Casi 38 años transmitiendo lo mejor del yoga. Escarbando en textos, investigando en las fuentes para poder compartir hoy con nosotros, en sus libros y cursos, las esencias y secretos de la sabiduría yóguica. Qué lujo escucharla, en estos tiempos de improvisaciones e ideas tomadas por los pelos. (Foto realizada en un seminario de Olivia, de pie en el centro, en Tribhuvana de Buenos Aires).
Olivia Cattedra es doctora en Filosofía, especializada en Estudios Orientales, investigadora del Conicet en el Área de Filosofía Comparada e Historia de las Religiones y autora de 45 artículos y diez libros sobre su especialidad (filosofía de la India y de la China). Sin embargo, no se considera una intelectual:»Sólo transmito lo que he aprendido de buena fe. Según expresa el Yoga Sutra, ‘El samadhi está cerca para los de fuerza intensa'».
Lleva dando clases casi 38 años, sobre todo en su país, Argentina. Vino a Madrid para impartir varios talleres: el fin de semana pasado sobre «Yoga Suave» en Las Escuela de Yoga de las Tablas. Hoy por la tarde dará otro sobre «Lilah, el Juego de la Vida» (al cual asistiremos y del que informaremos en Yoga en Red), y el próximo día 1 de marzo, un taller gratuito sobre «El Yoga y el Karma» en Yoga Bindu Chamartin. Se puede contactar con esta prestigiosa profesora de yoga en su correo ocattedra@gmail.com.
¿Qué destacarías de tu trayectoria profesional a lo largo de los años?
Mi actividad como orientalista e indóloga se ha desarrollado por dos canales: uno de ellos ha sido como instructora de Hatha Yoga; luego, en el otro canal, mi trabajo de investigación académica, pues, formalmente, soy doctora en Filosofía y especialista en Historia de las Religiones por la Universidad del Salvador de Buenos Aires, e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) desde 1982, cuando comencé con la traducción de las Kârikâ de Gaudapâda a la Mandukya Upanishad. Ya en esa época, el trabajo sobre textos fue sumamente esclarecedor para comprender las modificaciones de estados de conciencia que verificaba en las practicas de meditación.
¿A qué propósito va dirigido tu trabajo sobre textos antiguos?
Desde aquellas épocas, la enseñanza de los textos resultaba sumamente eficaz para poder acompañar a las personas en su autoindagación y en la comprensión de las modificaciones internas que causan las técnicas meditativas, comprensión que resulta fundamental para no caer en divagaciones, ilusiones o idealizaciones que, a la postre, solo aumentan la confusión.
En realidad, el trabajo interno que acompaña la práctica del yoga va promoviendo el autoconocimiento del practicante, tanto en un sentido psicológico como espiritual, y ese es el modo en que va ampliando nuestros márgenes de libertad interna que, con mucha suerte, nos hará actuar con mayor libertad, que es la meta final de la práctica.
En cuanto a mis motivaciones personales, diría que no persigo ningún propósito especifico; simplemente cumplo con una tarea que entiendo como servicio. De hecho, entiendo que la tarea de cualquier instructor de yoga es acompañar (y subrayo el término) al practicante para que, en primer lugar, calme su mente, y luego se dirija hacia su interior gradualmente y en la medida de sus posibilidades, siempre en forma serena y sin forzar.
A veces cuesta explicar a un profano cómo trabaja y mejora el yoga. ¿Qué le dirías tú?
Le diría que pruebe, que haga una práctica. Dice un antiguo aforismo tántrico: «El remedio es remedio si cura». Si le va bien en la práctica, adelante; de lo contrario, deberá explorar y buscar otro camino. También le diría que la mejora que espera quizás no ocurra en los términos que él busca o quiere. El yoga siempre es operativo y funciona a nivel del alma y de la esencia; y estos tienen sus propios caminos, que son un misterio.
El ego puede tener sus gustos y disgustos al respecto. Yoga es un proceso de interiorización para autoconocerse, tanto en lo psicológico como en lo espiritual, y a veces lo que se encuentra en el camino no es del agrado del ego, pero justamente tal contrariedad tiene que ver con el pasaje de “lo irreal a lo real”, que preconiza la Brihadaranyaka Upanishad.
Las respuestas del alma nunca vienen de afuera y nadie puede dárselas a otro. Cada uno las descubre sobre sí mismo, pero eso depende de la fortaleza y dedicación que el practicante asigne a sus técnicas, comprendidas como un conjunto de ejercicios físicos y psíquicos. Tiempo, esfuerzo y dedicación.
