Cuando establecí mi primer centro de yoga me figuré un lema: «Sólo yo y sólo yoga». Tardé una semana en incumplirlo. Hoy por hoy nuestro centro constituye una suerte de «patera del espíritu». (En la foto Rafael Valencia fotografiado por Gemma Lara).
Sin ir más lejos, cuando se nos averió el cerrojo de la puerta de entrada y cambiamos el bombín, tuvimos que hacer 16 copias de la llave. Lamas, maestros zen, coaches, consteladores, biodanzantes, sufíes, músicos, grupos de meditación, etc. recalan por nuestro centro en busca de un hospedaje más o menos duradero. Rara es la semana que no viene alguien nuevo a establecer contacto con nosotros.
Sólo en el campo del yoga somos varias personas, que no dudo en llamar amigos. Nos consultamos dudas. Pensamos juntos en voz alta. Somos un equipo.
Como centro hemos promovido, albergado, salvado o refundado a los principales grupos de meditación de la ciudad. Hemos hospedado encuentros regionales, promovido el yoga y la meditación en museos, escuelas y hospitales, organizado grupos de senderismo y tiempo libre. Hemos llegado incluso a promover una escuela infantil respetuosa con las necesidades de los niños…
Dicen que Trungpa Rimpoche, el lama fundador de la meditación Shambhala, tenía dificultades para estar solo hasta en el cuarto de baño, tantas eran las personas que tenía a su alrededor.
Sin llegar tan lejos, ahora son tantas y tan variadas las tareas que queremos afrontar, que resulta difícil encontrar un rato de soledad y concentración suficiente para escribir estas líneas. Pero recuerdo todavía cuando comencé a enseñar yoga. Como tantos profes de esta disciplina, yo también era entonces un pájaro solitario. Pero ¿por qué se siente solo quien enseña yoga?
Pájaros solitarios
Hay un clásico en la historia contemporánea del yoga. Se trata de la historia del alumno de yoga que, transcurridos unos cuantos años de aprendizaje y práctica, de repente quiere ser profesor de esta disciplina. Para su sorpresa, se encuentra con la oposición de su propio maestro o maestra, que no sólo le desanima sino que lo expulsa directo de sus propias clases, creándose un alejamiento duradero entre ambos. He escuchado esta historia ya unas cuantas veces. Siempre con el mismo guión. Son las típicas cosas que consideramos no deberían pasar en el yoga, pero pasan. Lo escribo por si hay alguien que se haya encontrado en esta situación, bien en un lado o en el otro de la historia. ¿Motivos? El freudiano asesinato ritual del padre (maestro), los celos o las rivalidades profesionales, las inseguridades personales…
Entre eso, las en ocasiones estrictas disciplinas de cada escuela o la inexistencia o la exclusividad mutua de las mismas, el difícil de comprender guruísmo de importación, etc. no es extraño ver profes de yoga, no voy a decir como perrillos sin dueño, pero sí como pájaros solitarios.
Esta sutuación en ocasiones se agudiza por lo relativamente nuevo del oficio, con lo que tiene todavía de pionerismo o de exotismo dentro de una sociedad en ocasiones incomprensiva. También lo que de desorganización y dispersión de los propios profesionales que este carácter novedoso y pionero conlleva. Y más allá de las diversas escuelas, es difícil ver auténticas asociaciones de profesionales del yoga.
Carentes de una mínima organización que nos dote de fuerza, veo que cualquier regulación oficial se va a encontrar con un grupo humano que, como corderos, bajan dóciles su testuz en el pasillo del ganadero.
Decía nuestro swami Rudradev que los profesores de yoga necesitan unirse. (No decía que los profesores de tal o cual escuela, sino todos). No hay otro remedio. Como dice el término sánscrito, el yoga es unión y, por lógica histórica, el destino es unirnos de algún modo. Como ya, por nuestras modernas vías de comunicación telemática, está haciendo este mismo medio yogaenred.com (y no lo digo como cumplido y agradecimiento al medio que nos alberga, es la pura verdad para quien quiera verlo).
Entre tanto llega ese futuro halagüeño, hemos convocado un encuentro de profesores de yoga, independientemente de la escuela o estilo que se practique o profese. Con el sencillo objetivo de conocernos y practicar juntos, y hablar de los asuntos que en común deberíamos de abordar y que nos unen. Sí, es en Málaga, pero a tiro de autovía o tren de alta velocidad desde muchas otras ciudades. Os esperamos.
Mira este enlace al evento.
Quién es
Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.
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