Estos son los tres pilares sobre los que se asienta el templo del conocimiento, y cada uno de ellos se corresponde con uno de los centros psíquicos o chakras, los vórtices de energía. Escribe Emilio J. Gómez.
Fotografía: Emilio J. Gómez
La teoría la forma el conjunto de textos, sagrados o no, en los que a través de la palabra escrita se asientan los conceptos e ideas, por lo que la teoría se corresponde con el centro intelectual o Vishuddi chakra.
Está muy bien acumular saberes intelectuales a través de conceptos e ideas, pero tales saberes terminan por tornarse inútiles, cuando no un obstáculo, si no van acompañados de la enseñanza y la práctica.
Ciertamente, el centro intelectual se siente satisfecho con las ideas y conceptos, pues de ellos se nutre. Pero sin la experiencia que conlleva la enseñanza y posterior práctica, todo conocimiento intelectual se queda en un valor mínimo.
La palabra escrita está muerta y como tal no sirve para nada. El conocimiento que se extrae a través de ella es necesario pero insuficiente. Se hace imprescindible la emoción. El despertar de la consciencia es emocional, ocurre a través del amor.
Tal despertar sucede a través de la presencia de aquel cuya energía vibra en una frecuencia mayor, la cual transmite su estado de Ser ofreciéndose en una enseñanza generalmente silenciosa que termina siendo de Corazón a Corazón. De esta manera se comprende que la enseñanza atañe directamente al centro emocional o Anahata chakra.
Finalmente, la práctica es la encargada de mantener viva la enseñanza recibida. Esa es la labor del alumno: mantener viva la llama encendida por el maestro. Por este motivo se invita a la práctica individual y también en grupo.
Es natural que así sea, pues los frutos obtenidos en soledad se comparten con los demás cuando se medita en grupo. Así pues, la práctica ha de ser: ni siempre en soledad, pues podría generar un sentimiento egotista innecesario, ni siempre en grupo, pues podría generar la necesidad del grupo, con el riesgo añadido de convertirse en dependencia.
Es posible apreciar cómo la práctica se corresponde con el centro motor o Manipura chakra, cuya característica principal es la acción, el hacer.
Sobre estos tres pilares se asienta el templo del conocimiento. Los tres son necesarios, no debe faltar ninguno, ni tampoco dedicarse a uno solo en exclusiva. Si así ocurriera sería fácil extraviarse en la búsqueda espiritual, máxime al creer que se sabe mucha teoría, se tiene a un maestro y con eso es suficiente, o se practica muchas horas. La comprensión sobreviene a través de un sutil equilibrio entre estos tres pilares.
Feliz teoría, enseñanza y práctica.
Gracias por tu atención.
Fragmento de Kevala Kumbhaka – Entre el todo y la nada, en preparación.
Emilio J. Gómez es profesor de yoga del Círculo de Yoga Silencio Interior e imparte clases de meditación todos los miércoles, de 19 a 20:30 h. en Madrid.
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