¿Por qué criterios guiarnos para elegir una determinada práctica, estilo o profesor de yoga?
Afinidad y empatía, respecto del instructor. Lo que se elige es un instructor de yoga, no un maestro. Los maestros son un tema complejo. Desde luego que las venerables tradiciones de Oriente son iniciáticas y por ende suponen la continuidad maestro-discípulo, sin embargo, este aspecto de la transmisión directa ha sido distorsionado por un Occidente zambullido en el “materialismo espiritual”, y en tales casos, las idealizaciones del “maestro-discípulo” han ayudado a una difusión tendenciosa y dependiente del yoga.
Por dependiente me refiero a no-libre, redefiniendo la noción de libertad como compromiso con el svadharma. Ya lo vemos en el comienzo del Bhagavad Gîtâ: hay un momento en que la autoridad de los maestros externos declina en favor del proceso, necesario, inevitable y fundamental de autocomprensión llevado a cabo por la conciencia del practicante. Ese es un núcleo indeclinable de libertad, y en ese sentido, los maestros actúan en muchos niveles sutiles y espirituales; de ahí que se diga que, en el fondo, el mayor maestro es el propio corazón.
Para evolucionar en yoga ¿no conviene elegir un buen maestro?
Al decir de otro texto (creo que el Kularnava Tantra), habría tres clases de maestros: el que llama la atención sobre otra dimensión de la realidad (que en este caso sería la interioridad), el que nos hace mirar en el corazón y, finalmente, el maestro supremo será el propio corazón. He aquí la mayor dificultad para nuestros tiempos: ¿quién accede fácilmente a él? En este último sentido, el yoga también constituye una propedéutica que aquieta la mente para poder contemplar el corazón.
En la actualidad, ¿cuáles serían los requisitos que debería de cumplir un instructor de yoga?
Entiendo que un buen instructor de yoga es cualquier persona, prolijamente preparada y honesta, que trabaja sobre las fuentes, sobre sí mismo y da lo mejor de sí con atención al ambiente, la cultura y las personas hacia las cuales se dirige. El practicante puede avanzar en el conocimiento de sí mismo, pero, como decía antes, eso depende de él, de su dedicación, esfuerzo y honestidad consigo mismo. No depende de ningún factor externo ni de ningún “maestro” y sí de aquello que su buen karma le habilite, pero esto es ingresar en otro tema que excede el presente momento.
¿Qué opinas de los “yogas modernos” y de los “yogas de autor”?
La mayoría de los “yogas modernos” me resultan controvertidos; incurren en el peligro de los mensajes extrapolados de Oriente, es decir, la descontextualización ontológica y axiológica. De ahí que sus aplicaciones son válidas en ese marco (el indio) y, trasladadas al nuestro (occidental), se modifican, debiéndose definir con mucho respeto y precisión sus alcances y limites. No se puede traicionar la tradición fuente, pero tampoco se puede imponer una cultura sobre otra. Es un camino estrecho “como el filo de la navaja”.
La redefinición de alcances y limites posee además un aspecto muy interesante: la apropiación llevada a cabo con esmero puede dar lugar a interesantes aperturas en la investigación académica científica y sus aportes. Sin duda, el yoga tiene mucho que aportar a Occidente, pero por esto mismo también la educación del yoga debe ser profunda y respetuosa sin ser rígida ni invasiva. Véanse como ejemplo las investigaciones en neurociencias (vayu) o en psicología profunda (yoga y esquizofrenia) en manos de profesionales médicos de la salud.
¿Hasta qué punto es imprescindible conocer la cultura yóguica tradicional, sus fuentes, para beneficiarse del yoga?
Académicamente es imprescindible. G. Larson observa la urgente necesidad de dar al Hatha Yoga un adecuado encuadre académico, y esto se basa en el trabajo sobre fuentes. El yoga es un conjunto de enseñanzas antiguas concebidas por una determinada cultura que comprende al hombre de un modo determinado, es decir, a partir de una visión antropológica distinta de la nuestra y con diferentes parámetros axiológicos. La quietud es fundamental, y este aspecto es subestimado en muchos de los yogas modernos.
Finalmente, al decir de David Gordon White (Yoga in Practice, Univ. Princeton, 2012,p. 21: “Lo que haya sido que encontró Krishnamacarya en su viaje al Tíbet, el yoga que él enseñó en su rol de ‘maestro de yoga’ en el Palacio de Mysore, fue una amalgama ecléctica de técnicas de hatha yoga, calistenia militar británica y gimnasias regionales… Comenzando en 1950, sus tres discípulos principales, Iyengar, Pattabhi Jois, y Desikachar, introducirían sus propias variaciones sobre estas técnicas de modo de llegar a definir el yoga postural que ha barrido Europa y Estados Unidos y gran parte del resto del mundo. Los discípulos directos e indirectos de estos tres innovadores han conformado la vanguardia de los maestros de yoga en la escena contemporánea”. Los beneficios de este eclecticismo aun están por definirse.
