Bhumisparsha Mudra ayuda a calmar la mente, y si se practica de forma regular con el corazón y la concentración, puede ayudar a otorgar poder celestial en el alma.
La mano izquierda señala hacia abajo, hacia la tierra, y los dedos rozan el suelo.
La mano derecha señala hacia arriba, hacia el cielo, como una flor abierta.
Buddha, al igual que Jesús, fue tentado por el mal antes de empezar su predicación, una prueba que ambos superaron con éxito. Mará, dios del deseo de los sentidos, intentó convencer a Buddha de que ni siquiera tenía derecho a la pequeña superficie de tierra sobre la que estaba sentado para meditar. Entonces Buddha tocó el suelo con los dedos de la mano derecha y conjuró a la divinidad de la tierra a que demostrara que él, gracias a sus muchas buenas obras, tenía perfecto derecho a permanecer en esa tierra. Esta leyenda pone de manifiesto hasta qué punto es importante que el ser humano cumpla ante todo con sus obligaciones terrenales si quiere alcanzar la iluminación.
Cuando seamos conscientes de que a nuestro alrededor se manifiesta en todo y en todos la Conciencia Cósmica, que nosotros, con nuestra conciencia individual estamos unidos a todo, entonces tendremos claro el primer mandamiento de las grandes religiones: ámate a ti mismo y ama todo cuanto te rodea, tú y el entorno sois uno, todos nosotros somos parte de un gran todo, lo que es en el interior, en el exterior, el todo es la suma de las partes, igual vive lo más grande que lo más pequeño. La medida completa de esta fuerza no la podremos llegar a conocer nunca, y es bueno que así sea.
Concentremos nuestra atención en un simple objeto (una piedra, una planta, un animal, etc.): al inspirar absorbemos su energía y al espirar le damos la nuestra. Cada movimiento respiratorio es como un lazo, y la unión se hace cada vez más densa, hasta que nos fundimos el uno en el otro. Así podemos unirnos a la Conciencia Cósmica; ella nos indica el camino hacia la unidad eterna.