En el abordaje del Yoga no se suele tener muy en cuenta el Pratyahara (control de los sentidos) a la hora de concebir una sesión. En el capítulo anterior (ver primera parte) se decía que, sin embargo, estamos ante un anga a modo de puente entre el yoga fisico y el mental. Escribe Amable Díaz.
Podríamos suponer, recordando la clasificación de Patanjali en cuanto al pratyahara, que estamos ante un anga, a modo de puente o transición, entre el yoga físico y el mental. Lo cual, en parte, es cierto, ya que desde la relajación de los sentidos llegamos a la relajación mental y también a la inversa.
Y, no obstante, si hacemos un análisis más profundo, tal como hemos señalado anteriormente, sin pratyahara no hay Raja-Yoga, es decir no hay yoga mental.
A fin de que nuestra exposición pueda ser mejor comprendida, queremos avalarla con algunos ejemplos prácticos, asociando Mûdras y Pratyaharas, Mûdras y Respiración controlada, Mûdras y relajación y, finalmente, Nyasas y Pratyahara.
Mudrâs y pratyahara
Los mûdras, tanto internos como externos, pueden producir un pratyahara, si bien no existe reciprocidad, ya que el pratyahara no genera un mûdra; no porque el pratyahara sea inferior, sino más bien porque este incide en estructuras más internas; y así, se podría decir que el mudra abre el camino para que pueda aparecer el pratyahara.
Y es que el pratyahara o desconexión de los sentidos reorienta la atención, produce variación en la presión intraorgánica, aísla las sensaciones corporales de la mente, bloquea el flujo de los pensamientos y, en fin, suspende las emociones.
Sin embargo, como ocurre en los mudras, existe un componente energético en los pratyaharas, si bien no tan explícito, pues al instalar un pratyahara se corta la comunicación con el exterior y la energía disponible queda encerrada dentro del cuerpo denso, dentro del sutil (chakaras y nadis), dentro de la mente, etc. Dicha energía podrá ser transmutada por el silencio y por la interiorización, o bien utilizada por la conciencia testigo para recuperar la conexión con nuestra parte espiritual y trascendente.
El pratyahara, finalmente, nos prepara para romper con el pensamiento racional y nos abre la vía hacia el pensamiento intuitivo.
En cuanto a los mudras externos, al delimitar ellos una zona concreta del cuerpo y cargarla de energía, atraen la atención hacia ese lugar, generando un pratyahara visual, ya sea que el mudra se haga con los ojos abiertos o cerrados. Por ejemplo: al instalar jñana mudra la piel y la musculatura de la cara anterior del cuerpo se contraen y se cierran las kshetrams de manipura, anahata, vishuddhi y, probablemente, también el de ajña. El pratyahara que surge entonces es visual, los ojos se agrandan y la mirada se desenfoca, se juntan los labios, los oídos internos se cierran, mientras que el oído externo se agranda, a fin de compensar la presión intraorgánica (abdominal y torácica).
A las modificaciones anteriores conviene añadir el aislamiento de las sensaciones físicas (intero y exteroceptivas), con ello se amplía el campo de la conciencia y acontece la aparición del estado meditativo.
Mudras internos y Pratyahara
La primera respuesta que producen los mudras internos (khechari, ashvini, shambhavi) es la variación de la presión interna, la modificación de la posición de la atención y el control y canalización de la energía en una nueva dirección. Así, al hacer khechari mûdra, incidimos en la mirada y en los oídos, creando un pratyahara auditivo y otro visual.
Otro de los mudras internos, shambhavi mudra, también desconecta los sentidos a partir de una nueva colocación de los globos oculares, dando lugar a una orientación diferente de la mirada; en esa situación la atención queda desconectada, apareciendo casi de manera inmediata la conciencia testigo y la conexión con lo supramental.
