Nuestros niños son nuestra meditación

2014-05-12

Una madre llega de un retiro budista donde se ha sentido íntima consigo y con el Buda que en potencia es. Al poco de entrar a casa tiene un jaleo tremendo, un pandemónium con sus propios hijos pre-adolescentes. Escribe Joaquín G. Weil. Fotografía Victoriano Moreno.

Yoga ninos

«¿De esto te sirve la meditación, mamá?».

-No -responde la madre-. Esto no tiene nada que ver con la meditación ni con el budismo. Esto es cosa mía.

En uno de los lemas, frases o sentencias que figuran en las etiquetas de las bolsitas de los Yogi teas hay una frase que reza: «Our chirdren are our meditation», que traducido al español nos sirve de título para este artículo. La frase originalmente es de Un camino con corazón, de Jack Kornfield.

Proponía Ram Dass (Dr. Richard Alpert), el autor del célebre Be here and now (Sé aquí y ahora), que si crees que estás iluminado, mejor pásate una semana en casa de tus padres. Así comprobarás la calidad de tu iluminación. Otro tanto podemos sugerir respecto a nuestros propios hijos. Como es sabido, los niños tienen las antenas finas y detectan con facilidad las ondas de nuestros cambiantes estados de ánimo y el nivel de nuestras energías psicofísicas. Y es que, como describía un conocido mío, entre nuestros padres y nuestros hijos, estamos generacionalmente rodeados, también en asuntos de iluminación.

Mi esposa sostiene que la crianza de los niños es el verdadero yoga avanzado. Hacer la posición del loto estando en equilibrio sobre la cabeza es una verdadera fruslería en comparación con preparar el baño, la cena, tener listo el pijama y la ropa para el día siguiente, y acostar a los niños temprano para que a la mañana lleguen a tiempo al colegio, etc. Aunque tal vez, rizando el rizo, habrá quien pueda atender correctamente a sus hijos mientras hace el loto cabeza abajo, lo cual sería no yoga avanzado sino el samadhi mismo, o tal vez casi el parinirvana.

Yoguis domésticos

En la tradición de India hay básicamente tres fases en la vida: la del aprendiz o buscador (brahmacharya), la de los padres y madres de familia (garhasthya), y por fin la época de indagación espiritual y retiro de los asuntos mundanos (vanaprastya y sannyasa), una suerte de jubilación espiritual, que es lo que en ocasiones uno anhela de modo inmediato.

En nuestro entorno cultural y social, estas tres fases las hacemos más de libre configuración. Por lo general las familias se forman más tarde que en la India tradicional, y a veces la indagación espiritual viene intercalada con las otras fases, principalmente la familiar. Entonces ocurre, pienso, que la indagación espiritual se convierte, o podría bien convertirse, en una herramienta importante para la armonía y la inspiración en los asuntos hogareños. Pero también la vida hogareña y familiar puede ser un precioso instrumento de desarrollo personal y espiritual. De ese modo se hace cierto que nuestros niños sean nuestra meditación.

Para quien le sirva nuestra experiencia, en YogaSala Málaga ya hemos procurado varios modos al respecto. Quisimos disfrutar de la práctica del yoga con nuestros hijos y organizamos uno de los primeros yogas en familia, hoy afortunadamente tan extendidos. La actividad era entonces tan insólita que mereció la atención informativa en prime time de TVE-1 y en la prensa local. Fue un éxito aunque muy exigente a nivel físico y mental. También organizamos fines de semana de yoga y meditación donde nuestros niños se sintieron bien acogidos, con actividades conjuntas y paralelas. Para sorpresa de muchos participantes, comprobaron cómo era posible y enriquecedor practicar en compañía de la familia. Se hicieron doce ediciones en un templo budista que era al mismo tiempo un hotel, hoy ya lamentablemente desaparecido como tal.

En más de algún lugar he leído que en la civilización del Valle del Indo, en Mohenjo-Daro y otras antiguas ciudades donde se piensa se realizaba yoga hace más de 4000 años, la práctica espiritual era un asunto urbano y familiar. Y esto por varios indicios arqueológicos. A veces tenemos la fantasía de que los antiguos creadores del yoga y la meditación eran abuelos barbudos encaramados en las cuevas de los Himalayas. Desde Krishnamacharya en el siglo XX es más frecuente la figura del buscador que es al mismo tiempo padre o madre de familia.

A veces queremos proyectar la gran aventura espiritual en lugares o tiempos remotos, personalidades especiales, en los lejanos Himalayas en los rishis y los budas. Pero no. Por pura lógica (espiritual), los auténticos budas y rishis inventores o recreadores del yoga y la meditación somos nosotros, aquí en España, como quien dice en USA, Argentina, Ecuador o México, etc. Y no digo esto por altanería, sino por asumir la responsabilidad que nos compete. El verdadero yoga, meditación o iluminación no está en los libros o textos clásicos o legendarios, sino en nuestra propia práctica, en nuestras circunstancias reales y concretas, con nuestra pareja, nuestros hijos o como sea.

Asumir nuestro destino

Si hay algo que he aprendido en estos años es que no hay una vida más idónea que otra para el desarrollo de la práctica del yoga y la meditación, o el desarrollo espiritual, padres, madres de familia, profesionales diversos, monjes, anacoretas o como sea, sino que el acierto está en aceptar lo real y concreto que nos ha tocado vivir, y en ejercer nuestra voluntad y alcanzar nuestro destino tal cual somos.

El cuidado y la atención de los niños evoca en nosotros profundos samskaras (burbujas del inconsciente) con los que es preciso trabajar. A veces anhelamos de modo perentorio las sublimidades de la meditación en silencio y soledad, y por contra nos viene de vuelta la urgencia de la batalla vital, el principio de realidad en forma de llanto infantil o rebeldía adolescente.

Como han señalado diversos maestros, entre ellos Jack Kornfield, autor de la frase del título, podremos alcanzar todos los samadhis, iluminaciones o sublimidades espirituales que queramos alcanzar, pero finalmente donde tales logros se prueban es en nuestro modo de conducirnos con las personas que tenemos más cercanas, en particular con esos grandes budas y maestros que en ocasiones son para nosotros nuestros niños.

Joaquin Garcia Weil (Foto: Vito Ruiz)Quién es

Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.

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