El síndrome de la titulitis ha llegado también al ámbito del yoga. Diplomas títulos, certificados… Todo ello en lugar de trabajar sobre uno mismo intensamente, como en un laboratorio viviente, y poder experimentar a fondo las técnicas del yoga. Escribe Ramiro Calle.
Hace ya un buen número de años me llamaron del INEF para impartirles a los estudiantes tres días de técnicas de yoga. Ahora resulta, y es esperpéntico, que el INEF da certificados o diplomas de yoga como si el yoga fuera un ejercicio físico, una gimnasia o un deporte.
Y es que el síndrome de la titulitis ha llegado también al ámbito del yoga. Diplomas títulos, certificados… Todo ello en lugar experimentar a fondo las técnicas del yoga, sin dejar nunca de lado el pranayama, al que muchas escuelas no prestan la menor atención, si bien los pranavadins insistían en que «no hay yoga sin pranayama».
¿De qué sirve conocer todos los mecanismos del aparato respiratorio si uno no se adiestra en el pranayama? ¿Qué reporta saber mucho de psicología profunda si uno no se entrena en la meditación? ¿Y conocerse al dedillo la influencia de los asanas o de la relajación profunda si uno no practica? Es como leer el prospecto del medicamento y no ingerirlo.
En esta época del envanecimiento, donde lo que prima es jactarse y alardear, la gente quiere acumular títulos, certificados, diplomas… ¡Como si todo ello constelase el grado de evolución consciente de la persona o su nivel de autodesarrollo y capacidad para enseñar honestamente a los demás! Así sucede que se viene efectuando el más impúdico de los negocios desde hace años con las formaciones de profesores, explotando el afán por obtener un «papelito» que demuestre que la persona está capacitada para dar clases. Pero la pregunta básica es: ¿y quién garantiza que los que imparten esos cursos están capacitados para hacerlo y pueden mirar por encima del hombro a los demás y así realimentar su neurótico narcisismo?
Todo ello al margen de si las sumas recogidas en esos cursos son legalmente declaradas. Y, por supuesto, está el tema de aquellos que quieren ansiosamente monopolizar la formación de profesores por dos razones básicas (ninguna de ellas altruista): afirmar su ego-rascacielos y llenar sus arcas, por mucho que se desgañiten diciendo que lo hacen por difundir las santas enseñanzas en aras de la Humanidad.
Ramana Maharshi insistó hasta la saciedad: «El maestro habita dentro de ti!». Ni Matyendranath, ni Goraksana, ni Shankaracharya, ni Tilopa o Naropa, ni Ramana Maharshi o Ramakrishna, ni Aurobindo o tantos otros necesitaron ampararse en certificados, porque el más noble y sabio certificado eran ellos mismos.
Ramiro Calle
Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.
Mira la página de Facebook de Ramiro Calle:
https://www.facebook.com/pages/Ramiro-ACalle/118531418198874