaró: «La proliferación de clases de yoga junto a cursos de aerobic, entrenamiento para perder peso, masajes y otras sectas del contemporáneo culto al cuerpo en los gimnasios y centros deportivos nos puede hacer olvidar fácilmente que el yoga es una antigua disciplina espiritual».
George Feurstein escribe: «Al tratar sobre el impulso espiritual, no debemos pasar por alto el triste hecho de que hoy en día los intereses espirituales están quedando sepultados bajo montañas crecientes de falsificaciones comerciales. En efecto, esto se ha convertido en un problema serio porque los buscadores espirituales primero deben aprender a reconocer la basura para poder descubrir las enseñanzas genuinas sobre la liberación».
Paul Dukes aseveraba: «La idea de que el yoga consiste primariamente en un sistema de ejercicios físicos, probablemente tiene su origen en el hecho de que siempre lo visible llama más fácilmente la atención. Por esto motivo, los asanas alcanzan una importancia exagerada que con frecuencia llega a ser malinterpretada, y la habilidad para realizar los ejercicios más complicados es considerada muchas veces, erróneamente por cierto, como un grado más alto de las enseñanzas yoga».
Con unas u otras palabras, grandes y muy serios especialistas –Masson Oursel, Jean Varenne, Mircea Eliade y tantos otros- se han expresado del en el mismo sentido.
La propuesta espiritual del yoga, más necesaria que nunca
Para hacer del yoga un inmenso negocio (con macrocentros de «yoga», clases de yoga deportivo sin el menor ropaje psicológico o espiritual y venta de artículos y chucherías «yóguicas» o afines), muchos se han olvidado, más que fácilmente, sí, de que es una antigua disciplina espiritual.
Toda mi vida, a pesar de que últimamente es como ir contracorriente (pero las modas de los pseudoyogas o «yogas» simplemente deportivos pasará), he tratado de apoyar en mis libros sobre el tema la auténtica disciplina yóguica, sin ningún tipo de concesiones, entregándome a ello en alma y habiendo demorado incluso tres años en haber podido acabar algunas de estas obras. En ellas queda más que patente la grandeza del yoga, ese legado insuperable que nos ha llegado y que con gratitud, y evitando distorsionarlo, deberíamos recibirlo para activar esa evolución consciente que tanto necesita la Humanidad, que se ha quedado estancada en una consciencia crepuscular y medio dormida pero que podría ensancharse, completarse y despertar.
Ramiro Calle
Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.
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