«La colonización del alma» es el título de esta segunda y última parte del análisis de David Rodrigo sobre la génesis y decadencia de la educación tradicional en la India. Ver primera parte sobre Educación en Plenitud Natural aquí.
India se independizó del Imperio Británico en 1947 sólo en cuerpo mutilado. No sólo perdió su Norte, Pakistán, sino su alma, hoy más colonizada que nunca.
La superpotencia India atrae al mundo con su progreso económico y su yoga de gimnasio, simétricamente proporcional a su entierro en vida.
El Gobierno Británico impuso en 1835 el sistema de educación inglés en la India para formar “una clase de personas india de sangre y color, pero inglesa en gustos, opiniones, moral e intelecto […] vehículo adecuado para transmitir conocimiento a la gran masa de la población”, declaraba Lord T. B. Macaulay, artífice del sistema educativo inglés en la India, en su Informe sobre la Educación India Minute on Indian Education (1835). “Una sola estantería de una buena biblioteca europea vale más que toda la literatura de la India y Arabia juntas”, añadía. “Tenemos que educar a gente que actualmente no puede ser educada mediante sus idiomas maternos.”
En la India políticamente libre las escuelas en idiomas indios son guetos marginales. Los Gurukulam, escuelas tradicionales, son, salvo raras royas, centros de formación profesional para que brahmanes (casta sacerdotal hindú) pobres aprendan el oficio de reproducir mecánicamente rituales sin espíritu.
“La India es espiritual o no es”, declara V. M. Tiwari, fundador de Baal Vikaas Bhaaratee, una cruzada en la que ha abierto en toda India un centenar de bibliotecas y centros voluntarios de cuenta cuentos tradicionales para niños/as. “Los jóvenes no están interesados en nuestras tradiciones. A los viejos ya nadie les escucha”, dice Tiwari. “El materialismo, el individualismo, no tiene cabida en las tradiciones de la India, donde el individuo es plenamente consciente de la unidad universal. La educación moderna enseña a memorizar. La tradicional enseñaba a ser personas y a pensar lógicamente hasta alcanzar conclusiones.”
La India antigua tenía un sistema autóctono de Educación de Plenitud Natural. Entre los ocho y los doce años, los niños y niñas sin ninguna diferenciación social ni religiosa, dejaban sus condiciones, sus casas y sus familias, para estudiar y vivir como iguales en la serena luz del Gurukulam “familia extendida del Guru”.
La India es una explosión de la radicalidad de la vida misma. Cabe todo -humanos-animales, divinos y “normales”-, menos la homogeneización de la expresión de la Consciencia única. En algunas tradiciones védicas sólo los niños nacidos en las tres primeras castas (sacerdotes, guerreros, empresarios) iban al Gurukulam. Las niñas recibían esa misma educación en sus hogares por sus ancestros. Mientras que la educación superior de los niños nacidos shudras (casta de los sirvientes) se limitaba a cuenta cuentos y representaciones teatrales.
Los sistemas concretos de Educación de Plenitud Natural son abiertamente indígenas. La conversión y el etnocentrismo son la misma estupidez. La inspiración de otros tiempos y lugares se logra cribando el oro de la tierra, diferenciando el método universal del método autóctono de la realización de lo Universal.
En el Gurukulam estudiaban y experimentaban literatura, ciencia, arte, dharma “vida correcta”, yoga, dhyana “meditación”, brahma-vidya “conocimiento de lo que Es”… Aprendían a aprender. Purificaban su intelecto y corazón, su comprensión, deseos, pensamientos, palabras, acciones y experiencias, para contener en sí mismos la gracia divina en flujo omnipresente.
El horizonte inmediato: la plenitud natural. El sentido de la vida, la fuente de toda felicidad. Con sabiduría –racional e intuitiva- y santidad, ascetismo, autocontrol y disciplina, devoción y austeridad. Maestro/a no es quien enseña esto o Eso, sino quien hace experimentar al discípulo su plenitud natural.
