La vida es un misterio engranado de paradoja, lógica, conflicto, armonía, contradicciones… Si fuese lineal sabríamos a cada momento lo que vamos a encontrar en el siguiente, pero al ser todo lo contrario, la existencia se convierte en un escondite cósmico con sus inexorables reglas. Raúl Santos Caballero.
Rastrear pistas o tratar de ver más allá de lo que la vida nos marca, es intuir que no todo está reglado a un ritmo congruente. Hay más, mucho más…, pero no puede descifrarse con la cabeza; se necesita descender a la sabiduría del corazón.
Por ello, toda la lógica no puede jamás entender el acertijo existencial. El raciocinio o intelecto queda atascado en un punto que nuestra realidad más íntima llega a percibir. De ahí que las intuiciones irrumpan en la persona para darle un giro a su atención, para ¨abofetearle¨ y sacarle de su sueño psicológico. Ya no se trata de comprender de un modo intelectivo, sino de oler la fragancia de la corazonada.
Pero el misterio está decorado de contradicciones, de retrocesos, de vuelta atrás al origen para volver a dar los primeros pasos. La búsqueda puede volverse frenética si uno queda enredado en la enigmática contradicción. Es por todo ello que el apego a las polaridades no permite que estemos centrados en nuestro eje, balanceándonos de un lado a otro sin capacidad de sujetarnos a un extremo de forma permanente.
Pero transcender la dualidad es estar más allá de sus polos. La contradicción entonces se convierte para un sabio en el acto de desanudar lo que pertenecía a la misma cuerda, sin distinción, sin diferencias. En su visión todo pertenece a la totalidad, y las contradicciones que podamos percibir se vuelven complementarias para su grado de comprensión.
Sin embargo, para la conciencia ordinaria, la contradicción es una dimensión que no sabe encajar. Su naturaleza es inasible a ajustarse en nuestros patrones, en nuestros márgenes de entendimiento. De ahí que una contradicción pueda ser una puerta hacia un vislumbre transformativo, ya que zarandea la consciencia y desajusta la supuesta seguridad en el sujeto.
La confusión puede llegar a ser la inicial reacción ante algo contradictorio y de lo que no podemos entender de primera mano. Pero para una visión panorámica y universal, la naturaleza de la contradicción se ajusta por sí misma sin la necesidad de nuestra actuación. Es la ola manifestada que pertenece a un océano al que vuelve a sumergirse, sin separatividad, sin querer escapar al cielo, retornando al origen del que fue originado.
Una visión más omniabarcante permite ver en la contradicción lo que está más allá de la misma. Es la idéntica piedra que puede convertirse en bache o en sustento de una edificación. Es la esencia que no sólo proviene de una dirección, sino que se retroalimenta en la propia dinámica sobre la que se sustenta.
La interrogante existencial tiene su propio lenguaje, y una parte es la contradicción que podamos sentir en un momento dado. Podemos llegar a vernos en el medio de un desgarramiento, o en la mitad de un camino por el cual ya no sabemos por dónde transitar. Es el calor que derrite la lógica a la que tanto nos gusta abrazarnos, para que así, optemos por otro tipo de entendimiento y vivencia de las cosas, dejando a un lado y por instantes, el uso racional que le damos a todo lo experimentado.
Observa y ve más allá de lo que sientes al adentrarte en una contradicción. Instálate en su núcleo y verás que los opuestos ya no están en su sitio, es la mente la que los sitúa; te cerciorarás de que han perdido la demarcación y todo pertenece a una unidad de la que también somos parte intrínseca y vivencial.
Raúl Santos Caballero es escritor (su último libro: Las sandalias del buscador) y autor del blog En busca del Ser.