Lo dicho: las enseñanzas de las fuentes acompañan la práctica permitiendo comprender la experiencia interna. Por tanto, son fundamentales; de lo contrario, el acceso a la técnica sin sus bases facilita reduccionismos materiales y hedonistas, como ocurre en muchos yogas modernos que entienden el yoga como un yoga-fitness.
Has desarrollado un concepto de “Yoga Suave” que transmites en tus seminarios. ¿Podías explicarnos en qué consiste? ¿Es un yoga light, poco exigente? ¿Cuáles son sus “ventajas” respecto a otros métodos?
La noción de yoga suave surge como una formulación derivada de una investigación académica especifica, llevada a cabo entre 1993/99, sobre fuentes tales como el Hatha Yoga Pradipilka, el Gheranda Samhita y otras; teniendo en cuenta las distintas definiciones de yoga y el análisis de hasta qué punto tales fuentes han sido tenidas en cuenta en las bibliografías occidentales modernas.
En especial, la noción de yoga suave está vinculada a la definición atribuida a Vasistha en la referencia que de él se hace en Hatha Yoga Pradipika, cuando indica la respiración, la regulación pránica, como medio de apaciguar la mente. De aquella investigación en torno a las fuentes del yoga y la clasificacion de bibliografías pertinentes surgió una triple catalogación: yoga suave, medio y fuerte.
Suave no significa en ningún caso light. Implica la práctica que enfatiza la respiración rítmica, los trabajos coordinados de cuerpo-aire-mente, como un conjunto de atención que hace las veces de soporte de concentración; a lo que se suma una preferencia para trabajar en piso, decúbito dorsal, en estado semimeditativo, insistiendo en la ya mencionada la respiración rítmica, explorando los distintos niveles de conciencia entre vigilia y sueño, con asanas muy cómodas y sin contraindicaciones que permitan una permanencia en asana prolongada.
De hecho, cuando más suave es el trabajo de asanas, más poderoso es el trabajo interno. E inversamente, cuanto más fuerte es el yoga, con posturas de pie y de mayor exigencia física, el trabajo meditativo se ve, en cierto sentido, debilitado por la simple cuestión que hace al estado de vigilia y sus peculiares condiciones concentrativas en ese estado. Detrás de esta clasificación se experimenta con toda claridad los estados de conciencia que subyacen a la enseñanza simbolizada por el mantra Om en la Manduky Upanishad.
¿Cuál es el papel del juego, del corazón, del intelecto en tus enseñanzas?
El papel del corazón, entendido como sede del ser profundo (tal como lo indica el Bhagavad Gita), es central en esta técnica. De hecho, un eje de la enseñanza de yoga suave o yoga según la definición de Vasistha es “guardar la mente en el corazón” (Maitri Upanishad), lo que traducido al lenguaje del hombre moderno sería someter las dualidades de la mente/ego (psiquismo) a la unidad e integración del corazón/conciencia (espirítu). Se respetan de este modo las bases antropológicas y ontológicas propias del yoga, en especial, del yoga barroco, que es aquel que se expone en el cuerpo upanishádico e incluso en el Yoga Sutra «hrdaye citta samvit»: por la concentración en el corazón se conoce la mente (y sus trampas, evidentemente). Me parece que esta perspectiva puede constituir un aporte cierto al hombre occidental que, en muchos casos, decide su vida desde la personalidad externa, las conveniencias y los dictados y mandatos socioculturales que intentan omitir lo único inevitable de la vida: su fundamento en el ser.
En nuestra época, ¿cómo puede ayudarnos el yoga a transformar la sociedad y sus desequilibrios?
He aquí otra sorpresa paradójica y maravillosa: el yoga es un instrumento de transformación individual, aunque curiosamente, cada ser que logre un avance individual en el yoga tiene la posibilidad de mejorar su entorno. Es una paradoja que el trabajo individual tenga efectos no individuales, y creo que esto ocurre en todas las practicas auténticas del yoga. En ese sentido, concibo una amorosa esperanza hacia el porvenir y sí anhelo con todo mi corazón que todos los seres sean felices y que cada uno encuentre su camino, y con él la decisión, la lucidez y la fortaleza para transitarlo.