Entrevista con Gopala: “Enseñaría yoga en el Congreso de los Diputados”

2018-01-25

¿Se puede ser discípulo directo de Swami Vishnudevananda, profesor de yoga y gerente del Consejo General del Poder Judicial? Sí, se puede. Hablamos de Gopala, quién si no. Y él nos cuenta, por fin, de dónde le vino la osadía de impartir cursos de yoga entre los jueces y magistrados. Es una entrevista YogaenRed.

Gopala en DIY

Foto YogaenRed®

Puede que sea uno de los yoguis más conocidos del país, por su incansable deseo de compartir, porque no falta a ningún encuentro yóquico plural que se celebre en cualquier punto de España en nombre de la Escuela Sivananda, y, desde luego, por su perfil abierto y multifacético.

Profesor carismático de los Centros Sivananda, fue discípulo directo de Swami Vishnudevananda desde 1975; licenciado en Derecho, más tarde letrado del Tribunal de Cuentas y actualmente gerente del Consejo General del Poder; y, más recientemente, autor del poemario La noche lo merece y admirador de los poetas místicos como Rumi o Kabir en su canto a la luz deslumbrante y silenciosa de la Vida.

¿Quién es realmente José María Márquez Gopala?
Me zambullo en la piscina: Gopala es básicamente un buscador y quizás también un pequeño encontrador. No tal vez de aquello definitivo que anhelamos los buscadores, ese encuentro con la divinidad que todos llevamos dentro. Pero en la torpeza natural que me ha acompañado siempre como ser humano, he encontrado un punto de equilibrio, un pequeño centro en el que se combinan un trabajo profesional en el servicio público como gerente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) con el yoga, que me ha acompañado siempre.

En el año 74-75 conocí a Swami Vishnudevananda, y me hizo enamorarme de la condición de buscador, de ese sadhaka que creo que debemos tener todos los yoguis. Luego, cuando acabé mis estudios de Derecho, me encontré con dos trayectorias: una como jurista, y otra en la práctica del yoga. Un día me animé a tratar de incorporar la experiencia del yoga en el mundo profesional, en algunos despachos de abogados y entre los jueces y magistrados, de lo cual ha surgido un proyecto muy bonito…

Pero, además, de la meditación y del silencio ha nacido el compartir de la poesía. No es que medite para hacer poesía, sino que la poesía se crea desde mi visión de buscador.

Has logrado algo bastante asombroso, y es que en tu trabajo en el Consejo General del Poder Judicial no solo se respete tu compromiso con el yoga, sino que encima has conseguido que jueces y magistrados se apunten a tus cursos y talleres de yoga.
Yo siempre he creído que los grandes maestros, cuando los tratas, ven dentro de ti. Estoy seguro de que Swami Vishnudevananda vio en mí y me insufló un sueño, que yo no supe al principio entender. Yo entonces, con 18 o 19 años, estaba estudiando Derecho y Swami me dijo: “Tú enseñarás yoga a los abogados (en sentido amplio, juristas)”. Aquello me sonó muy lunático. Con el tiempo empecé a trabajar en el Tribunal de Cuentas y también a enseñar yoga en la escuela Sivananda, que fue un aprendizaje precioso. Veinte años más tarde, apareció en mí esa frase de mi maestro como si fuera un anuncio luminoso. Y entonces lo entendí: tenía que dar un salto y no solo compartir el yoga en los centros Sivananda sino también en el plano profesional.

Así empecé a crear el protocolo para enseñar yoga a personas que estaban en mis entornos profesionales. Como todo, al principio fue una carambola: un amigo me invito a dar unas clases de contratación pública en un máster de administradores en recursos humanos, pero yo le pedí a cambio que me dejara dos horas para enseñarles a respirar. Yo sabía que tenía a Swami Vishnudevananda apoyándome aunque ya hubiera transitado a otras vidas. Y se hizo, y salió tan bien que me volvieron a llamar.

¿Cómo es el formato de los cursos?
Siempre los hago sirviéndonos de la silla, nunca tumbados. Todas esas clases las imparto con chaqueta y corbata, porque se trata de incorporar esa práctica en la jornada laboral. Creé un protocolo que, como explico siempre, está inspirado en lo que aprendí de Swami Vishnudevanda si bien adaptado a la posición de sentados en una silla o de pie.

¿Cómo te atreviste a crear los cursos de yoga directamente para los jueces?
Creo que lo que caracteriza a un yogui es que un día pierde el miedo y comienza una etapa osada de su vida en la que se atreve a realizar los desafíos en los que cree. Así que pensé en impartir los cursos de técnicas de yoga para afrontar el estrés en la Escuela Judicial, un órgano también del CGPJ donde yo tenía evidentemente fácil acceso. En esa institución es donde se preparan los jueces en prácticas que han aprobado su oposición, se les forma en temas jurídicos y en temas más sociales.

Los jueces, excelentes trabajadores, son proclives a la fatiga intelectual porque su labor es muy exigente mentalmente, ya que se pasan la vida resolviendo conflictos entre personas. Por eso necesitan herramientas para resistir. Y esa fue mi propuesta en módulo de prueba en la Escuela Judicial… Sabía que Swami Vishnudevananda me iba a estar soplando en todos los talleres. ¿Y qué pasó? Que se llenó la clase.

