Libro: El emperador, soy yo

2014-01-31

El emperador, soy yo. Una infancia en el autismo es un libro muy singular. Su autor, Hugo Horiot, es un joven actor, director y escritor francés, hijo de la escritora Françoise Lefèvre. Y es un autista afectado por el síndrome de Asperger.

El emperador soy yoSolo que no olvidéis esto: es preciso que el soñador
Sea más fuerte que el sueño. De lo contrario peligra
Víctor Hugo

Hugo Horiot en El emperador, soy yo (Ed. Kairós) nos da testimonio de sus vivencias, de su diferencia, de sus dificultades para expresarse, de su deseo de cambiar, hasta de querer ser otro y cambiar de nombre.

Este libro es una auténtica historia, el autorretrato de un niño encolerizado que libra una guerra sin piedad contra sí mismo y contra los demás. Un niño autista de Asperger.

Cuando parece que hoy en día la fractura del autismo es ya parte de la historia, la historia de Hugo nos recuerda la de un niño que cuando sale al recreo todos salen corriendo. El guerrero de los brazos desnudos se convierte en un adulto sereno. Y entonces decide zambullirse de nuevo en su infancia. Nos va arrastrando capítulo tras capítulo. Tiene uno, cuatro, ocho, doce años. Tiene miedo, tiene frio. Se golpea contra el mundo. Esta solo. Se siente como una mariposa volando en círculos en una lámpara del tiempo sin fin.

El libro es claro en sus descripciones sobre qué es ser un autista afectado por el síndrome de Asperger. A veces cruel en sus descripciones. Uno se ahoga en lágrimas y en ternura, viendo como un niño sensible puede brotar como un rayo en la noche. Es un texto fascinante, en la línea de los grandes relatos del autismo, sobre la neurodiversidad y la condición humana.

El cómo del porqué

“El cómo es concreto, el porqué es evasivo y a menudo nos lleva a ninguna parte”, cita el autor. Muchas preguntas de las que él se hace en el libro, las hace cualquier ser humano. Fuera de que sea autista o no, son cuestiones inexplicables. Hoy sabemos cómo se desarrolla el autismo, pero seguimos sin saber por qué. Pero no todo tiene respuestas en la vida, y me extrañaría mucho que algún día la tuviéramos.

Todos nosotros hemos querido ser invisibles alguna vez. Todos nos hemos sentido vacíos, rodeados de personas que nos consideraban insignificantes. No sabíamos por qué pero molestábamos a otros. Llegábamos incluso a querer negar el movimiento, para evitar molestar más. Hasta que al final uno comprende que el vacío es el que gobierna el principio de la plenitud. Te relajas y eres el movimiento. Te abandonas. No eres nada y eres todo. Eres vacío. Hablas cuando es preciso, y si no hablas, mejor.

El pequeño príncipe caníbal está muerto y se ha convertido en emperador. En 1990, la madre de Hugo Horiot, Françoise Lefèvre, ganó el Premio Goncourt con un relato (El Pequeño Príncipe caníbal) donde contaba su vida de madre y escritora devorada por este hijo que padecía de autismo, al cual ella se decidió consagrar totalmente. Como una enfermera que pone cada noche el “gota a gota”, ni por un segundo le dejó la mano, paseaba con su hijo por todas partes. Quizás con esa experiencia madre e hijo nos muestran cómo cambiando la mirada sobre los niños autistas, se cambia el futuro de los mismos. Más de veinte años después de ese libro de Françoise Lefèvre, su pequeño príncipe, Hugo, rinde homenaje a una madre que lo dio todo por él.

Hugo sufrió mucho en la escuela, pero a lo largo del libro nos habla de la importancia de la escolarización de los niños autistas. Si los niños del siglo XXI no son capaces de confrontar la neurodiversidad de la mente, ni las diferencias, no nos quedara más que la indiferencia. Si las madres y padres se dejan vencer por los profesores o directores “que no quieren comprender”, solo les quedarán los hospitales psiquiátricos. Y nunca un autista hubiera podido escribir un libro como el que tenemos entre las manos, ni hacer proyectos, ni dirigir obras de teatro, ni tener fortaleza y confianza en la vida. Todo empieza por una madre.

Lleva a tu hijo solo allá donde le amen, no le dejes con nadie que no le ame. Ni en la escuela, ni con los abuelos, ni con nadie. Una madre tiene que ser sensible a eso. Un niño neurodiverso puede ser textualmente “decapitado” por un entorno neurotípico, que pretende su “normalización”. No hay nada que normalizar. Su reino es su fortaleza. No necesitamos niños autistas decapitados que sufran. Necesitamos cuerpos habitados por la fuerza de un majestuoso dragón que come hierba tranquila. Solo el valor de ser diferentes les podrá defender.

Hugo dedica su libro a “Todos aquellos que se envuelven en un saber sin más fundamento que el dogma”.

estudiosContemplativos