Si hay algo que valora el lector contemporáneo es la brevedad. Estamos tan acostumbrados a esta cualidad o virtud, que nos gustaría tener sintetizada la filosofía de los Upanishads, Lao Tsé, Confucio, Mahavira, Buda, Shankara y Dogen en el espacio de un twit. Ahí va este intento. Escribe Joaquín G. Weil.
Cuando se ha pasado un río en barca, uno no se lleva la barca a cuestas: se pueden usar la razón y las palabras para ir más allá de ellas.
Luis Racionero
Tal pretensión sintética no es nueva. Cuando a Sunryu Suzuki, casi al final de su vida, un antiguo discípulo le preguntó si podría resumir todas sus enseñanzas en dos palabras, el maestro zen asintió con la cabeza y respondió: «Todo cambia».
Suzuki tenía a quien parecerse, pues esto de la síntesis de todo en tres, en dos o en una sola palabra, o incluso en ninguna, pertenecía a la tradición de su linaje. Hubo otro maestro zen que a toda pregunta siempre respondía lo mismo: «Nonato», con lo que se ganó ese sobrenombre. Y a otros muchos les gustaba responder a las preguntas filosóficas con un sencillo y tremendo grito samurai que dejaba a sus discípulos momentánemente ensordecidos pero vacíos de pensamientos.
Memorias de un liberal psicodélico
Si bien en esta carrera por resumir las enseñanzas de Oriente paradójicamente son los occidentales quienes llevan ventaja. Casi lo mejor, lo más breve y claro que he leído al respecto han sido las páginas que le dedica a este asunto Luis Racionero en su libro Memorias de un liberal psicodélico.
Los conceptos de Oriente y Occidente están hoy en día cada más desdibujados, y hay tradiciones que vienen y van y otras que viajan, como el zen, que partió de Kerala, sobre las piernas de Bodhidharma, hacia China y en barco con Dogen hasta Japón. O el budismo tántrico, que llegó a Tíbet con Padmasambhava desde Kachemira. Pues entonces, ninguna sorpresa que siga viajando hasta Estados Unidos y Europa.
En la misma India, el Vipassana, la supuesta forma original de meditación que impartiera el Buda, estaba desaparecida desde hacía siglos y tuvo que ser reintroducida en el pasado siglo con notable éxito por Goenka desde Birmania. Y también gran parte del auge del Yoga en el subcontinente donde se originara proviene en gran medida del entusiasmo occidental por esta práctica, que lo ha revalorizado ante los ojos de los propios paisanos. De modo que algunos de los manuales allí más populares no sólo de yoga sino también de Ayurveda han sido escritos por occidentales como Svoboda o Feuerstein. Por no hablar de que en la actualidad hay más practicantes de zen en California que en la propia China.
No obstante, seguimos valorando una síntesis esencial de lo que pueda ser la filosofía oriental, no sé si a fin de tener tiempo para, en efecto, realizarla mediante nuestra propia práctica, o si para hacer zaping ante la pantalla de plasma, o pasar al siguiente twit, o tal vez enchufar el wi-fi y meternos en facebook.
Luis Racionero vivió en Berkeley, California, cuando aquello era una nueva Atenas de Pericles, y no cabían más intelectuales y maestros de sabiduría por metro cuadrado. En efecto, que la contracultura iba en serio es algo que hemos ido descubriendo con el paso de los años. Por contra, nada sino que era la cultura misma, fuera de la cual casi sólo queda la anécdota. El propio Racionero desarrolló en varios de sus libros aquella simiente que recogiera en Berkeley, no sólo el movimiento hippy o la new left, en libros como Del paro al ocio; también la filosofía oriental que aprendiera de primera mano de los grandes pioneros como Alan Watts. Y por concluir, esa lectura urbanística de la historia en libros como El Mediterráneo y los bárbaros del norte, y todo junto en Filosofías del underground.
Todo para emprender ese giro si no copernicano sí nietzscheano de la filosofía y la cultura que a partir de entonces había de orientarse más a “proporcionar elementos de transformación que alardes de información”.
Desconozco cuánto yoga ha practicado Racionero si es que ha practicado alguno, pese a lo cual ahí va esta buena comprensión del segundo sutra de Patanjali: «Yoga consiste en parar los movimientos de la mente para que se manifieste la unidad [yoga] que el pensamiento escinde. En cuanto conceptualizamos, estamos separando el pensador de lo pensado. Con ello conseguimos manipular lo pensado, pero no comprenderlo.»
Y también: “Pensadores introspectivos como Shankya y Patanjali llegaron a una experiencia psicológica interior, repetida y aludida después por místicos de todos los tiempos, de unidad en la diversidad. Patanjali trazó, además, el método psicológico del yoga, que significa «reunión», para alcanzar el estado estático de percepción unitaria.»
Una manera sencilla y personal de exponer el difícil precepto zen del mushotoku: «El objetivo de la filosofía oriental es inefable y subjetivo, por tanto requiere una hipótesis de trabajo previa y seguir las especificaciones sin pretender de antemano saber lo que va a obtenerse. No es como fabricar ácido sulfúrico, es como escribir una novela. En ambos casos se siguen unas especificaciones, pero en la novela no se sabe de antemano lo que saldrá. Para fomentar el deseo de seguir las especificaciones prácticas, las doctrinas orientales presentan primero una teoría, que es la visión del mundo y del fenómeno humano, y luego los métodos prácticos para llegar a parar los pensamientos y ser autosuficiente, que es de lo que se trata.»
Sigue diciendo: «Es una filosofía diferente de la occidental en cuanto que su objetivo está más allá de su medio —las palabras y los conceptos—, cosa que no es así en Occidente, donde el objetivo de la filosofía es llegar a otro concepto —la verdad— expresado también en palabras. En Oriente, la filosofía no pretende la verdad, sino un estado de ánimo, o sea, un cambio en el programa del cerebro, no seguir combinaciones del programa racional como en la filosofía occidental. No es información lo que pretende, sino transformación, o sea, cambio de programa, no más datos y deducciones en el mismo programa.»
Siete mandamientos
Y por fin la filosofía oriental en tres ideas básicas: “La realidad es cambio, el universo es unidad armoniosa donde todo se corresponde, el hombre es capaz de transformarse por el yoga. Estas tres ideas, como notas dominantes, penetran las variaciones del pensamiento oriental y responden a las preguntas universales: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos?: somos cambio, venimos de la unidad, vamos a ella por el yoga. Somos de donde venimos y adonde vamos.»
Y estas tres ideas -se aventura Racionero- pueden expresarse en siete mandamientos: «Todos somos uno y seremos como dioses. 1. Estar aquí-ahora. 2. Fluir con la naturaleza. 3. Armonizar contrarios. 4. Afinar el cuerpo. 5. Detener los movimientos de la mente. 6. Abrirse a las percepciones. 7. Irradiar emociones amorosas. Estos siete mandamientos se resumen en dos: amar el mundo como a uno mismo, por amor propio, y vivir para el gozo de crear.»
Pero, por si todavía tres ideas, siete mandamientos resumidos en dos, no nos parece suficiente abreviación y resumen, no sólo al final de su exposición de la materia sino para concluir su propia autobiografía intelectual, Racionero, utilizando el célebre mantra, nos lo dice todo, como habíamos prometido, en sólo tres palabras: “Sat, Cit, Ananda”, que significa: “Ser, Conciencia, Gozo”. A lo cual sólo nos resta decir AUM o AMÉN. O sea, amen ustedes.
Quién es
Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.
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