El viaje espiritual ha sido durante muchos años una fuente de fascinación personal. He llegado a las cuatro de la mañana a cantar en monasterios budistas, caminado con los peregrinos del Camino de Santiago, visitado las tumbas de los santos sufís de Kairouam. En más de dos décadas experimentando tales sitios y escribiendo sobre viajes de orientación espiritual he conocido las razones por las que las personas siguen viajando espiritualmente. Por Koncha Pinos-Pey para Espacio MIMIND.
Si te vas a Angkor Wat en Camboya o a la Mecca, te va a costar bastante un billete. Pero si piensas un poco, seguro que tienes un retiro espiritual natural de algún tipo cercano, sea una antigua abadía católica, un centro de meditación budista, un centro de conferencias con programas sobre yoga, un bosque.
La mayoría de las comunidades religiosas -si se lo pides con antelación- reciben con agrado a los visitantes. De hecho, muchas órdenes cristianas como los benedictinos creían que el viajero era “el Cristo” mismo. Algunos solo demandan una donación voluntaria, y otros te permitirán trabajar a cambio de alojamiento y comidas. En un momento en el que muchas personas no pueden permitirse las vacaciones típicas, un fin de semana de retiro espiritual puede estar al alcance de cualquiera y además es sostenible.
Los centros espirituales también son lugares energéticos. Muchos centros de retiro están situados en lugares bellísimos del planeta: como la Abadía de Montserrat en Barcelona, o la isla de Iona en la Costa de Escocia. En lugar de pasar unas vacaciones luchando contra la multitud y arrastrando maletas, puedes recargar las pilas permaneciendo en un refugio rural, donde el silencio solo es interrumpido por el viento o el suave tintineo del cencerro de una vaca.
Los lugares sagrados de la tierra siempre serán visitados. Sitios como La Meca, el Monte Sinai, BodhGaya, Roma, todavía dibujan legiones de peregrinos, pero también lugares tan insólitos como la Capilla de St. Paul, al frente mismo donde cayeron las Torres Gemelas en New York, o la tumba de Martin Luther King Jr., en Atlanta. A algunos viajeros les gustan crear su propio periplo espiritual viajando al lugar de donde vienen sus abuelos, o visitando aquella casa de la infancia.
Todos peregrinamos
Cada vez más jóvenes acuden a los lugares sagrados. Es curioso pero los estudiantes universitarios han cambiado los viajes exóticos y legendarios por lugares sagrados, así que muchos padres pueden considerar la posibilidad de enviar a sus jóvenes a la aventura espiritual.
Los países que tienen rentas altas y bajas, peregrinan por igual. La forma de viaje espiritual es en realidad una forma antigua de conocer y entrar en contacto con el otro, más allá de la clase social. La mayoría de las religiones reconocen el valor imprescindible de la peregrinación: los musulmanes que viajan a La Meca, los judíos a Jerusalén, los cristianos que viajaban a Roma, los budistas a los sitios asociados con la vida de Buddha.
Estos viajes espirituales son muy diferentes de los viajes ordinarios. En una época en la que es muy fácil subirse a un avión y que te ponga en cualquier parte del mundo, un peregrinaje lento espiritual es un recordatorio del elogio de la lentitud en compañía deliberada. ¿Tienes un problema que no sabes cómo resolver con tu pareja? Coge la mochila y camina. El objeto de ese viaje por lo general no solo es descansar o relajarte- aunque también puede suceder-, sino crecer interiormente. Puedes empezar con las preguntas: ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi propósito en la vida? ¿Que necesito saber? Y ya está bien…. Déjate entrar en el secreto de la peregrinación, porque si un viaje se emprende conscientemente y con el corazón, el buscador encuentra lo que busca.
Alce Negro, el gran jefe Sioux dijo: “Uno sabe que está listo para peregrinar porque los animales hablan. Es hora de volar porque los cuervos gritan, y ese mensaje no puede ser ignorado”. ¿Quizás es hora de que te vayas de peregrinación tú también?
Cuándo ir en peregrinación
Todas las culturas reconocen ciertos puntos de transición en nuestras vidas cuando estamos destinados a asistir a puertas o asuntos del espíritu. Los adolescentes que entran en la edad adulta, los adultos que entran en la madurez, los que van al final de sus vidas… todos están siempre listos para peregrinar. También los hay que han tenido un empujón fuerte en sus vidas, y peregrinan de mala gana: divorcios, pérdidas de trabajo. Todas estas experiencias sin exclusión pueden abrir nuestro corazón y nuestras almas a nuevas ideas que se encuentran en el seno del peregrinar.
¿Qué lugares son los que te llaman? ¿Qué sueño es el que quieres cumplir? ¿Qué propósito crees que aún tienes pendiente? Escucha profundamente el pequeño susurro que hay dentro de ti, y ese será el que te guiará a donde tienes que ir.
Al hacer tus planes, recuerda que una peregrinación no es una huida -como hacen muchos-, no hace falta recorrer grandes distancias. Una peregrinación es un viaje con propósito consciente, y el viaje se empieza en el comedor de tu casa. Aquellos peregrinos que entran en un estado liminal, trabajan psíquicamente con un fluir de su identidad en medio de miles de posibilidades. Ese umbral entre los mundos es un terreno sagrado, y tiene el propósito de honrar a la tierra con ritual, silencio y oración.
Leer y reflexionar antes de salir está bien, preparar tu mente y tu espíritu… Pero mientras vayas dando los primeros pasos, sé consciente de que cada momento es una incertidumbre. Practica la disciplina de la gratitud, busca la gracia de las pequeñas cosas que es capaz de brillar a través de una taza de café caliente.
Cuando regresas, tu retorno puede no ser fácil; tómate unos días de ajuste. El viaje puede haberte cambiado y los que te reciben ya no saben muy bien por dónde cogerte. Pero si el peregrino se toma su tiempo, puede encontrar la manera de compartir con los otros su sabiduría y conocimientos, su recién descubierta Tierra Incógnita.
Toda nuestra vida está destinada a ser una peregrinación, una búsqueda de lo divino en momentos ordinarios y extraordinarios. Vivir es ceder el control a la vida, confiar en el viaje. Joseph Campbell -el estudioso de los mitos antiguos- cuenta que una vez, tras una conferencia, una señora se acercó a contarle sobre su próxima peregrinación a Grecia. Había planeado hasta el último momento, incluyendo la hora en la que iba a visitar cada lugar. Al final, Campbell la tomó de la mano y le dijo: “Señora, espero sinceramente que su viaje no vaya como usted tiene previsto”.
Campbell, que era un maestro del viaje interno, sabía dejar espacio al vacío fértil y a la impermanencia del camino. Mientras que podamos planificar todos los detalles de nuestro viaje, estamos controlando. No sabemos qué compañeros nos encontraremos, qué peligros nos enfrentaremos, qué misterios nos aguardan. Debemos estar abiertos a la vida, incluso si eso significa que nos decepcionen, asusten o confundan personas.
Ir en peregrinación es ponernos en manos del Universo, confiando que el camino que tenemos que encontrar aparecerá ante nosotros.