Fue una entrevista muy celebrada. Isabel es una mujer carísmática que sabe lo que quiere.Y lo que quiere es seguir volcada en el yoga. En su vida hay un antes y un después del descubrimiento del Kundalini yoga. «Es una escuela de vida: con yoga aprendemos a respirar, a hacer el amor, a estirarnos, a descansar en el trabajo, a dormir…». Entrevista Yoga en Red.
Su nombre espiritual es Hari Dev Kaur. Nació en 1957, tiene tres hijos. Fundó y codirige HappyYoga en Barcelona. Da clases cada día de Kundalini Yoga y Meditación, cursos de crecimiento personal y kinesiología. Forma profesores de Kundalini Yoga desde hace años. Antes -y durante mucho tiempo- fue directora creativa de una agencia de publicidad, y ganó premios nacionales e internacionales. Es estudiante de Un Curso de Milagros.
He leído en algún sitio que en un momento de tu vida decides dejar atrás tu presente al frente de una agencia de publicidad y cambiar de paradigma. ¿Qué le ocurre a uno para caerse del caballo y decidir dar un giro a su vida?
En mi caso y en el de mucha gente, nos caemos del caballo cayéndonos; es decir, por una crisis. Yo tuve la crisis de los 40. Desde los 16 años estaba en el mundo de la publicidad, me lo había pasado muy bien, había creído ser muy feliz (luego me di cuenta de que no lo era, que había estado muy distraída con muchos retos y satisfacciones para el ego). Pero llegó un momento que empecé a hacerme preguntas, y se juntó con una crisis de relación de pareja. Y entonces empecé a plantearme qué hacer; ya no me servían las cosas de antes para calmar mi ansiedad, mis ganas de llorar. Busqué y encontré. Pero fue porque estaba en un bache, un grueso bache.
El yoga siempre me había gustado, y surgió una de esas ‘casualidades’. Me encontré con una amiga, le dije que estaba fatal, y me empezó a ayudar. Era profesora de Kundalini yoga y me invitó a un curso que acaba de empezar. Fui y dije: ¡guau! Fue agua fresca, poesía, desbloqueo, vitalidad. Me encantó. Y empecé a practicar y practicar, y ella me mandó a su maestro, Hargobind (a quien mando un mensaje de mucho agradecimiento y amor). Me metí en las clases y lo entregaba todo, puro fuego, porque digamos que venía desde la desesperación.
El Kundalini yoga tiene eso tan directo, se trabaja con los chakras, los meridianos, la energía Kundalini. Y desde las primeras clases empecé a recordar la inocencia de cuando era niña, la esperanza que tenía en la vida, cuando pensaba que era algo lleno de magia y de oportunidades. Y me di cuenta de que no sabía amar, de que estaba hecha un desastre, y me dije: no quiero seguir así.
Al cabo de dos o tres meses fui a un retiro y en una de las meditaciones, cantando mantras, me dije a mí misma algo que no se me olvidará nunca: “Yo no quiero hacer otra cosa en la vida”. Y no me estaba refiriendo tanto a Kundalini en concreto como a tener ese tipo de elevación, de vida plena, libre. Miraba mi vida y todo lo que tenía que hacer cada día, los negocios, las reuniones, y pensé: no, no, nunca más. Llegó el lunes y le dije al consejero delegado: despídeme, por favor, te lo ruego. Estábamos en reconversión, la crisis de publicidad empezaba, y me contestó: bueno, vale. Tenía yo 40 años… Hace de ello 16 años. Y todo ha ido bien. Yo nunca he mirado atrás. Me decían: qué valiente. Y no, lo valiente hubiera sido quedarme donde estaba…
Tendrías otra cara hoy…
Seguramente; estaría toda con bótox, operada y deprimida, no, no. Vendí la casa, el coche, el móvil, reuní a mis hijos y les dije: se os ha acabado la buena vida. Y como llevaba tantos años corriendo a 150 kilómetros por hora, pues seguí, y en año estudié Kundalini yoga, medicina china, naturopatía, kinesiología.., y aún sentía culpa por perder el tiempo… Pero lo disfruté; busqué local para tener una escuela y anclar mi vida porque pensé que si no, me iría no se sabía dónde. Y en ese momento conocí a mis socias Fedora y Jessica y buscamos juntas local. Más tarde firmamos un pacto de amor que es la raíz de la escuela, en el que subrayamos que nos apoyamos incondicionalmente y no dejamos entrar al ego en nuestra relación.
