Cuando en mi juventud vi la película Excalibur, me impresionó la pregunta “¿A quién sirve el Grial?” que una voz en off dirige a un perplejo Sir Perceval que no lo tiene nada claro. Como suele suceder en muchas películas, esa escena es no solo diferente sino contrapuesta a la leyenda de Chrétien de Troyes en la que se basa, y por tanto, cambia totalmente el significado de la historia, dejando al público en una total ignorancia del auténtico sentido del mito. Escribe Luisa Cuerda.
Porque nadie hizo esa pregunta a Perceval. “¿A quién sirve el grial?” era justamente la Pregunta Mágica que tenía que hacer Perceval para tener derecho a la Copa Sagrada y así salvar al mundo de la miseria y de la muerte. Pero Perceval no hizo esa pregunta por obediencia a su maestro, que le había aconsejado que no hablase. Y el Grial le pasó por delante sin pena ni gloria y su mundo no se salvó. Una interesante lección que nos enseña lo conveniente, prudente y necesario que es hacer la pregunta clave ante un elixir de vida eterna.
La actitud investigadora y preguntona, sin embargo, no tiene ni ha tenido nunca muchos partidarios, especialmente entre las personas dogmáticas, que son siempre demasiadas y entre las que ¡ay! se cuentan no pocos maestros como el de Perceval, claro exponente de ciertos profesores que enseñan a bulto lo que aprendieron de oídas deformando en el trayecto el verdadero significado de la enseñanza.
Todo esto me vino a la memoria hace poco charlando con una amiga que comenzaba, entusiasmada, a asistir a sesiones de yoga. Según ella, era una clase cañera, en la que sudaba y echaba fuera el estrés, por lo que luego se sentía relajada y fenomenal. Una definición aplicable a muchísimas actividades, todas ellas saludables y estupendas, ninguna de las cuales puede definirse en verdad como yoga.
Porque, ¿qué es realmente el yoga? ¿A quién sirve? ¿Es una actividad psicofísica que nos hace sentirnos bien? ¿Es un conjunto de creencias que nos asocia con un determinado grupo? ¿Es la última moda entre los hipsters? ¿Es la manera de parecerse a las celebrities que se fotografían en jardines exóticos posando en posturas extremas?
El Yogasûtra, especialmente en los capítulos II y IV, nos da repetidamente la respuesta a nuestra Pregunta Mágica, esa que Perceval no se atrevió a hacer y que nosotros deberíamos afrontar, a despecho de dogmáticos maestros: El yoga sirve a Purusa. Dejadme que lo explique un poco más.
Como sabemos, el yoga es uno de los seis darsanas o puntos de vista que nacieron a partir de los Vedas. Y es heredero de la cosmogonía del Samkhya, el darsana cronológicamente anterior a él. Según el Samkhya y el Yoga, existen dos principios eternos: uno, el principio espiritual, conocido como Purusa (literalmente, ‘quien duerme dentro de la casa’) y el otro, el principio material, conocido como Prakrti.
Purusa es inmutable, atemporal y libre. Prakrti es mutable y está sometido al tiempo y a las circunstancias. Todo ser viviente de este mundo lo es porque Purusa da vida a Prakrti, la materia de la que está compuesto. En cuanto al ser humano, está compuesto de Prakrti y por tanto sometido a las leyes del cambio y del tiempo, pero está vivo porque Purusa, atemporal, inmutable y libre, habita dentro de la materia que lo forma (duerme dentro de la casa). ¿Somos Purusa? ¿Somos Prakrti? Mientras vivimos la experiencia humana somos ambas cosas. Y, siempre según el Yogasûtra, la íntima unión de Purusa (alma) y Prakrti (cuerpo/mente) hace que el alma se identifique con la mente hasta creer que no hay otra instancia superior, es decir, hasta olvidarse de sí misma, ignorar su libertad y apagar su luz. Sin embargo, esa íntima y tantas veces dolorosa unión entre Prakrti y Purusa, entre cuerpo y alma, produce dos maravillosos frutos: el primero es que el alma pueda experimentar este mundo a través de los sentidos y de la mente humana; el siguiente es que, cuando llegue el momento, el alma se reconozca a sí misma y recupere así su libertad y su luz; y eso solo puede suceder a través de una mente entrenada y purificada por una continua práctica del yoga. Por eso, el yoga trata sobre la mente pero a quien sirve, a quien libera, es a Purusa, el alma.
Con nuestra Pregunta Mágica contestada estaremos en las mejores condiciones para saber qué hacer con el elixir de vida eterna; y tal vez, entonces, la oportunidad no pase de largo ante nosotros y nuestro pequeño mundo se salve de la miseria y de la muerte.
Luisa Cuerda,
Luisa Cuerda, es practicante de yoga y profesora por la escuela Yoga Síntesis de Barcelona. Certificada en el Post Graduate Yoga Training por Sannidhi of Krishnamacharya’s Yoga, tradición de la que es estudiante permanente. Escritora y coautora del proyecto Mettacuento.