Respiración controlada y pratyahara
Para hacer una respiración controlada sostenida en el tiempo, es necesario que surja un pratyahara. La atención se divide entonces entre la sensación de contracción muscular y la concentración que se presta entonces a la salida y entrada del aire; los sentidos, en este caso, se vuelven espectadores pasivos; para ellos no queda ya atención ni energía disponible, con lo cual desconectan y, al cabo de un momento, se hace patente el pratyahara.
Aun así, cada fase de la respiración posee sus propias peculiaridades, pues el pratyahara sólo se da en la expulsión: aquí, la mirada queda fija, la garganta y la boca se cierran y se incrementa la presión intraabdominal y torácica, mientras que en la inspiración, la atención va hacia la cara, la cabeza, el pecho y la zona superior de la nariz; los músculos del tórax se estiran, los ojos se abren completamente, la garganta y boca no cambia apenas y, a los oídos, llega más presión; aquí todos los sentidos se estímulan y se pierde el pratyahara que había funcionado en la expulsión. Si se hacen retenciones en vacío (bahir kumbhaka), todos los parámetros de la expulsión se acentúan y se alarga el pratyahara; en antar kumbhaka no existe ningún pratyahara.
Pratyahara y relajación
El pratyahara o desconexión de los sentidos se produce, en esta circunstancia, en primer en lugar, por estar el cuerpo en decúbito supino (shavasana), lo cual conlleva descarga de peso, desbloqueo de la respiración y relajación física. En segundo lugar, por estar cerrados los ojos y porque, en esta posición, los glóbulos oculares quedan orientados hacia los lados (conciencia de la horizontalidad), en vez de converger hacia el origen de la nariz (conciencia de verticalidad).
Estos elementos sirven por sí mismos para desconectar la atención de los sentidos, generando un pratyahara que se ira haciendo más profundo, a medida que el proceso de relajación se vaya acentuando.
En este estado de relajación, la información o estimulación sensorial aferente va desapareciendo, y desconectando, con la quietud física, la actividad eferente; la conciencia del yo se va diluyendo, y, a partir de aquí, aminorando todas las funciones fisiológicas; finalmente, la actividad de la corteza se inhibe, dando ya paso a la relajación completa.
Pratyahara y nyasas
Los nyasas son toques o contactos físico-sensoriales, ejecutados con las manos por un maestro o por el propio sujeto, en diferentes zonas del cuerpo (piel, sentidos, miembros, tronco, cara o cabeza etc.); se puede hacer en posición tumbada, sentados o de pie.
La conexión de los nyasas con el pratyahara es directa y proporcional al tiempo de mantenimiento del contacto; se puede utilizar sobre un único sentido (ya que el nyasa produce generalización), o sobre varios simultáneamente, en cuyo caso los beneficios y su prolongación en el tiempo se incrementan.
Estos sencillos ejercicios de los nyasas producen una cadena de respuestas que modifican directamente el automatismo de la rutina mental y crean un estado de autoatención plena que viene a facilitar la experiencia meditativa.
Amable Díaz López es psicóloga clínica en ejercicio y profesora de la Asociación Española de Prácticantes de Yoga (AEPY) desde 1983. Formadora de profesores (ver sus formaciones aquí), con escuela propia en Madrid, desde 1995: Centro de Yoga Pantanjali.
Discípula de Eva Ruchpaul, conocedora de las enseñanzas de B.K.S. Iyengar y de André Van Lysebeth.
Expresidenta de la AEPY y Ex-Presidenta, durante cuatro años, de la Comisión Pedagógica de la Asociación Europea de Yoga (UEY).
Durante más de veinte años, viene ejerciendo con seriedad y respeto esta noble disciplina, vinculando su actividad al contacto con la India y swami Veda Bharati. Su amplia experiencia le permite considerar el Yoga, en su vertiente terapéutica, como el método psicofísico más completo y aconsejable para remediar problemas de agotamiento, estrés y ansiedad, sin olvidar que el Yoga es, ante todo, realización espiritual.