«Una obra imprescindible no solo para los amantes y estudiosos del pensamiento y la espiritualidad de la India sino también para los miles de formadores, profesores y practicantes de yoga hispanohablantes que por primera vez tienen la ocasión de aprender a pronunciar y emplear bien la preciosa y riquísima terminología de esta disciplina». Escribe esta reseña Javier Ruiz Calderón.
Reseña de Laia Villegas y Òscar Pujol, 2017, Diccionario del yoga. Historia, práctica, filosofía y mantras, Barcelona, Herder, 300 págs.
De nuevo, tras la publicación del enciclopédico La tradición del yoga de Feuerstein y en espera de la aparición del Diccionario Sánscrito – Español de Òscar Pujol, la editorial Herder nos ofrece una obra imprescindible no solo para los amantes y estudiosos del pensamiento y la espiritualidad de la India sino también para los miles de formadores, profesores y practicantes de yoga hispanohablantes que por primera vez tienen la ocasión de aprender a pronunciar y emplear bien la preciosa y riquísima terminología de esta disciplina.
Ya había algo parecido en el mercado hispanohablante: la obra de Nicolai Bachman titulada El lenguaje del yoga (Madrid, Edaf, 2012). Aunque era un buen libro y también incluía ejemplos sonoros en dos CDs, tenía menos de la mitad de extensión y contenido que el que nos ocupa, solo incluía el vocabulario de una escuela particular de yoga —el autodenominado equívocamente aṣṭāṅga yoga—, quizá no estaba muy bien traducido del inglés —ya el título es incorrecto: The Language of Yoga no es «el lenguaje» sino «la lengua del yoga»— y no ponía los géneros de las palabras, con lo que el lector seguía sin saber si āsana, mudrā, etc. son términos masculinos o femeninos.
Bastaría con ver quiénes son los autores del Diccionario para estar seguros de la calidad del libro sin necesidad de abrirlo. La autora principal, Laia Villegas, que ha estudiado filosofía india y sánscrito en la India, autora de varias publicaciones y traducciones importantes de textos relacionados con el yoga tanto en catalán como en castellano y profesora experta de todas esta materias, ha recibido en este caso la ayuda de Òscar Pujol, uno de nuestros mayores especialistas en sánscrito y pensamiento indio, cuya extensa e importante bibliografía incluye una traducción directa de los Yogasūtras que es su principal aportación a este Diccionario.
Desde el punto de vista puramente material —y como siempre en Herder— les ha salido un libro bonito, agradable de manejar y de leer, con una tipografía cómoda, en parte de color azul, amenizada con abundantes ilustraciones en esa misma gama de color, a juego todo con la portada en la que aparece una yóguini meditando sobre un fondo en el que se ven las siluetas del Himalaya… y de Barcelona.
Abramos el libro y empecemos a hojearlo. Al útil «prefacio» (quizá hubiera sido mejor llamarlo «prólogo») y los consabidos agradecimientos, sigue una clara exposición de las normas de transliteración, pronunciación y citación del sánscrito que se emplean en la obra, imprescindible para poder utilizarla bien. La mayor parte de ellas son las que se usan normalmente en los medios académicos, y, aunque hay algunas cuya pertinencia o corrección parece discutible[1], en conjunto no creo haber visto este asunto expuesto tan claramente en ningún otro libro en castellano.
La primera parte, «Breve historia del yoga» (pp. 21-60), distingue los distintos sentidos del término yoga y expone la historia de esa tradición desde sus orígenes védicos hasta el yoga postural moderno. Tampoco conozco ninguna exposición tan clara y competente en castellano de este tema. Inevitablemente, hay detallitos discutibles —como, por ejemplo, la afirmación de que Śrī Aurobindo habría influido en la new age (p. 51)— que no empañan la gran calidad del capítulo en su conjunto.
En la segunda parte, «La práctica del yoga» (61-138), empieza el diccionario propiamente dicho. Contiene los nombres transliterados de las técnicas del yoga físico (posturas, ejercicios respiratorios, «sellos», contracciones musculares y limpiezas) más utilizadas en las distintas escuelas del yoga contemporáneo, acompañados por una imagen, el significado del término, nombres y traducciones alternativas y, excepto en el caso de las posturas, la descripción de la técnica y los textos clásicos del yoga que la mencionan. Al final del capítulo, un «Glosario de la práctica del yoga» recoge todas las palabras que componen los términos aparecidos a lo largo del capítulo, agrupadas en varias categorías: animales, números, partes del cuerpo, etc. Seguramente también habría sido útil poner el género de cada sustantivo, igual que se hace en el capítulo siguiente; por lo menos en el caso de las «acciones» y los «otros conceptos», que el lector puede necesitar usar en ocasiones al margen de los nombres de las técnicas.
