La despersonalización junto con la desrealización son, sin duda alguna, los estados más álgidos de la ansiedad. Si en la primera es el exterior lo que pierde consistencia, en la despersonalización es el propio cuerpo, el yo, la envoltura corpórea lo que se insustanciabiliza, dejando al sujeto preso de su estructura psicofísica. Escribe Raúl Santos Caballero.
La persona se despersonaliza, se trocea todo su ser y pierde la capacidad de asirse a sí misma. Se produce un sentimiento de, por unos momentos, dejar de reconocerse en uno, adquiriendo una sensación de desintegración, de nulo control del desbordamiento que produce una crisis de estas características.
Las sensaciones son de las más variadas. Explicarlo no es fácil, pues parece sacado de una película de ciencia ficción. La palabra pierde alcance, no sirve para transportar el significado, que sólo es reproducible en el interior de la persona.
La emoción es arroyada, los razonamientos fuera de contexto, la percepción no diferencia lo percibido, no ajusta lo que es vivido a los patrones establecidos. El sujeto siente una desorientación descomunal, pues no se siente perdido en un lugar, sino dentro de sí mismo. La angustiosa sensación de por instantes sentir cómo se disuelve el cuerpo, o bien cómo le aprisiona, crea una parálisis que se retroalimenta del miedo a que vuelva a producirse. Un tsunami invisible hacia los ojos de los demás, una noche oscura del alma.
¿Qué sentido tiene experimentar algo tan atroz? Dependerá de la persona y de su manera de dotar de sentido a lo vivido. Habrá quien lo quiera derivar a factores exclusivamente ansiógenos o predepresivos, y quien querrá incluir la experiencia en el saco de los interrogantes existenciales y con ello comenzar la búsqueda de una realidad que escapa. Dependerá de la sensibilidad o de los anhelos de carácter místico-espiritual lo que determinará que derive hacia una llamada a la autorrealización. Así, lo experimentado de manera tan angustiosa toma un relieve distinto, se emplea para despertar interiormente a un rastreo de sentido fuera de lo ya adquirido.
Hay que movilizarse y apuntar a la mente para que se convierta en aliada nuestra y no quede en manos de la ansiedad. Para ayudarnos hay métodos como el yoga, tanto físico como mental, ejercicios de control respiratorio, ejercicio físico, cambio de actitudes y de interpretar las cosas, y una larga enseñanza que nos va transformando y realizando.
Si estás leyendo este artículo y todo esto te sucede, no te sientas víctima. Al contrario, tienes ante ti el mejor acicate para comenzar a conocerte e investigarte. Yo quise llevar estas experiencias al marco de la espiritualidad, del autoconocimiento, de realizar una realidad que aún se me escapa… Jamás pensé siquiera que lo reconociera, pero es algo que ha conformado mi personalidad y mis anhelos, mis prioridades y mis afanes.
Puede que gracias a ello hoy pueda hablarte abiertamente y comprender por lo que pasas. Ese es mi sentido ¿Y tú? ¿Qué sentido piensas darle?
Raúl Santos Caballero es escritor y autor del blog En busca del Ser.