En realidad, todo conflicto nace en el ego y en las batallas de poder que libra con los demás egos. Ahí es donde se gesta el drama y la tragedia de la humanidad. En el ego es donde nace todo el sufrimiento. Escribe Emilio J. Gómez.
“Ahora que has roto la pared con la cabeza, ¿qué harás en la celda vecina?»
Confucio
Vivir sin ego… ¡qué sueño tan imposible, en apariencia!, y al mismo tiempo tan posible. Porque cabe preguntarse: ¿sería posible conseguir la quimera de vivir sin ego?
La respuesta pasa por la paradoja: sí y no, al mismo tiempo. Porque se puede plantear también del modo contrario: ¿es posible vivir a través de algo que en sí mismo es completamente ilusorio?
Desde luego que no es posible. Entonces, ¿cómo es que el ego existe? Muy sencillo, se debe a que forma parte del sueño en que el hombre vive y muere.
Se dice que todo es un sueño para el que ha despertado. Por el contrario, todo pasa a ser una posibilidad, una simple hipótesis teórica para el que cree ser una entidad individual.
Estados de consciencia
Así pues, entre las luces de la vigilia -estado de Jagrat-, los destellos de las imágenes oníricas que las ensoñaciones provocan -Swapna- y la negra oscuridad del sueño sin ensueño, allá donde reina la inconsciencia -Sushupti-, un estado de ser brilla más allá de los tres anteriores. Se trata de Turiya, el denominado “cuarto estado” de consciencia.
Turiya es el anhelado estado donde, según la tradición, se experimenta la no-dualidad. Anhelado por el ego, desde luego, que ha oído hablar de él y gusta de correr detrás de todo aquello que llama su atención y espera encontrar algo especial que le haga ser diferente de los demás egos.
En el estado de Turiya la ficción de los anteriores estados queda diluida y entonces el ego aparece como lo que en verdad es: una ilusión más. Pero, ¡caray con la ilusión!, qué verdadero parece y cuánta fricción genera cuando no se está en el estado de Turiya.
No obstante, no es algo tan difícil de conseguir -la idea de dificultad nace en el mismo ego-, pues en cuanto que se desplaza el punto de encaje por donde se percibe el mundo, se comprende que el escenario es de cartón. Tan sólo basta un ligero desplazamiento apenas perceptible por todos los demás egos, y con ello llega la libertad y la liberación.
Libertad y liberación
¿De qué hay que liberarse? ¿Quién se libera en realidad? Hay que liberarse de la tiranía del ego, que con sus constantes demandas de atención provoca una disipación de la energía y vitalidad. Porque ocurre que el ego jamás llegará a liberarse, sino que sucede al contrario: es la consciencia la que se libera del pesado fardo que viene a ser el yo egóico y personal con todas sus constantes demandas de energía a través de la atención.
No es posible liberarse del ego, porque al ego sólo se le puede trascender. Ir más allá es el significado de trascendencia. No es posible matar al ego. Basta con comprender su naturaleza ilusoria y en ese mismo momento se está en condiciones de ir más allá, de trascenderlo a través de la comprensión.
Cuando surge la comprensión es como cuando se abre la ventada de una habitación que ha permanecido largo tiempo en la penumbra y oscuridad -avidya, la ignorancia-. Para entonces todo se ve claro, tal y como es. Se contemplan las cosas con la misma naturalidad con que un niño observa el mundo.
Ahora bien, ¿va a cambiar algo en la estancia porque la ventana se abra y entre la luz del sol? No, no va a cambiar nada en absoluto. Todo va a continuar igual, exactamente igual, excepto una cosa: el ego ya no tiene un papel dominante, y sus ridículas luchas de poder por la supervivencia habrán finalizado para siempre. A cambio: la felicidad.
Emilio J. Gómez
Es profesor de yoga de la Asociación de yoga Silencio Interior e imparte clases Hatha & Radja yoga en El Escorial (Madrid).
Más información: http://www.silenciointerior.net/