Desde que surgió hace unos años la yogamanía y con ella el exhibicionismo banal del postureo y el alarde de la flexibilidad, no son pocos los que siguen un «yoga» fitness que no es yoga y no son muchos los que conectan con las raíces del verdadero yoga y beben en sus fuentes y en las mismas se inspiran. Escribe Ramiro Calle.
Es deplorable que el que ha sido el sistema ascético más venerable del mundo, en palabras del gran psicólogo William James, haya terminado para muchos por convertirse en una exótica gimnasia sin ninguna mira espiritual.
El yoga es básicamente una técnica espiritual y un método de transformación, mediante el cual el practicante trabaja sobre todas las esferas de su persona (instintiva, motriz, mental, emocional) para ir logrando la evolución consciente y poder afrontar la vida con una actitud basada en la lucidez, la ecuanimidad, el sosiego y la compasión.
A lo largo de la dilatada historia del yoga, han surgido muchas escuelas yóguicas de sabiduría, entre las que en este trabajo quiero abordar la de los natha yoguis y los pranavadins, que tanto hicieron por investigar y ampliar las posibilidades del ser humano, proporcionando instrucciones y procedimientos para hacer posible el verdadero autodesarrollo, la independencia mental y la libertad interior.
Tanto los natha yoguis como los pranavadins trabajaban a fondo con las energías sutiles o finas, ya que son ellas las que permiten un tipo de conocimiento supramental y realmente transformativo. Estas energías sutiles o finas están prontas a surgir cuando les facilitamos las condiciones para ello, entre las que se encuentran la consciencia bien afinada y alerta, el dominio sobre determinadas funciones somáticas y sobre el pensamiento, el cultivo de la perceptividad y de la intuición, el sentimiento de apertura y la capacidad (a través de la meditación y otros muchos métodos) de conectar con la fuente o caudal de energía, que es personal y transpersonal, o sea que está dentro de uno pero también fuera de uno.
Esta energía, principio de vida, sensación y acción, adquiere diferentes grados, que van desde lo más burdo o tosco a lo más sutil. Es de importancia poder conectar con esas energias más finas y sutiles que procuran otro tipo de sentimiento y que otorgan una sensación de plenitud.
El ser humano es como una batería, un microuniverso o pequeña replica del universo. La energía no es inagotable, y por eso hay que saber cuidarla, intensificarla y canalizarla. En este aspecto tanto los natha yoguis como los pranavadins eran unos verdaderos expertos. Los primeros se servían de buen número de técnicas de control psicosomático, que incidían no solo sobre el cuerpo físico sino de manera muy especial sobre el energético o etéreo; los segundos se valían de un estrechísimo y asombroso dominio sobre la respiración y así del prana o aliento vital.
Los pranavadins consideraban que la médula del yoga es la regulación de la respiración y que sin control respiratorio no hay verdadero yoga. Mediante el dominio de la respiración conseguían disolver el pensamiento para así poder conectar con la mente quieta y disponer de su sabiduría; al vaciarse de contenidos mentales y emocionales, lograban que las energías finas eclosionasen. En el yoga ha sido una constante la enseñanza de que en la raíz del pensamiento o antesala del proceso discursivo, se encuentra una realidad que se nos oculta como la perla se esconde en la ostra o la nata en la leche. Los pranavadins eran capaces de grandes logros a través del control de la respiración y la reglación del prana o fuerza vital.
Los natha yoguis fueron los mayores investigadores experienciales del cuerpo que ha conocido la historia. Crearon todo el cuerpo de enseñanzas y métodos del hatha-yoga. Mediante su personal verificación descubrieron los campos de energía, los veintiún puntos vitales, el cuerpo etéreo que se interpenetra con el físico, los centros energéticos y la manera de descodificar muchas tendencias y reacciones psicosomáticas. Dominaban tanto la fisiología ordinaria como la sutil. Podían someterse a prolongados ayunos, entraban y salían a voluntad del éxtasis, podían incidir sobre los automatismos somáticos y conseguían que el cuerpo se volviese una preciosa herramienta para conquistar la mente y enderezar el espíritu. Fueron grandes expertos en lo que podríamos denominar «el trabajo consciente» sobre el cuerpo y muchos de ellos consiguieron al final de sus días vivir con plena consciencia el proceso de muerte o incluso abandonar el cuerpo conscientemente cuando se volvía un vehículo inservible.
Parte de la herencia del verdadero hatha-yoga se la debemos a los natha yoguis y pranavadins. Es lamentable que hayan surgido toda suerte de pseudoyogas que dan la espalda al auténtico hatha-yoga y tratan de presentarlo como puro fitness o una exótica gimnasia para sudar, adelgazar, fortalecer el trasero, desarrollar el apego al cuerpo y la exhibición del barato contorsionismo. Y lo que aún es más deplorable es que fueran un buen número de mentores indios que llevaron el yoga a Estados Unidos los que más lo adulterasen con el definido propósito de mercantilizarlo, sin importarles que se convirtieran así en traidores a la esencia del yoga y dilapidaran su preciosa herencia.
Atención: Ramiro Calle dará una conferencia gratuita en el Casino de Madrid el lunes 11 de enero a las 19 horas. El título: «Yoga, calma y claridad mental».
Ramiro Calle
Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.
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