Los gerentes piensan erróneamente que presionando a los trabajadores aumentarán su rendimiento. Lo que hacen no es más que aumentar su estrés, y la investigación en neuroeconomía ha demostrado que los costes del estrés se reparten por igual entre empleadores y empleados. Interesante: al menos el cerebro conoce el concepto de justicia social. Por Koncha Pinos-Pey paraEspacio MIMIND.
El estrés tiene costes tan altos en la salud y la rotación del personal que da vértigo. Los estudios en recursos humanos arrojan datos que van desde el 46% al 50% más, por parte de aquellas organizaciones que trabajan en situación de estrés.
El estrés es ya una epidemia mundial y una de las causas que se relaciona directamente con las enfermedades cardiacas -observando los patrones pasados y presentes podemos predecir el futuro de los afectados-. Además, en términos puramente económicos podemos decir que “el estrés no es un buen negocio”, pues el impacto negativo es de entre el 54 y el 50% en la facturación total. El estrés laboral ha llevado a las personas a rechazar promociones, dejar el trabajo, padecer divorcios o enfermedades crónicas
Pero en la Universidad de Stanford tenemos un nuevo campo de investigación que surge de un grupo de científicos que promueven una ética de la compasión guiada hacia la “felicidad sostenible”, en lugar de una cultura basada en la motivación hacia el logro.
La cultura de interdependencia empresarial fomenta la unión en el puesto de trabajo, favoreciendo las interacciones sociales positivas, el vínculo, la afiliación, y por tanto la empatía, compasión y felicidad. Se ha demostrado que las personas que trabajan en entornos compasivos tienen mejor salud, un sistema inmunológico más alto, estados de ánimo más positivos, son más proactivos, ofrecen ayuda a sus compañeros y por tanto dan mejor servicio.
Las características de estas personas es que son más compasivas, amables y dan apoyo a los otros, tendiendo a construir relaciones más vinculantes y aumentando los niveles de productividad y la sensación de conexión social. Habida cuenta de los elevados costes de atención a la salud, la inestabilidad en el puesto de trabajo, el mal servicio a clientes y la repercusión en la cuenta de resultados… podemos afirmar que “la compasión es una buena inversión”, y puede tener un impacto positivo no solo en la salud de las personas y su bienestar, sino también en el éxito financiero global.
¿Qué beneficios aporta la compasión a la empresa?
La investigación realizada por Ed Diener y Martin Seligman sugiere que la conexión con los otros es un punto significativo que fomenta la salud mental y física, acelerando la recuperación tras una enfermedad. Otra investigación realizada por Stephanie Brown, de la Universidad de Stonybrook, ha demostrado incluso que es “una gran inversión social” y alarga la vida.
Antes de que los gerentes que leen este articulo lo tiren a la papelera, pueden pensar un momento en “el miedo a la compasión”. Históricamente se ha asociado la compasión a la debilidad. Yo prefiero pensar en clave de líderes compasivos y potentes tales como Desmond Tutu, Luther King o Madre Teresa. Todos ellos fueron líderes fuertes, inspiradores, que no dejaban mejor alternativa que seguirles. ¿Quién es el gerente que genera ese tipo de lealtad y compromiso?
Este punto de vista ha sido fuertemente investigado por Jonathan Haidt, de la Universidad de Nueva York. Su investigación muestra que ver a alguien que ayuda a otro crea un estado de conciencia que él denomina “elevación”. No solo se puede sentir, sino que ahora podemos probarlo -verlo en el cerebro-. Vemos que cuando se realiza un acto de compasión o vemos un acto compasivo, nuestra amígdala se reduce y aumentan las aéreas de compasión hacia nosotros y hacia los otros.
Cuando Haidt y sus colegas aplicaron su investigación a los negocios, se encontraron que si los líderes eran “justos», sus colaboradores se “elevaban” y se sentían más leales y comprometidos, más propensos a actuar de manera amable con otros, sin razón alguna. Entraban en campos de empatía y compasión como si fueran campos de partículas que se mueven con rapidez, generando una cadena de reacciones. En otras palabras, un gerente que se orienta al servicio y a la ética tiene más probabilidades de que otros sigan su ejemplo y aumenten su compromiso con la empresa.
La «elevación» puede llegar a ser una fuerza impulsora para la creación de una cultura basada en la compasión y la bondad, ya sea en el trabajo o en la sociedad. Los neurocientíficos James Fowler, de la Universidad de California en San Diego, y Nicolas Chirstakis, de Harvard, han demostrado que la ayuda es contagiosa. Los actos de generosidad y compasión engendran una reacción en cadena de bondad. Así es como se forma una cultura, por neuroplasticidad; no tiene nada que ver con esfuerzo y sacrificio, sino con la conexión más profunda del beneficio muto.
La investigación sobre la compasión no ha hecho más que empezar. Todo es nuevo, pero los científicos estamos explorando las maneras más eficaces de fomentar la compasión en el trabajo, la educación, la salud y en la sociedad. Fomentando las mejores prácticas de amor y bondad incondicional.
Hacer esto requiere un diálogo sólido entre el mundo de la ciencia y el mundo empresarial. Ese es el tipo de diálogo que necesitamos promover los científicos y profesores que enseñamos los efectos de la compasión y el altruismo en la mente, entre los cuales me encuentro.