A finales del siglo XIX y principios del sigo XX aparecieron, llegados de la India, los primeros mentores del Yoga como Swami Vivekananda, discípulo de Ramakrishna y Paramhansa Yogananda. Como profetas de su amada India, devolvieron a Occidente un legado espiritual que había sido deformado por la religión: la ciencia espiritual de la unión del hombre con Dios. Escribe Javier Guerrero.
Cristo fue torturado y crucificado por afirmar que era uno con su padre. Su “delito” fue ese. Cuando Pilato preguntó a los fariseos que había hecho este hombre para ser condenado, todos señalaban con el dedo hacia Jesús: ¡blasfemo!, ¡lo condenamos por injuria! Jesús fue el ejemplo vivo de la verdad; él no abusó de su verdad, ni la utilizó para escapar y manipular a nadie; él había sido transformado por esa Verdad, por lo tanto él era la verdad encarnada. Así pues, aceptó su condena, porque era incapaz de huir de lo que era y de su profundo vinculo con Dios.
A finales del siglo XIX y principios del sigo XX, aparecieron llegados de la India los primeros mentores del Yoga como Swami Vivekananda, discípulo de Ramakrishna y Paramhansa Yogananda. Como profetas de su amada India, devolvieron a Occidente un legado espiritual que había sido deformado por la religión: la ciencia espiritual de la unión del hombre con Dios. Jesús fue el yogui más grande de todos los tiempos. Su prioridad fue dejar evidencia de la supremacía del Espíritu que habita en todos los seres; no trajo un dogma ni una fe ciega, su enseñanza era eminentemente práctica como lo es la ciencia del Yoga traído de India. Jesús era un hombre de carne y hueso, pero su consciencia, es decir el Cristo, era un misterio para las gentes que lo escucharon hablar por primera vez en el sermón de la montaña sobre el amor y la compasión, en un mundo por aquel entonces desolado y atacado por la enfermedad y el sufrimiento.
El Yoga de la unión con Dios
El Yoga actualmente sigue siendo injuriado y degradado desde muchos puntos de vista. La primera visión errada es su profundo significado. Como he mencionado antes, el Yoga vino de la India: sin embargo Jesús hace dos mil años lo llamó “Mi padre y yo somos uno”, algo más largo claro está, pero las dos significan exactamente lo mismo. Vivir en voga significa recordar continuamente cual es mi verdadera naturaleza; ¿quién soy?, ¿es mi realidad física y mental lo que soy? Un análisis adecuado de estas cuestiones existenciales nos lleva poco a poco a sentir realidades más profundas en nuestro interior y a un esclarecimiento de nuestra ignorancia acerca de quiénes somos.
La segunda visión errada es pensar que el Yoga es un conjunto de ejercicios o de asanas. Desde la llegada de los primeros hatha yoguis que influenciaron nuestra comprensión del yoga, como fue Krishnamacharya, se creó una adaptación del Yoga clásico para las mentes inquietas, incapaces de sentarse a meditar por largos periodos y profundizar en la práctica del Yoga. A esta disciplina se la denomina Hatha Yoga, la ciencia psicofísica que nos ayuda a lograr esta unión por medio de la purificación del cuerpo físico, y el control de la respiración.
El hatha yogui utiliza su cuerpo como herramienta principal para conocer quién es. El sabio Patanjali lo expone de manera magistral en sus Yoga sutras. En la escalera del Ashtanga yoga o 8 estadios que nos conducen a la iluminación, Patanjali, describe la necesidad de llevar una vida ética conforme a lo que él llamo Yamas y Niyamas, como una base necesaria para ascender hacia realidades más trascendentales. También apuntó, que la postura o asana de meditación, o cualquier otra postura con la espalda erguida que nos resultase cómoda, era el puente de unión hacia el mundo interno de la mente, y que si el cuerpo no aprendía a relajarse y quedarse en quietud, era imposible conectar con las dimensiones psíquicas y espirituales.
Ahora, lejos de esta verdad que encarna la ciencia de Patanjali, el hatha yoga se ha convertido en un puente para unirnos a nuestra vanidad, y como parte de un entrenamiento puramente físico, donde nuestra principal motivación es ser flexibles y realizar ciertas acrobacias.
Recuperar nuestra herencia espiritual
El Yoga debe transformar nuestra vida interior, ya que lo externo no es sino un reflejo de lo que está dentro. El yoga físico trata de afectar a la mente a través del control del cuerpo físico, pero en última instancia quiere purificarla. Actualmente podemos comprobar cómo la mente y la satisfacción de los sentidos están tomando el completo control de nuestras vidas, y ahora, con el poder tecnológico, la humanidad está cayendo en un profundo abismo y letargo espiritual.
Por eso ahora nos urge de inmediato volver a recuperar nuestra herencia, aquella que dejaron Jesús, Buda, Mahoma, Krishna y todos los grandes seres que los siguieron y encarnaron sus verdades. El Yoga nos ofrece el método científico de llevarnos hacia una vida espiritual práctica, lejos de las creencias y los dogmas, donde el ser humano pueda experimentar por si mismo que las verdades proclamadas son realidades y no meras palabras lanzadas al vacío.
Aquellos que encarnen estas verdades serán merecedores del reino de los cielos. ¿Dónde? En nuestra alma. ¿Cómo? A través del entrenamiento de la unión del alma con Dios. Los métodos son diversos, pero el más importante es la meditación. Sin la meditación no puede haber Yoga. Meditar es un arte, y como todo arte, requiere práctica. Meditar es aprender a serenar las embravecidas mareas del pensamiento y descubrir el vasto océano que nos habita. Ese océano es la misma paz, pero una paz indescriptible que no es perturbada ni extinguida por nada exterior. El alma es vasta, pero se confunde a sí misma encerrada en un pequeño cuerpo carnal. La meditación culmina en la dicha trascendental, y esa sólo puede ser experimentada por uno mismo. Hablar y hablar sobre la meditación y no ponerla en práctica es algo así como hablarle a alguien del sabor de una naranja. Puedes describir el color, la textura, el olor, el dulzor con muchas palabras, pero no puedes transmitir la experiencia de lo que es comer una naranja.
Javier Guerrero es profesor y formador de profesores de la Escuela Yoga Jiva Daya de Marbella.