¿Qué tiene el Kundalini yoga que la mayoría de la gente lo ama con pasión o lo rechaza?
Es que es así. En la escuela tenemos Hatha y Kundalini. Cuando viene alguien a la escuela y me pregunta qué diferencia hay entre ambos, digo que el Kundalini o gusta mucho o no gusta nada, tiene una manera muy particular de entrar y proponer; es un poco intrusivo, el profesor es como una estrella de rock que en la clase te toma la energía y te lleva, y te poner el mantra, y te sube, y te sacude…. Esto uno puede perfectamente no quererlo, y no me parece nada extraño.
Mi impresión es que a los que nos atrae el Kundalini solemos ser piratas, venimos de vidas difíciles, no sabemos meditar, nuestra mente está hecha un lío, tenemos adicciones. Entonces, si nos ponen a hacer Hatha, todos quietitos, nos cuesta mucho. En cambio, una clase de Kundalini es muévete, sube, baja, salta, calla, canta… no te da tiempo a aburrirte. Esa es la ciencia del Kundalini. Y mientras estás entre asana y asana, hay un breve momento de silencio y tú, que no sabes qué es la meditación y tu mente es un caos, meditas. Y eso empieza a generar en cada uno distintos movimientos…
También se puede dirigir una clase de Kundalini Yoga de manera sobria, más parecida a una de Hatha. Hay profesores que prefieren hacerlo así, y hay momentos en que intuyes que esa es la mejor vibración para el grupo, pero la forma que nos transmitió Yogui Bhajan es con un rol fuerte.
¿Y cómo se siente una profesora de Kundalini en clase?
El rol de un profesor de Kundalini yoga es muy particular; nos enseñan a ser profesores en el día y en la noche, es como un camino de vida. Y cuando estamos en la tarima, se nos enseña que no somos nada, que estamos canalizando una energía, y que nuestra aura está detonando y acompañando al aura del grupo, y tú como profesor aprendes a proyectar tu aura en ese grupo. En una clase de Kundalini yoga pasa como en un concierto: cuanta más gente, mejor; entre todos lo hacemos. El profesor se hace cargo de modular, pero él solo no haría nada si no tuviera a 300 o a 30 personas abiertas y entregadas, moviendo su energía para estar muy presentes. Te puede no gustar, pero si te gusta dices: ¡guau!
Y también hay gente que prefiere una clase de Kundalini a la semana y dos de Hatha. Yo recomiendo combinar estos dos yogas, que son muy complementarios. Hatha es el silencio, la paciencia, la sobriedad, la individualidad, y el Kundalini es el aura del grupo, la fuerza, la energía.
Eres una mujer que está en el mundo, muy activa y llena de capacidades. ¿Qué le dirías a quien te pregunte por qué hacer yoga?
Creo que el yoga, como es una tecnología tan amplia, tan holística, tiene muchísimas cosas que ofrecernos, casi a cada persona le puede ofrecer algo. Me gusta verlo como una escuela de vida: con yoga aprendemos a respirar, a hacer el amor, a estirarnos, a descansar en el trabajo, a dormir… ¡a todo! Yogui Bhajan decía una cosa muy bonita: “Qué suerte tienes que eres un adulto y vuelves a aprender”. Y es que aprendimos a vivir a los 13 o 14 años, y les dijimos a los padres: se acabó, yo ya lo sé todo. Y normalmente ahí empezamos a hacer chapuzas y llegamos hasta el final sin ni siquiera haber aprendido a respirar. Pero un yogui o una yoguini que tienen un buen linaje y maestros que les enseñan, se dan otra oportunidad.
