El poder de la atención y concentración que surge naturalmente en la práctica de yoga hace que la energía que va hacia afuera, en oposición de la que va hacia dentro (centrífuga y centrípeta), genere integridad no solo física o muscular, sino un nuevo estado no dual, más claro. Escribe María Mineth.
La energía de atención en la práctica al movernos es proporcional a la energía que se moverá hacia dentro en la relajación. Equilibrando el cuerpo, resolviéndose.
De tal modo si hacemos samyama, al practicar sobre el cuerpo desde un enfoque natural, logramos:
- Integración del cuerpo, la respiración, los sentidos, la mente, el conocimiento objetivo, el conocimiento subjetivo, hasta integrar la conciencia y el ser que nos sostiene.
- Se genera de forma natural un estado libre y no condicionado, expansivo hacia el entorno, en un nuevo y más amplio reconocimiento externo en el que la persona deja todo conocimiento para vivir en la sabiduría natural, en una visión clara de servir a la realidad. Del culto al cuerpo al culto de la sustancia.
- Sucede una armonía en todos los tejidos visibles e invisibles.
Esto nos lleva a plantearnos con más profundidad por qué hacemos una asana. Cuando dejamos de pretender construir “algo” que anhelamos y abandonamos las creencias respecto a la imagen que asociamos a la práctica, la esencia del Yoga nos guía.
Aparece lo inesperado. Y es que el cuerpo sabe lo que tiene que hacer; el cuerpo es yoga, consciencia manifiesta aquí, en su infinita sabiduría. Cuando esta sensibilidad aparece, es un foco instalado en el momento presente. Le llamamos belleza al verlo. Esto es un efecto del soltar todo criterio de manipulación corporal y explorar el cuerpo desde la auto-indagación que permiten las técnicas, descubriendo por si lo que de veras necesita el cuerpo para ese encuentro y equilibrio muscular, respiratorio, mental, global.
Viendo claro desde dónde hacemos yoga
Al practicar es importante darse un tiempo, más allá de la necesidad que la persona busca, para abrirse a otras posibilidades:
Hacer yoga buscando el placer de la vida, es una forma limitada de mejorar, disfrutar, fortalecer, estirar, alinear, relajar, que está bien, pero tarde o temprano, desaparece.
Cuando hacemos yoga para liberar la vida, lo anterior se da de forma espontánea distinta y natural sin buscarlo. Aparece lo impermanente y no no desaparece nunca.
Si nos movemos con interioridad, aparecen las facultades genuinas de todo. Dejamos el concepto de belleza de la práctica condicionado por alguna idea externa o moda, para hundirnos en nuestra belleza esencial. De tal manera que ya no necesitamos estímulo externo para asombrarnos o motivarnos, siendo la guía el asombro profundo de descubrirse, verse, sentirse, quizás en el silencio.
En una sensación de prolongación con el espacio e interconexión.
María Mineth. Directora del instituto Nacional de Yoga Somático
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