La tercera parte, «La filosofía del yoga», comprende dos interesantísimos capítulos. El primero es un breve diccionario de «Conceptos filosóficos esenciales» que, en cuarenta páginas, expone por orden alfabético el significado de unos ciento cincuenta términos especialmente importantes entre conceptos teóricos y prácticos, deidades hindúes, textos clásicos, escuelas de pensamiento, personajes, etc., cada uno con su género y algunos con una imagen ilustrativa. El segundo capítulo (181-267) contiene una traducción completa de los Yogasūtras («Aforismos sobre el yoga»), el tratado principal del yoga clásico, en la que cada uno de sus 196 aforismos aparece en escritura devanāgarī, transcripción latina y transcripción sin sandhi (es decir, con cada palabra por separado), con una traducción lineal y una traducción palabra por palabra en la que también se traducen las principales palabras simples que constituyen los abundantes términos compuestos. Aunque hay otras traducciones directas al castellano recientes de los Yogasūtras (Pujol 2016, García Buendía 2017), esta es especialmente útil porque, al no incluir comentarios, es más manejable y resulta muy práctica para trabajar con ella tanto en el estudio personal como en seminarios, cursos, etc. Y es aún más útil al ir seguida por el «Glosario» de los Yogasūtras (269-281), que incluye todos los términos que aparecen en el texto con su significado y los aforismos en los que aparece, además de resaltarse en negrita los términos más importantes que se han explicado más extensamente en la parte anterior del libro.
La breve cuarta parte, «Mantras» (283-295), explica lo que son los mantras y presenta nueve de los más populares en medios yóguicos, escribiéndolos tanto en devanāgarī como en transcripción latina, con traducción lineal y palabra por palabra e indicando su procedencia cuando esta se conoce.
La bibliografía final (297-300) contiene una interesante selección de libros sobre yoga en castellano y en inglés. Nunca se está cien por cien de acuerdo con una bibliografía: siempre se echa de menos algún libro y se piensa que se ha colado alguno que no está a la altura de los demás; pero tengo que reconocer que esta me parece casi perfecta.
Sin embargo, a la hora de emplear adecuadamente las palabras sánscritas, por muy bien que se nos explique cómo hay que poner la lengua para pronunciar una consonante retrofleja o en qué se diferencia una vocal breve de una larga, si no oímos cómo suena no nos podemos hacer una idea precisa de cómo hacerlo. Y para eso están los recursos complementarios que se pueden consultar y descargar gratuitamente en https://www.herdereditorial.com/diccionario-de-yoga, y que incluyen grabaciones de todos los términos prácticos de la segunda parte y los conceptos filosóficos esenciales de la tercera bien pronunciados, así como los Yogasūtras y los mantras del último capítulo recitados según las reglas del canto védico tradicional. Todo ello en la voz fuerte y clara de Kausthub Desikachar, hijo de T. K. V. Desikachar y nieto del gran T. Krishnamacharya[2], con quienes aprendió, entre otras cosas, sánscrito y canto védico. Además, también se puede descargar en ese enlace un documento que contiene las reglas básicas del canto védico y el texto completo de los Yogasūtras marcado con los acentos de entonación que permiten recitarlos correctamente. Quizá hubiera sido interesante añadir aquí también el texto acentuado de los nueve mantras de la cuarta parte.
Tanto el libro como los contenidos de la web constituyen un corpus de materiales que garantizan al lector aplicado una pronunciación, una entonación y una comprensión correctas de la terminología, los aforismos y los mantras del yoga. Por supuesto, para un aprendizaje más sólido y seguro, la ayuda de un profesor experto es imprescindible: el profesor resuelve las dudas que surgen, explica las cosas repetidamente y de distintas maneras si hace falta, demuestra físicamente cómo se emiten los sonidos y corrige al alumno; pero, si no se puede recurrir a la enseñanza directa de un profesor competente, esta propuesta de Herder es el mejor sustituto posible. Y, aun contando con un profesor, me parece un material muy recomendable para los alumnos de cualquier curso de sánscrito para practicantes de yoga o sobre los Yogasūtras.
Como se señala en el prefacio, esta obra es «un punto de partida y de encuentro» en el que ya se han tenido y se seguirán teniendo en cuenta las aportaciones de la comunidad de practicantes para seguir «actualizándolo, enriqueciéndolo y completándolo de forma colaborativa en futuras ediciones y en las redes digitales que germinen de la semilla de este libro». Por eso, aunque el resultado final es muy positivo, a lo largo de la reseña he ido apuntando las pequeñas carencias y los detallitos subsanables o discutibles que he encontrado —como, por mencionar el último, la expresión «Mantra del gurú» (p. 293), en la que esta última palabra se acentúa de una manera por lo menos dudosa—, matizaciones que pueden contribuir a hacer avanzar la importante empresa colectiva que se inicia con este libro.
En suma: se trata de una obra magnífica, un pequeño tesoro lleno de contenidos interesantes y muy aprovechables, que nos parece debe formar parte de la biblioteca de cualquier persona —estudiosos, practicantes serios, profesores y formadores de profesores—interesada en el yoga.
[1] Por ejemplo: Hacer los plurales sin s (19) resulta un poco extraño en contextos no científicos; al sistema simplificado de transliteración (p. 19) la faltan las adaptaciones de la j, la ll, etc. y no es adecuado sustituir siempre la ṃ por una m porque, por ejemplo, en la misma palabra que se cita en el texto, la ṃ de saṃtoṣa no se pronuncia como una m sino como una n («santosha»); y no está claro por qué habría que evitar separar los términos compuestos sin utilizar guión, como es práctica habitual (p. ej., al decir karma yoga o Bhagavad Gītā).
[2] En la p. 181 se confunde por despiste a ambos maestros.