Las más grandes mentes realizadas han sido díscolas, rebeldes, independientes, libres, heréticas y lúcidas. No han sido acomodaticias, no se han rendido a la estrechez de miras, el dogmatismo, la ortodoxia acartonada, el instinto borreguil o la constricción de las creencias o las convenciones. Escribe Ramiro Calle.
Se han resistido a la ortodoxia religiosa ni a la falsa moralidad, a las instituciones hipócritas y a las normas huecas que pretenden uniformar al individuo. Grandes rebeldes fueron Lao Tsé, Buda, Pitágoras, Jesús y tantos otros que no se dejaron absorber ni amilanar por lo instituido ni lo convencional, y trataron a toda costa de mantener su libertad interior.
Aquellos que no se dejan contaminar ni esclavizar por las normas sociales ni son meros imitadores o copistas, son conocidos en la India como «charvakras», es decir los que pueden mantenerse en su propio ser o centro, manteniendo su mentalidad de librepensadores y cultivando en todo momento su libertad interior, con la certeza de que el poder es putrescible, que ningún ser humano es superior a otro y que lo único que distingue a una persona de otra es la nobleza de su corazón.
Muchos charvakaras, a lo largo de la historia, han cortado sus lazos familiares y sociales para convertirse en «vagabundos del Dharma» o separarse, hasta donde sea posible, de la sociedad y no pagarle así ningún diezmo; otros se han mantenido en la vida social pero con la mente en otro estado de consciencia, logrando, como el loto impoluto , no ser mancillados por el fango de la sociedad.
En la India, unos se dedicaron a vagar de aquí para allá, como nómadas que no se dejan mediatizar por tradiciones, cultos, creencias estereotipadas o vínculos sentimentales; otros se retiraron a los bosques, junglas o montañas; otros han llevado una vida en apariencia ordinaria, pero conectados con su esencia y ajenos a éxitos y fracasos sociales, ganancias o pérdidas.
El charvakra sigue su senda y se convierte a sí mismo en su último maestro. Celebra la vida, pero a nada se aferra y con nada se obsesiona. Aprende a ser de todos pero de nadie en demasía. Aspira a establecerse en una dimensión superior de la consciencia; está sin estar, sabe tomar y sabe dejar, muere cada día para cada día nacer. La gran mayoría de los charvakras no se han dado a conocer; otros no han podido mantener su anonimato e incluso han tomado como discípulos a algunos verdaderos buscadores de lo Absoluto.
La senda sin senda
A lo largo de la historia muchos de ellos han tenido que sufrir persecución o incluso destierro, cárcel o muerte. No son religiosos; son místicos. No se apegan a ningún culto. Muchos han renunciado a tener hijos y «apoyar el mundo». Aún los que forman un núcleo familiar no se dejan condicionar por ello y no pierden la sólida aspiración de seguir la senda interior, esa senda sin senda que es la verdadera Senda. No valoran ningún tipo de fuerza que no sea la fuerza interior. Son ajenos a los juicios, prejuicios y opiniones de los demás. Saben que nada roba tanta energía ni tanto debilita como el apego y aprenden a estar en el mundo sin ser del mundo.
Las mentes estrechas y los ortodoxos les sienten siempre como una amenaza, porque tienen miedo a su ausencia de convencionalismos y porque saben que la mente de un místico no puede ser sobornada ni encadenada. El charvakra le da la bienvenida a lo que transforma y eleva la consciencia; la espalda a lo que la estanca y embota.
En todo verdadero buscador espiritual palpita un charvakra. No se contenta con lo aparente y busca lo Real. No cree en los subvalores de la sociedad y busca valores nacidos de la lucidez de su mente y la ternura de su corazón. Tratan de desarrollar en sí mismos la simiente de la sabiduria y de la compasión.
En la India los charvakras se han manifestado como los sadhus, los bauls, los sannyasins, los eremitas y los ascetas errantes.
Ramiro Calle
Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.
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