¿Qué caminos elegir para buscar la felicidad? No hay reglas fijas para saber de antemano qué tipo de práctica nos conviene. Es mejor conectar con nuestra sabiduría interior, dejar que la intuición nos guíe y experimentar, siempre con cuidado. Escribe Joaquín G. Weil. En la foto, la actriz y profesora de yoga Violeta Lara en Yoga Sala Málaga. Floren Photo
Hola, Joaquín, estuve leyendo una nota tuya sobre la influencia yoga/buda, muy interesante, gracias. Soy argentino, novato en esto del yoga, el budismo y la meditacion… hice taichi y chikung, pero ahora me está atrayendo la meditación.
Si no es molestia quería preguntarte, con tu experiencia en estos temas, qué diferencias/similitudes/ventajas/desventajas crees que tiene el yoga (lo hindú, digamos), el budismo tibetano, y el budismo zen?
¡Por qué elegir uno sobre otro? ¿Es un tema personal? ¿Todos apuntan a lograr lo mismo? Yo lo que busco es un estado de felicidad más duradero, y que no fluctúe tanto (como pasa a la mayoria de la gente) en base a lo externo y a las cosas buenas o malas que te pasan. ¿Que me recomiendas? Espero que me ayudes a dar un poco de luz a estos temas, que como novato me confunden un poco!!
Mariano.
Este correo de Mariano apunta a un peliagudo asunto hoy en día. Entre tantísimas opciones de desarrollo personal y búsqueda espiritual, al final, como dice Mariano, qué elegir, qué hacer. Voy a contar dos anécdotas al respecto, una de un maestro zen, y otra personal mía.
Un alto ejecutivo de una empresa petrolífera tiene una crisis de identidad y decide recorrer el mundo entero en busca de una solución a su desasosiego y dudas. Viaja por diferentes países de oriente: India, Tailandia.. Finalmente llega a un templo zen en Japón. Allí, indagando sobre una luz para sus tribulaciones, le recomiendan a un buen maestro zen. Pero le dicen que abandonó el país y ahora vive en tal y tal sitio. Cuando le dan las señas, el buscador antaño ejecutivo descubre con sorpresa que el tal maestro vive justo en la casa de al lado de la suya en la misma calle de París. Se trataba de Taisen Deshimaru. Y el buscador es Roland Rech, que lo cuenta en un libro suyo.
Cuando llegué a India por vez primera, en Rishikesh un compañero del ashram donde me alojaba me propuso ir a visitar a un maestro de yoga que tenía su centro un tanto retirado. Me gustaron sus clases y me convertí en un habitual de ellas. Como no quería creerme que tan afortunada coincidencia fuera posible, en sucesivos viajes indagué en otras ciudades y en otras escuelas. Sin embargo, aunque conocí a otros buenos y reputados maestros de yoga, una y otra vez volvía a las clases de aquel primer maestro que por coincidencia había encontrado nada más llegar.
Aquí sucede que en la relación profesor/alumno o maestro/discípulo hay un componente dhármico y un componente kármico. Es decir, además del contenido, la cualidad o la calidad de la enseñanza, existe el indudable componente de las afinidades y sintonías personales. Por lo que es imposible decir de antemano qué enseñanza o maestro es más adecuada para un determinado buscador o buscadora.
Se dice precisamente que si hay tal cantidad de enseñanzas diferentes es porque, debido a que cada cual tiene su carácter, temperamento, circunstancias y base educativa, es necesaria tal variedad en las manifestaciones de la sabiduría.
También ocurre que, a diferencia de los tiempos antiguos, cuando las personas apenas tenían ocasión de elegir, hoy en día tenemos un enorme muestrario de opciones posibles casi en cada ciudad de tamaño medio, por no hablar de las grandes donde existen todas las opciones imaginables. En la antigua India, Tíbet, China o Japón, las personas acudían al maestro que les tocaba cerca. O la otra opción era el arduo y peligroso peregrinaje. Entre tanto, para nosotros limitarnos a una sola escuela o maestro es un acto artificiosamente voluntarista y hasta caprichoso, pudiendo conocer y probar muchas.
Aunque se diga que aprovecha más cavar un hoyo profundo en un solo lugar para encontrar agua antes que cientos superficiales por varias partes, sin embargo, si tantas opciones están hoy en día disponibles es porque en este mundo nuestro tan estresado y atribulado hacen falta. Y lo interesante es que algunas de estas opciones son no sólo compatibles sino hasta complementarias.
