Escuché al Premio Nobel de Física William Phillips argumentar que la potencia física de Dios podría ser suficientemente sutil como para interactuar en la creación sin dejar huellas. Es increíble que el cerebro humano proporcione la oportunidad de trabajar la conciencia y entrar en contacto con el espíritu de una forma tan vasta. Por Koncha Pinós-Pey para Espacio MIMIND.
No somos capaces de rastrear ni de documentar todo lo que pasa. Pero parece que la física se está acercando a la idea de que el poder de Dios -como conciencia intrapsíquica- sería totalmente compatible con todos esos miles de millones y millones de neuronas libremente cableadas, recableando y reorganizando las sinapsis.
Es un pensamiento reconfortante e inquietante, tengo que decirlo. Así que cierro los ojos y centro mi atención en ese sentimiento de no-pensar lo que acabo de escribir.
El cerebro humano es la estructura más compleja del Universo conocido. Solo decir que son más de cien mil millones de neuronas implicadas, cuyas funciones son todavía un misterio. Pero los números no son nada en comparación con la complejidad estructural y funcionalidad de esa preciosa máquina.
Las neuronas son pequeñas cositas peludas, que salvajemente se erizan en todas las direcciones creando estructuras largas y delgadas llamadas “dendritas”. En algún lugar, normalmente, hay un cable de salida llamado “axion” que en algunas circunstancias puede medir muchos centímetros de largo. Cada neurona se puede disparar y encender en nuestro cerebro cada 0,5 milisegundos. El número posible de encendidos y apagados del cerebro es gigante, diez veces diez un millón de veces, que cambia cada 0,5 milisegundos.
Da vértigo solo pensarlo. Es pura impermanencia.
Médico de la conciencia
En nuestros días una serie de neurocientíficos combina el alma de la filosofía con los conocimientos más avanzados de la ciencia en evolución. Para empezar a comprender esto podemos leer a Antonio Damasio en Y el cerebro creó al hombre. Damasio es un neurólogo -médico que trata los trastornos del cerebro- de la universidad de Iowa, pero también podría decir que es un filósofo de la conciencia: muchos de los temas clásicos los trata desde una perspectiva nueva y maravillosa. Él usa la palabra “emoción” para hablar del conjunto de respuestas corporales que uno tiene cuando aprende algo.
Lo que más me gusta de Damasio es cómo ilustra el papel de las emociones en el pensamiento crítico. “La emoción bien orientada despliega un sistema de apoyo sin el cual el edificio de la razón no puede funcionar correctamente”. En su primer bestseller, El error de Descartes, emoción, razón y cerebro humano, describe la historia de un brillante profesional que sufre daños en sus lóbulos frontales a consecuencia de un tumor canceroso. La inteligencia del hombre está perfectamente intacta, pero parece no tener respuestas emocionales, no puede desplegar su inteligencia de ninguna manera racional.
Emocionalmente desconectadas, las personas suelen tomar decisiones terriblemente ingenuas o miopes. Las pruebas de la inteligencia pueden dar altas, los ensayos neurológicos no encontrar ningún problema, pero la vida de estas personas se convierte en un caos sin esperanza. Porque existen otras pruebas importantes: la vida y lo vivido.
La inteligencia aumenta cuando se piensa menos
Es increíble pero el cerebro de tortuga invita a una reflexión rápida sobre cómo pensamos. Explorar y experimentar nuestras formas de vida subjetivas, cómo tejemos nuestras relaciones interpersonales y nuestro conocimiento empírico es de suma importancia para crear conexión y ecuanimidad en nuestras vidas.
El alma y la sinapsis nos lleva a la discusión de lo que los griegos llamaba “eudaimonia”, un bienestar que se contrapone a la “hedonia” o hedonismo. Eudaimonia se nutre de un sentimiento de profundo significado, conexiones compasivas, equilibrio emocional y un sentido de pertenencia a algo más grande que un cuerpo definido… no solo existo yo.
Recientes estudios científicos apoyan que las antiguas tradiciones espirituales en realidad han enseñado técnicas que benefician la salud y dan sentido a la vida; muchos sentidos, diría yo. La práctica de la sabiduría y el término “espiritual” se refieren a esa mirada de cada uno en la búsqueda de la autenticidad y de otorgar significado a la verdadera conexión profunda y necesaria.
Nuestra vida nos impide ver la necesidad de la eudaimonia, pero sorprendentemente, como Damasio demuestra, nuestros genes son más listos que nosotros. Tiene más sentido evolutivo vivir con compasión, conexión y autenticidad que no hacerlo. No solo nos sentimos mejor, sino que la máquina genética lo demuestra. Nuestra neurobiología nos previene sobre cómo estar sanos y ser felices. Porque sentirse integrando un todo mayor, importa e importa mucho, en vez de verte simplemente como un ser “aislado” que vagabundea.
Estar conectado con los que amas mejora el sistema inmunológico. Y tener conexiones espirituales vividas tiene sentido en términos cerebrales, por tanto “es bueno para ti”. La neurociencia nos ofrece ya una mirada del alma a la sinapsis, ofreciendo reflexiones sobre cómo podemos cultivar ese bienestar en nuestras propias vidas. Sanando la noción del todo, el núcleo del crecimiento del alma, el corazón de la investigación científica, y entrando en el terreno interior donde se unen el alma y la sinapsis.