En los momentos de duelo deberíamos tener recursos que nos permitieran estar presentes y, de una forma compasiva, vivirlos con desapego para que se transformen en experiencia. Uno de estos recursos es la respiración compasiva. Por Josep Maria Gasset para Espacio MIMIND.
Nuestra mente quiere quedarse apegada a situaciones, a personas, a lugares y no nos permite liberar el flujo de nuestra creatividad. Vivir momento a momento es la manera de poder soltar los apegos.
Cuando alguien está en un momento de duelo en su vida, ya sea porque se halla en una situación de cambio o porque alguien ha desaparecido de su vida y no va a volver a verlo, debería hacer un gran ejercicio de desapego que le permitiera poder acompañar al ser que nos ha dejado de una forma libre y tranquila.
Esto no es nada fácil, durante el proceso de muerte y separación de nuestros seres queridos, amigos, enemigos o extraños, suceden todo tipo de momentos de transformación y catarsis, se descubren los corazones y se viven momentos íntimos que marcarán nuestras vidas.
Sin dudarlo son momentos de transformación. La gran pena es que no estamos entrenados para poder vivirlos; solo los tememos y esperamos que nunca sucedan, pero siempre acaban llegando de una forma o de otra.
En las escuelas no se enseña la realidad de la muerte y del duelo, en las tertulias no se comenta algo cotidiano que sucede cada día a millones de personas. Nos escudamos en la cotidianidad y en la superficialidad de la vida para esconder la verdad, y es que a todos nos va a llegar alguna situación difícil donde el duelo será inevitable y el dolor y el sufrimiento de la pérdida aparecerán.
En Oriente se propone que las personas se acuerden de la muerte como algo muy cercano a la vida y, a pesar del dolor, como algo que hay que integrar. Algunas órdenes monásticas en Occidente tenían rótulos en los dinteles de las puertas para recordar que todos vamos a morir.
Pero ¿qué hacer cuando estemos en una situación de duelo y de dolor por una pérdida de un ser querido o un ser que nos ha tocado aunque no le conozcamos?
Técnicas compasivas
Debemos entrenarnos en técnicas compasivas que nos permitan, primero, estar en el momento presente con una mente atenta, para vivir aquello que nos va a marcar sin duda nuestras vidas y recoger el fruto de la experiencia única.
Respirar primeramente la situación y dejar que surjan los sentimientos, las emociones aceptándolas tal y como son, sin limitaciones ni conceptos; aquí no sirven los discursos, el dolor y la pérdida son muy particulares.
Desde el corazón, vivir este momento respirando con la técnica de la respiración compasiva, poniéndome en el lugar del otro. Si yo me pongo compasivamente en el lugar del otro, seré capaz de experimentar y acompañar este momento de otra manera. Sin juzgarle, sin expresarle conceptos, simplemente respirando su proceso, lo llevo a mi corazón y lo transformo en amor, en compasión, una y otra vez, observando, viviendo, siendo y estando presente, nada más.
Sin perseguir ningún fin, nos limitamos a estar presente en momentos de dolor, definitivos, únicos , experienciales, amorosos, donde la emociones y los sentimientos surgen, el llanto, las risas, los recuerdos. Así, nos ponemos en el lugar del otro y hacemos la experiencia juntos, la experiencia de la transformación de la vida. Se trata simplemente de estar al lado del que sufre o del que hace su experiencia de traspaso.
Al respirar permitimos que el aire fluya, que la vida circule, que renueve el ciclo del insight y el outsight, que no es más que el movimiento rítmico de la creación, el tzim zum, el big bang que de una forma microcósmica se extenderá hacia el macrocosmos.
Respirando el dolor
Esta práctica muy antigua de la respiración compasiva va a ayudarme en los momentos para el acompañamiento hacia la muerte, pero no es menos efectiva para los momentos del duelo. Ahora soy yo mismo que respiro mi dolor y de una forma compasiva lo acompaño llevando la respiración hacia mi corazón ofreciéndome compasión y alivio transformador. No puedo llevar el duelo si no lo transformo. Una y otra vez lo respiro, una y otra vez lo transformo, porque durante el día y la noche no dejo de respirar.
Respirar consciente meditando, andando, comiendo, transformando el duelo en amor hacia mí mismo y también hacia el proceso de transformación, la persona que ha hecho el traspaso y los familiares, amigos y todo aquello que queramos integrar.
Transformar estos momentos en momentos de amor y compasión, este es nuestro gran reto. Si lo practicamos vamos a lograrlo; tan solo exige presencia luminosa y respirar, respirar y respirar, llevando todo al corazón y entregarlo compasivamente, de una forma gratuita, sin juzgar y contemplarlo, sin ponerle la mente y ver qué surge. Es como un pequeño milagro que va ofreciendo una experiencia única, que luego nos transformará.
Todos tenemos experiencias de muertes de personas cercanas, de todas edades y condiciones, amigos, enemigos y extraños. Y en ese momento siempre tenemos pensamientos compasivos y les deseamos lo mejor. Esto es lo que queremos desearles, la felicidad y sus causas, pero también a sus familiares y amigos.
¿Por qué no hacemos lo mismo en nuestro día a día?, ¿por qué esperar a estos momentos finales de dolor y sufrimiento?
Yo propongo que esta técnica compasiva la apliquemos cada día con nosotros mismos y con los que nos rodean, con las situaciones donde haya conflicto o deban transformarse.
Naciendo cada día morimos, decían los antiguos. Si es así , debo prepararme cada día y experimentar la respiración compasiva poniéndome en el lugar del otro que sufre para transformar el dolor en amor. También aplicándomelo a mí mismo y así transformar estos momentos de muerte cotidiana en vida.
Poder experimentar el duelo compasivamente va a transformar nuestras vidas; respirar y transformar el dolor y el sufrimiento en amor va a transformar nuestra mente de la muerte a la vida.