Aunque resulte paradójico, tanto más se parecen las opciones, tanto más incompatibles se declaran. Por ejemplo, una escuela de meditación no suele tener problemas para compartir espacio con una escuela de yoga, terapias o masajes, pero difícilmente querrá convivir con otra escuela de meditación, ni mucho menos si pertenecen al mismo linaje. O sea, difícilmente verás bajo un mismo techo a dos escuelas zen diferentes, o tibetanas, etc. Y si proceden de un mismo maestro, ya es casi imposible. Es por el afán de existir como ente diferenciado. Necesitan separarse para existir como individualidades. No parece algo muy evolucionado espiritualmente, pero es así en la realidad. Lo digo con el pleno conocimiento de haber albergado en mi centro prácticamente todas las linajes de meditación existentes.
Con el yoga ocurre algo distinto y casi contrario. Y algunas escuelas blasonan el enseñar cuantos más «estilos» de yoga diferentes mejor, si bien, por mucho que se empeñen, yoga no hay más que uno. Sobre todo porque eso es lo que significa la palabra «yoga»: «uno», «unión». Y lo otro, los muchos apellidos no son más que branding, una mercadotecnia nada sutil. Hoy son cientos o miles los que quieren crear su tipo tal o cual de yoga, hasta lo registran como patente y te hacen una formación con un sello comprado como franquicia.
Yoga del bueno
Hasta las divisiones más vetustas no son más que un invento, categorización intelectual como empaquetado del producto. Porque díganme: ¿qué diferencia hay entre el bhakti yoga (yoga devocional) y el bhakti (la devoción)? En efecto, ninguna. Entonces, ¿por qué añadirle el apellido «yoga»? Igual ocurre con el jñana-yoga y lo que tú quieras-yoga.
Cuando me llaman por teléfono o me escriben para preguntarme qué tipo de yoga enseño, antes me explicaba, pero ahora, como ya me voy haciendo mayor o senior, respondo:»Yoga-yoga». Y si me insisten, cosa frecuente, añado: «Yoga del bueno».
Debido a nuestra estructura consumista y a la superabundancia de oferta, hoy en día vivimos en un verdadero supermercado espiritual, como decía Trungpa Rinpoche. Un supermercado espiritual donde muchos colocan su producto, «su libro». Ay, qué lejos quedan el Cristo, el Buda o el mismo Sócrates que jamás escribieron una línea.
En resumidas cuentas, no hay reglas fijas para saber de antemano qué tipo de práctica te conviene. Es mejor que conectes con tu sabiduría interior, con tu intuición que te guíe y experimentes, siempre con cuidado. Seguro que no encontrarás la escuela ni el profesor perfecto, pero probablemente sí uno que te sirva de herramienta para acceder a tu esencia de paz, armonía, amor y felicidad. Si alguien te quiere hacer creer que te va a enseñar o dar algo que tú de por ti no tengas, con certeza yerra. Lo más que puede proponerte es compartir una experiencia que te sirva como referencia para que tú por ti alcances el núcleo de tu sabiduría interior.
Conviene también tener en cuenta que si una persona pretende convencerte a toda costa de sus ideas, banderas, escuelas, dogmas, etc. es sobre todo porque la persona misma duda de sus propias creencias. Quien está seguro de sí, no necesita verse arropado o secundado por la misma convicción de muchos. Y sobre todo sabe cierto que la esencial unidad de todos puede manifestarse en infinitas formas diferentes.
Como prevención, a la hora de elegir, observar cómo viven en su día a día el maestro o la maestra que merezca tal nombre, si lo hacen conforme a sus propias palabras. Los bonitos libros y discursos no son nada en comparación con un modo cabal, coherente, cordial y sencillo de conducirse. Ahí es donde se plasma la verdadera sabiduría.
Juzgar a otros es un veneno para la mente, pero valorar opciones disponibles es algo que tenemos que hacer a cada rato para conducirnos bien y andar con cuidado en esta vida, por otra parte tan apasionante y hermosa.
Al final cada cual ha de trazarse su propio camino. Y lo mejor es hacerlo de un modo humilde, tranquilo y sencillo.
Quién es
Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.
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