Muchas personas que aspiran a dedicarse a la enseñanza del yoga se sienten inseguras porque no pueden realizar algunos ásanas sin los apoyos necesarios. ¿Tan relevante es hacer un Hanumanasana perfecto o tocar el suelo con la cabeza en Kurmasana? Escribe Escuela de Yoga Integral Mahashakti.
¿Se puede ser profesor/a de yoga sin tener un cuerpo especialmente flexible? Ésta es la pregunta que nos formulan muchos alumnos y alumnas. Observamos que muchas de las personas que pasan por nuestra Escuela tienen un interés genuino por el yoga: no faltan a su sadhana diaria, cultivan los yamas y los niyamas, están comprometidos con la meditación, creen verdaderamente en la evolución del ser humano, etc. Sin embargo, se sienten inseguros a la hora de proclamarse profesores y profesoras de Yoga Integral porque no pueden realizar todas los ásanas que proponemos sin los apoyos necesarios.
Para muchos, el hecho de utilizar tacos o cintas es poco menos que vergonzante, aunque les hayamos dicho que, en ocasiones, son indispensables para avanzar.
Es cierto que algunos alumnos tienen que seguir mejorando la flexibilidad de su cadena posterior, el rango de movimiento de sus hombros, la apertura de sus caderas o la fuerza de sus brazos. En el fondo, cualquiera de nosotros tenemos aspectos que pulir, independientemente de los años que llevemos practicando. Cada cuerpo es un mundo y responde de una manera diferente a las posturas. Sin embargo, ¿tan relevante es hacer un Hanumanasana perfecto?, ¿completar seis respiraciones en Chakrasana sin pestañear?, ¿tocar el suelo con la cabeza en Kurmasana? ¿Es todo eso de vital importancia para ser buen/a profesor/a?
Nuestra experiencia nos dice que, cuando aparecen estos miedos e inseguridades, es porque, en realidad, no se ha comprendido la profundidad del Yoga, ni se ha reflexionado en serio sobre nuestra profesión. Pensar que alguien más flexible, más fuerte, con un cuerpo diseñado para el movimiento, será mejor instructor que alguien con capacidades físicas más modestas, es igualar nuestro trabajo al de cualquier otro profesional del fitness o el deporte. Y no pretendemos infravalorarlos en absoluto, al contrario; el ejercicio físico es estupendo y necesario, pero no es el objetivo del Yoga Integral.
Las implicaciones de lo «integral»
La palabra “integral” tiene varias implicaciones que queremos explicar. Por un lado, se refiere a la conjunción de las cinco ramas del Yoga que Sri Aurobindo promulgó: Hatha, Raja, Jnana, Karma y Bhakti son igualmente necesarias para nuestro camino espiritual. Se complementan, se enriquecen, y se abren a las múltiples sensibilidades individuales. Hay yoguis integrales que tienen una naturaleza más devocional; otros se sienten más atraídos hacia el discernimiento, la lectura y la razón; hay quienes cultivan en mayor medida un componente físico en su sadhana, pero todos procuran cuidar las cinco ramas mencionadas. Por tanto, de nuestras Formaciones saldrán profesoras y profesores con diferentes cualidades, inquietudes, fortalezas y retos. Las personas con facilidad para la meditación o el karma yoga quizás tengan que seguir mejorando en el plano físico, y aquellas físicamente más preparadas probablemente tendrán que superar obstáculos a otros niveles. Todos tenemos un camino por recorrer.
Por otra parte, el término “integral” hace alusión a la necesidad de ser íntegros, como seres humanos. Y esto no es algo tan abstracto como pudiera parecer. Una profesora de Yoga Integral será íntegra cuando haya reconocido sus diferentes cuerpos o planos (físico, mental y espiritual); será íntegra cuando haya visto sus dificultades de cerca y no se haya amedrentado; cuando haya escuchado la voz de su propio corazón y se haya atrevido a darle forma, en el mundo exterior, ejerciendo una profesión tan necesaria en nuestros tiempos. Un profesor será íntegro cuando haya llevado la mirada más allá de su propio ego, de sus propias necesidades insatisfechas, y se haya comprometido internamente con sus hermanos y, en consecuencia, con la evolución de la Tierra.
Ser profesor de Yoga Integral es, por tanto, algo mucho más hondo, más amplio, más serio, que llegar a tocarse la punta de los pies en Paschimottanasana. Tener esta perspectiva puede ayudarnos a situar cada cosa en su lugar, y a no darle tanta importancia a nuestras limitaciones físicas. Os invitamos, por tanto, a que, cuando os entre la duda de si seréis buenos profesionales de esto, os formuléis otra clase de preguntas como: ¿en qué medida el Yoga está impregnando mi vida, más allá de la esterilla?, ¿me estoy nutriendo de alimentos, lecturas, entornos y personas saludables, que me impulsan a avanzar?, ¿estoy meditando todos los días?, ¿hasta qué punto estoy decidido a cambiar viejos patrones de conducta?, ¿estoy dispuesto a perdonar?, ¿realizo algunas funciones y tareas de forma desinteresada?, ¿me paro a escuchar la voz de mi alma? Confiamos en que estas cuestiones os lleven mucho más lejos y profundo.
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