Los Gurukulam eran gratuitos y autogestionados. Parte del currículum era el trabajo “karma-yoga”: limpiar, cocinar, pero también ir a las puertas de los vecinos a solicitar donaciones voluntarias de comida, sustento diario del Guru y su familia de discípulos. Los Gurukulam recibían asimismo ofrendas económicas de reyes y empresarios dhármicos, de buena voluntad y claridad. Los Gurus y sus discípulos no eras mendigos de caridad sino venerados facilitadores del mérito de los donantes. Buenas acciones, buenos resultados (experiencias de gozo).
Alrededor de los veinticinco años, después de unos quince años de asceta desarrollándose como ser humano, nutriendo cuerpo, mente y alma puramente en el Gurukulam, cuando el Guru veía maduro al alumno/a, le invitaba a retomar su individualidad y volver a su hogar y emprender su vida activa aplicando el dharma “vida correcta” y el yoga (autopurificación y realización) aprendido y experimentado en el Gurukulam.
A la hora del adiós, el alumno/a “shishya” ofrecía en gratitud Guru-dakshina “donación al Guru”, no necesariamente económica. Podía tratarse de asumir una función que el Guru le encomendaba. El estudiante también podía decidir no abandonar el Gurukulam y dedicarse única y exclusivamente a la vida contemplativa. Algunos de estos Gurukulam de ermitaños crecieron en instituciones con decenas de miles de estudiantes, sin involucionar.
El mercado sagrado lo pone todo en su lugar, rezaba Lord Macaulay en su informe, y mientras el Gobierno Británico en la India tiene que pagar a los indios para que estudien sánscrito o árabe, los indios pagan por ser educados en inglés.
Macaulay sólo podía ver en ello el efecto natural de la superioridad de la civilización europea y, básicamente, inglesa. Se le escapaban más de ochocientos años de atroz conquista y represión de los mongoles en la India. De lo que surgió un sufismo grandioso. Las condiciones niegan sólo al inmaduro espiritualmente. No hay que llorar sino elevarse.
“No tengo ninguna duda de que los idiomas occidentales civilizaran la India”, prometía el Señor Macaulay en su informe.
La India es hoy un gigante económico que viola multitudinariamente a sus mujeres y escupe a sus hijas desde el feto mismo de sus madres extirpadas. Sorprenderos, pero también indignaros, llorar sangre, recapacitar y crecer.
La mujer india, Diosa venerada antes que al Dios Padre, al Guru y al Dios universal, es hoy Diosa masivamente violada y sin vida. Humanidad pisoteada. Desgarro del alma. La tierra del dharma, granero espiritual del mundo, es hoy semilla de dolor eterno. Atómica bomba de relojería.
Hoy todos somos indios luchando por la independencia de nuestra alma, revolucionarios de la no violencia por la liberación total, buscadores del manantial de la felicidad, de la eternidad, del Yo Real que no habla inglés ni sánscrito, español, chino, árabe, griego, hindi, swahili, mapuche ni catalán. Silencio. Donde se entienden todas las palabras. Noche eterna donde brilla el devenir de estrellas y estrellados.
Buscadores del mundo aterrizan en la India en Gurukulam de Yoga, Meditación, Advaita Vedanta, Bhakti “devoción”, etc. Pero cuesta liberarse de hábitos de aprendida oscuridad.
Tradición perenne en cenizas incandescentes esperando mejores vientos del Este o del Oeste.
Sopla, sopla y revivirá en tu mismo corazón.
Quién es
David Rodrigo García. Maestro de Filosofía India, esp. Advaita Vedanta, Sankhya, Yoga, Meditación
Coordinador de Dhyana Gurukulam, Swami Rama Sadhaka Grama Ashram
Rishikesh, Himalaya, India. Email: drodrigog@yahoo.es