Desde niño tuve la necesidad imperiosa e irrefrenable de experimentar esa vivencia tan enriquecedora y reveladora que es la serenidad, sabiendo, como dicen las antiguas enseñanzas espirituales de Oriente, que «no hay nada que pague un instante de paz» y que es en la quietud profunda cuando uno puede escuchar la voz de su yo más íntimo y honesto. Escribe Ramiro Calle.
Desde mi profunda inquietud y mi desconsuelo existencial, comencé a indagar en métodos milenarios, como el yoga, que pudieran aportarme claves y técnicas para poder tener aunque solo fueran fugaces vislumbres de paz interior, más allá de una mente extraviada en todo tipo de interrogantes y un verdadero amasijo de opiniones metafísicas.
Por esa razón viajé en tantas ocasiones por los distintos países de Oriente, poniéndome a los pies de todo tipo de mentores espirituales para poder obtener enseñanzas que me permitieran encontrar en mí mismo la anhelada quietud, que sin duda es el bien más preciado, pues sin serenidad no hay nada ni nada en realidad puede disfrutarse.
Empecé por ello a poner en práctica las más distintas técnicas del yoga, desde los asanas y el pranayama, a la relajación profunda y la meditación.
Por un lado trataba de calmar mi caotizada mente, por otro desarrollar un discernimiento claro que me facilitase la aceptación consciente de lo inevitable, y por otro, seguir las sendas hacia ese lado de uno mismo, más allá del pensamiento y por tanto del apego y la aversión, que es como un una confortadora mansión de silencio donde uno logra reconfortarse y encontrar respuestas en un elocuente espacio sin conceptos ni palabras.
Ramiro Calle
Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.
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