El yoga se ha divulgado enormemente en los últimos años. Ha transcendido barreras culturales, raciales, religiosas y se ha reconocido como un sistema de desarrollo humano adaptado a las necesidades individuales (edad, salud, sexo etc.), pero el peligro está en que en su divulgación se pierdan los principios esenciales de esta gran tradición. Escribe Tomás Zorzo.
Podríamos definir el yoga como un estado de mente donde hay Paz y Tranquilidad, así como el camino para conseguirlo. Es decir, un estado donde percibimos las cosas claramente, sentimos amor hacia todos los seres y todo lo que nos rodea, sintiéndonos libres. Un estado de integración personal donde la mente no esté en dispersión constante y pueda ser capaz de concentrarse, pudiendo tomar las acciones adecuadas que nos conduzcan hacia una dirección positiva.
El yoga afirma que es posible vivir una existencia más elevada, percibiendo la vida en todas sus dimensiones, sin proyecciones mentales.
Habitualmente nos identificamos con nuestras proyecciones distorsionando la realidad, generando estrés y sufrimiento, dramatizando los sucesos y perdiendo el control de nuestra existencia. ¿Cuántos de nosotros estamos insatisfechos con nuestra profesión, situación familiar, vida sexual, situación física, etc.?
En términos prácticos, el propósito del yoga es reducir y eliminar ciertos estados mentales que generan sufrimiento y estrés.
La mente es como un río que puede fluir hacia el dolor (dukam) o hacia la felicidad (kaivalya). Este estado de unidad, de paz, no es algo que creamos sino que está siempre ahí, en el centro de nuestro ser; pero es nuestra mente que corre en dirección opuesta y por eso tenemos que hacer el esfuerzo de reencontrarnos con nuestra esencia.
Como seres humanos, somos un sistema complejo que incluye el cuerpo, la respiración, la mente, la comida, hábitos, sociedad, entorno, trabajo. Todos estos elementos están relacionados entre si afectando a nuestra salud física y mental y también a nuestra percepción.
El proceso de adquirir bienestar es complicado, pues nuestras actividades físicas y mentales están influenciadas por nuestros condicionamientos (samskaras), formados desde nuestra infancia e incluso hereditarios o genéticos, que nos hacen repetir patrones y acciones que perpetúan el dolor. Pero la buena nueva es que podemos cambiar este condicionamiento generando nuevas acciones y rompiendo el círculo vicioso. Este proceso comienza disciplinando el cuerpo, la respiración y la mente a través de las asanas, pranayama y meditación.
Asanas
El propósito de las posturas es purificar, fortalecer, flexibilizar, alinear, hacer que los órganos internos funcionen adecuadamente y crear estabilidad y bienestar interior.
Los factores que intervienen en las posturas son:
- Movimiento hacia la postura partiendo de la posición anterior.
- Permanencia en la postura.
- Movimiento de retorno.
- Respiración en las diferentes fases de la postura.
- Secuencias y orden de las posturas.
Todos estos elementos y cómo se integran entre sí se llaman Vinyasa. El efecto de la postura es simplemente el efecto del movimiento y el flujo de la respiración adaptado al individuo, enfatizando en la columna vertebral, con el propósito de fortalecer, flexibilizar, alinear y generar estabilidad. Por lo tanto el objetivo no es poner al cuerpo en una posición determinada, sino desarrollar la fuerza y la flexibilidad para estar en esa posición. Muchas de las lesiones que se producen durante la práctica pueden ser debido a la ambición del estudiante o del profesor poniéndose o poniéndole en posiciones que no son adecuadas para él y que terminan dañando su estructura corporal.
“Cuando las posturas son ejecutadas sin tensión ni agitación, se convierte la práctica en una sinfonía del cuerpo, respiración y mente, expresando externamente la luz, el gozo y la belleza del alma”.
Pranayama
En las asanas el énfasis es en el movimiento o estabilidad del cuerpo. Esto no puede hacerse sin afectar el flujo de la respiración y éste a su vez afecta a la estructura y funcionamiento del cuerpo.
En el pranayama nos enfocamos en cambiar el patrón de la respiración ajustándola al individuo con un propósito específico que no es otro que alcanzar un estado de bienestar físico-mental.
A nivel físico puede ser recuperarse de una enfermedad o mantener la salud. A nivel mental es alcanzar un estado de equilibrio que nos permita preparar la mente para la meditación, eliminando las perturbaciones internas para poder enfocar la mente en un ideal más elevado y así poder descubrir nuestro ser espiritual. En otras palabras, equilibrar y clarificar las emociones que nos ayuden y que no obstruyan el desarrollo de nuestro potencial más elevado.
No dar la adecuada importancia al pranayama es una devaluación del verdadero propósito de la práctica. El pranayama mantiene la vida espiritual activa, lo mismo que nuestra respiración mantiene nuestra biología viva; en realidad ambas se yuxtaponen.
Hay pranayamas con efectos sobre funciones fisiológicas, otros actúan sobre el sistema nervioso, otros sobre el plano mental y otros despiertan la búsqueda espiritual.
Meditación
Es el tercer pilar sobre el que se fundamenta la práctica de yoga. Cuando hablamos en términos físicos, hablamos de asanas y pranayama.
Cuando hablamos en términos mentales y espirituales, hablamos de meditación.
Es el camino para encontrarnos con nosotros mismos, nuestro ser verdadero. Sólo se puede hacer yendo hacia dentro. Si hay un ser de trascendencia en nosotros, debe ser nuestro ser secreto. La parte externa es cambiante, limitada por las circunstancias. La mediación surge de una necesidad de vivir una vida más elevada y más profunda. Para ello necesitamos el adecuado objeto sobre el cual concentrarnos, un objeto que esté más allá de nuestros condicionamientos, que represente toda la plenitud que uno busca, todo conocimiento que la mente añora, toda felicidad que el corazón anhela. Esto está representado por el Divino o ser Trascendente.
Tomás Zorzo (Rama) es pionero y único certificado de Ashtanga Yoga en España.