El profesor de yoga

2016-07-11

Los títulos son importantes para acreditar el conocimiento de las técnicas. En yoga se cuentan también las horas de práctica, ya que para transmitir esta disciplina es fundamental la experiencia en la materia. Pero la propia consciencia y responsabilidad resultan decisivas a la hora de alcanzar el estado mínimo necesario para enseñar o guiar una sesión. Escribe Pablo Rego.

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Hay distintos niveles de práctica y también de formación. Instructores, profesores, siromani, acharya, etc., son el «título de reconocimiento» de la comunidad yóguica y de las distintas escuelas o asociaciones para determinar el conocimiento de cada practicante, convertido en guía de sesiones de yoga tras completar un curso de formación.

En el presente, el auge del yoga va creando un flujo ascendente en el número de estos guías. Con frecuencia surge un abismo, una contradicción, entre el espíritu del sabio maestro que transmite con profundidad una disciplina espiritual y el conocimiento superficial de quienes recién comienzan a practicar y ya se están formando para transmitir el yoga.

Antes de compartir hay que cultivar

Tanto en el caso de estar preparándonos para enseñar como ante la búsqueda de alguien con quien realizar nuestra práctica, es fundamental en yoga tener presente que antes que compartir hay que cultivar.

Si el profesor, instructor o maestro no ha cultivado durante un período de tiempo suficientemente largo como para madurar los conceptos y adquirir sabiduría lo que va a compartir en su práctica cotidiana, difícilmente podrá transmitir estos valores y guiar a buen puerto a los practicantes que lo sigan.

La sabiduría es aquello que se construye fusionando la experiencia con el conocimiento. Por ello la templanza, la actitud observadora, el lugar de servicio que ocupa un guía real durante una sesión de yoga, aparecerá naturalmente en la sadhana como fruto del proceso de apreciación del conocimiento aplicado a la práctica y el aprendizaje surgido de ello.

La atención, la contención y el cuidado

Cuando las personas se acercan a un guía de yoga, tienen la mejor predisposición para que durante la sesión ocurran las mejores experiencias. Incluso cuando alguien tenga dificultades para relajarse, dejarse guiar o confiar, tarde o temprano espera que eso ocurra ya que, en su interior, está deseando poder liberarse de esas limitaciones.

Por ello es muy importante que el clima que reine en el lugar sea de respeto y mucho cuidado con cada ser y su mundo interior. No se trata de circunspección o acartonamiento vacuo, se trata de la consideración de cada presencia y que las indicaciones y la transmisión del conocimiento estén impregnados de tolerancia y comprensión hacia el otro.

Las personas se adentran en la práctica confiando porque es natural esa actitud en yoga. Esto trae consigo una gran responsabilidad por parte de quien se coloca al frente de una práctica, ya que un corazón abierto y predispuesto a recibir es vulnerable a las malas energías o trampas del ego y por ello se debe ser extremadamente cuidadoso y respetuoso con cada ser.

La demostración y la corrección

Muchas veces ocurre que un instructor se cierra en su propia práctica y se transforma en una imagen de sí mismo que pretende deslumbrar con su destreza. Nunca alguien que lleva muchos años de práctica o que tiene un cuerpo físico favorecido por el tiempo o la genética, debe forzar o exigir a un practicante a hacer lo que él hace, sino, más bien, debe observar y comprender a cada practicante para ayudarlo a evolucionar en su propio camino.

En todos los casos es importante que la relación entre la muestra y el ejemplo, la corrección y la transmisión de conocimientos y técnicas, sean equilibrada. Un profesor debe encontrar el momento, el día y la mejor manera para explicar y mostrar una asana o ejercicio determinado, pero también acompañar y corregir con el solo objetivo de ayudar al practicante a encontrar su mejor postura posible, ese día, en ese momento.

El ritmo dentro de la sesión

Aun cuando la sesión de yoga es un espacio para la desconexión de la intensidad del mundo cotidiano, quien guía la práctica es parte de ese mundo y puede ocurrir que circunstancias del exterior ingresen a la sala de yoga de su mano. Lo mismo ocurre con los practicantes, pero es responsabilidad del profesor o instructor liberar la atmósfera de circunstancias ajenas a la práctica.

Por ello es fundamental que el guía utilice todos los recursos a su alcance, todo lo que ha aprendido durante su propia sadhana, para evitar que los asistentes a la sesión se inquieten por situaciones creadas por él mismo.

Fundamentalmente, lo que debe mantenerse limitado, en todos los casos posibles, es la presencia de los ritmos de la mente, tanto del instructor como de los practicantes. Y eso se consigue percibiendo la sesión y sus tiempos, administrando el tiempo mental del reloj de una manera lateral, sin prisas ni tratando de incluir ejercicios en un tiempo determinado o llenar ese tiempo de cualquier manera.

Los tiempos de la mente marcan casi todas las actividades concretas de nuestra sociedad. En la sala de yoga, el profesor debe llevar todo al ritmo del cuerpo o de las emociones, creando un clima calmado y pausado, pero no por ello aburrido o soporífero.

La formación

No sólo es importante asistir a una escuela de formación. El compromiso y la confianza en nuestro maestro interior, la constancia y la práctica personal son tan importantes como encontrar una guía que nos ayude a adquirir conocimiento. El título de profesor, instructor, siromani o acharya sin haber adquirido elementos como la consciencia en nuestras propias rutinas, de poco servirá en el momento de transmitir lo que hayamos conseguido aprender.

Es importante no tener prisas para comenzar a enseñar, dejar que el conocimiento decante, que lo que seamos capaces de transmitir tenga un mínimo de arraigo en nuestro interior y que el tiempo que le dediquemos a nuestra propia práctica sea suficiente como para equilibrar conocimiento y experiencia.

Sólo cuando seamos capaces de percibir la transmisión de lo aprendido desde un lugar de humildad, amor y comprensión del otro, estaremos listos para ponernos al frente de una práctica. Percibir esas cualidades en un guía es una buena señal para concluir que ese ser está preparado para ayudar a otro a evolucionar en Yoga.

Pablo Rego. Profesor de Yoga. Masajista-Terapeuta integral. Diplomado en Medicina Ayurveda de India

http://yogasinfronteras.blogspot.com