Poco a poco estos cursos fueron creciendo hasta el punto de que se incorporaron como una parte del proyecto obligatorio que tienen los jueces cuando entran en la Escuela Judicial: la utilización del yoga como técnica para controlar tus propios niveles de estrés es ya una asignatura en formato taller de ocho horas de docencia. Yo doy las clases a todas las promociones, y llevamos ya unos seis años haciéndolo. Esto significa que los jueces son la única carrera profesional en España que en su programa obligatorio de formación tienen yoga y meditación, silencio, concentración, ásanas.

Y has seguido extendiendo los cursos…
Sí, otro formato es en la formación continua de los jueces, magistrados y magistrados del Tribunal Supremo, las tres categorías en la carrera judicial. Se les ofrece la posibilidad de hacer estos talleres en diversos módulos, que van desde 4 a 9 horas de trabajo. Ya no tengo que “vender producto” sino que simplemente los especialistas de formación me agendan los cursos, por donde han pasado unos 1.700 jueces, magistrados y magistrados del Tribunal Supremo, de los 5.500 que hay en España.

¿Qué es lo que más les gusta o más beneficia a estos jueces y magistrados?
Primero, desconectar. El juez es una persona que tiene un trabajo muy mental, muy intelectual, pues pasa diez horas diarias resolviendo conflictos. L­o primero que les pido es que cierren los ojos y respiren conscientemente (lo cual he de decir que no es fácil para personas que no están acostumbradas a este tipo de acciones), sentados en la silla, espalda recta, pies juntos, para lograr un primer nivel de consciencia corporal. Así les induzco una experiencia de relajación, pero sin explicarles el proceso teórico. Luego entramos en una pequeña dinámica de grupo para identificar el estrés en cada uno, pero más como un juego de palabras que como un análisis, y seguimos con una secuencia corporal como ásanas de flexión, de extensión, rotación, inclinación, tracción… todo en silla. Trabajamos con ojos, cuello, hombros, escápulas… Como son personas que están tan acostumbradas solo al trabajo intelectual, has de llevarles a otro espacio más lúdico, casi de juego, para que puedan desconectar. Y lo hacen muy bien, pierden el miedo a dejar el intelecto al margen, les gusta, les haces jugar y sonreír.

La segunda parte de estos talleres son ejercicios clásicos de visualización para mejorar la concentración. Así poco a poco les voy introduciendo en el mundo de la meditación. No es que hagamos una práctica de meditación como tal, sino que ellos entran en esta experiencia de una manera indirecta, a través de la visualización y del silencio; les dejo muchos minutos en silencio… Con la meditación hay que ser cuidadoso porque todavía hay personas que asocian la meditación con una práctica religiosa.

La tercera parte de los curos son ejercicios de respiración ya más específicamente, aunque ya han trabajado durante las cuatro horas anteriores. Vemos la respiración consciente, la utilización de las dos fosas nasales, la retención…

Se puede decir que has sido pionero llevando las técnicas del mindfulness al mundo de la judicatura…
La verdad es que no me siento pionero de nada. Ser pionero en yoga, una técnica milenaria, es un absurdo. Soy un yogui que con la inspiración de Swami Vishnudevananda ha coloreado una parte del yoga para ofrecerla en un entorno de forma comprensible.

¿Hacéis retiros de yoga para jueces?
Bueno, va habiendo unas primeras aproximaciones. Como en cualquier entorno profesional, es muy habitual dedicar dos o tres días “retirados” con temas profesionales, conferencias, charlas, talleres.. Hace ya unos diez años empezaron a invitarme los jueces y magistrados a este tipo de encuentros, pero últimamente en Andalucía dedicaron dos días solo a esta actividad de yoga, y fue muy bonito porque tuvimos mucho tiempo para experimentar y que ellos pudieran sumergirse más en las prácticas de respiración, los ásanas… Y siempre con la técnica de la silla…

¿Por qué siempre la silla?
El valor especial de este trabajo es que la silla sea el elemento central de todas las prácticas, y por eso ha calado tanto en el mundo jurídico. Hace la práctica muy sencilla y muy eficaz. Creo que el papel fundamental de estos talleres es que personas que están sometidas a una labor maravillosa para la sociedad y muy exigente tengan la posibilidad de resolver sus conflictos por medio del silencio.

¿Tú se lo recomendarías a los políticos, para hacerlo por ejemplo en el Congreso de los Diputados?
Desde luego que se lo recomendaría, y el día que me invitaran en el Congreso de los Diputados a hacer estos talleres, lo haría encantado. Pero, bueno, aunque soy yogui e intento hacer que el tiempo sea elástico, no me da para mucho más que no sea hacer poesía y seguir compartiendo yoga en el Centro Sivananda. Porque más que enseñar es compartir; los yoguis seguimos siendo estudiantes de yoga toda la vida, por muy profesor que seas tienes que seguir practicando yoga para poder llegar y despertar los corazones que están oprimidos.