Entonces, lo que hace el yoga por nosotros es despertarnos a la vida, enseñarnos a vivir en plenitud, a ser felices. Leí en un libro que hay dos maneras de andar el camino del yoga; una es como un camino de higiene personal, y la otra como un camino iniciático. Y las dos están muy bien.
En realidad, las palabras mayúsculas del yoga encaminan a la iniciación, al despertar de la conciencia. Pasamos de estar zombis, dormidos, apesadumbrados, compensando, solapando, viviendo como podemos, a despertar a la vida consciente, a iluminarnos. El ser humano que ha despertado es un ser humano normal, solo que hay un deleite de vivir que está por debajo de los avatares de la vida.Es una relación con Dios, entendiendo por Dios al amor perfecto, que no es humano pero que lo podemos experimentar.
Entonces, para mí, yoga no es ‘estar un poquito mejor’. Para eso me voy a ver una película bonita, o me voy a clase de yoga y cuando salgo estoy ‘un poquito mejor’. Pero tengo que volver a los dos días porque vuelvo a estar caída. La finalidad es que, a medida que vas practicando yoga, van encajando tus centros, tus cuerpos, y pasan cosas que te hacen despertar. Y ahí empieza una vida consciente, feliz, plena, responsable.
Ese despertar es un proceso gradual, no un click repentino, ¿no?
Todos hemos vivido experiencias de despertar, lo que pasa es que no las hemos interiorizado, memorizado, mantenido. Eso del click… yo creo que vas teniendo experiencias de esa plenitud, aunque no estás preparado y no las puedes sostener. Y esas experiencias son plenas. Y luego, entre una experiencia y la otra, está bien que aprendamos en escuelas, linajes, libros, caminos, para ir construyendo un nuevo sistema nervioso capaz de gestionar toda esa luz.
Eso es muy importante porque una cosa es tu consciencia y otra tu sistema nervioso. Hasta que éste se hace cómplice de aquélla hace falta un proceso y un tiempo. Pero no estás perdido durante ese tiempo; cuando entras en un sistema solvente y potente como es el yoga, tú ya vas teniendo insides, experiencias de plenitud de verdad, que no son para menoscabarlas. No esperes que se abra un tercer ojo ni que el despertar sea solo para el Buda. Es para ti, y ya te está pasando.
Y todo ello en la vida real, no hace falta retirarse del mundo…
No, la vida real es fantástica para eso, es un gimnasio a medida. Pero uno tiene que saber qué hacer, porque si no puede ser muy frustrante. Me gustaría que todos tuviéramos la oportunidad de conocer libros, maestros, caminos, escuelas que nos ayuden a hacer este proceso lo más rápido posible, para que no nos frustremos. Porque si no, podemos seguir con nuestras cervecitas, con los amigos que nos dan la razón y las películas para quedarnos dormidos sin tener que entrar en nuestros infiernos; con eso ya nos compensamos y podemos llegar hasta el final así, medio bien, medio mal.
Pero si cuando abrimos los ojos , decimos: ‘No yo no quiero esta mediocridad en mi mente, yo quiero sacarle el máximo jugo a mi vida, honrarla’, mejor que nos echen una manita, mirar qué camino nos viene bien, cuál nos resuena, cuál nos gusta, y ponernos serios y seguirlo más allá de las primeras resistencias, siempre más adelante.
Eso es lo que recomienda la disciplina del yoga, cuando crees que no te sirve, sigue; cuando te irías corriendo, sigue. Eso es lo que aprendemos en la esterilla, a seguir más allá de lo que al ego le gustaría. Creo que tenemos mucha suerte, que estamos de rebajas con el yoga y todo se nos va a poner bien, y debemos agradecerlo en buena parte a todos los que trajeron yoga a Occidente, por lo bien que lo hicieron.
Esta entrevista con Isabel Solana fue publicada el 14 de noviembre de 2013, y ha sido una de las entrevistas más vistas de la historia de YogaenRed.