La música, la danza y la interpretación, además de artes, son filosofías de vida, formas de comunicación y profesiones con singularidades muy especiales. Entre ellas destaca la conveniencia de una excelente condición física y mental. Escribe Chema Vílchez.
En cuanto a la parte física, los artistas necesitan gran precisión, destreza, fuerza y control de la energía para realizar toda su labor con la máxima relajación. Al mismo tiempo, el nivel de preparación mental es igualmente importante: la concentración, la memoria, el pensamiento intuitivo, la creatividad y la libertad interior son aspectos que condicionan, en gran medida, la forma y fondo del contenido artístico.
Dadas esas exigencias, con frecuencia surgen en la práctica diferentes dificultades: dolores musculares, contracturas, sobrecargas, tendinitis, distonía, bloqueos, miedo escénico, ansiedad, estrés, frustración, etc. Problemas donde lo mental y lo físico se retroalimentan de tal manera que, sólo trabajando globalmente podemos mejorar. Y es aquí donde el yoga se convierte en una herramienta de gran utilidad.
Como todos sabéis, el yoga es un sistema de vida milenario, una ciencia psicofísica cuyas técnicas han corroborado el recíproco condicionamiento cuerpo-mente, hasta el punto de poder afirmar que todo pensamiento, sentimiento y emoción se refleja en el cuerpo. Y al mismo tiempo, nuestras actitudes y estados anímicos también se ven influenciados por el equilibrio de nuestros sistemas corporales, de modo que la disfunción de algunos de ellos tiene fatales consecuencias en nuestro estado mental.
Cualquier problema emocional tiene una influencia mayúscula en el organismo, y en cambio, una mente más armónica contribuye a una mayor estabilidad en el funcionamiento del cuerpo y a su vez esta armonía física proporciona mayor flexibilidad, relajación, soltura, espontaneidad y fluidez, facilitando la creación e interpretación.
Descubrir cómo actúa en cada uno de nosotros la relación cuerpo-mente, ser conscientes de las múltiples y sutiles sensaciones, aprender a comunicarnos con nuestra corporeidad, conectar con nuestras emociones, romper con la mecanicidad, conocernos más y mejor a nosotros mismos, sin duda eliminarán muchos de los problemas que afectan a los profesionales de las artes escénicas y dará un sentido más pleno, profundo e intenso a su actividad.
Parte de estas dificultades tienen un transfondo psicológico fruto de patrones de pensamiento erróneos. Vamos a tratar alguno de estos aspectos.
Miedos
Uno de los principales problemas de los artistas se puede resumir en una palabra: tensión. Como señalamos al comienzo del artículo, se manifiesta de múltiples formas: bloqueos, cansancio, estrés, contracturas, distonía, tendinitis y otras graves lesiones. Pero, ¿de dónde nace esta tensión? A menudo es fruto de una mala postura, una práctica mal planteada con deficiente criterio ergonómico y postural, tema que trataremos en otros artículos. Pero, por lo general, la respuesta se encuentra en otro termino que acompaña a los seres humanos desde la noche de los tiempos, el miedo.
Miedo ¿a qué? A no ser considerado, a ser rechazado, a la soledad, a la incertidumbre laboral o económica, a no controlar la situación, a no responder a las propias expectativas o a las expectativas de los demás. Quizás miedo a sentirnos inferiores, limitados, a no ser capaces de….
Miedos puede haber muchos, algunos incluso nos ayudan a superarnos, pero todos tienen su base en el ego, ese sentimiento de «yo» como ente diferenciado de todo lo demás, el punto de fuga desde el que se expande toda nuestra existencia. Es desde este núcleo donde podemos corregir toda la problemática asociada al miedo y a la tensión, ya que su origen y solución se encuentran ahí.
Efectivamente, llegados a este punto es inevitable plantearnos un trabajo de crecimiento personal, de conocernos a nosotros mismos. Si desligamos el hecho de ser persona con el de nuestra actividad artística, tendremos serios problemas. Los temores del ego nos frenan, nos bloquean.
El ego fácilmente tiene miedo y se siente amenazado; teme ser menospreciado y criticado, teme no ser considerado, no ser lo suficientemente afirmado y aprobado. Ante todos esos miedos se protege de múltiples formas creando complejos (superioridad/ inferioridad), conflictos y variopintas personalidades: narcisistas, inseguras, vanidosas, arrogantes, desequilibradas y, generalmente, infelices. Fruto de ese acorazamiento surgen la rigidez y gran parte de los obstáculos.
Superar todo ello de forma eficaz, no poniendo un simple parche, es el resultado de una valiente y sincera búsqueda de uno mismo, un viaje hacia lo esencial donde van cayendo esas falsas capas que desenmascaran nuestro yo más auténtico enfrentándonos con todo tipo de trabas e interrogantes.
¿Por qué soy artista: músico, actor, bailarín?
Para un intérprete es esencial una serie de conocimientos, recursos, técnicas, etc. Pero desde el punto de vista del yoga es aún más importante conocer lo que hace posible esa forma de arte en ti, y es ahí donde nos adentramos en un terreno con frecuencia inexplorado e infinito.
Uno de los primeros pasos a dar es distanciarnos de nosotros mismos y desde una nueva perspectiva cuestionarnos, por qué nos dedicamos al arte, por qué tocamos un instrumento, qué nos llevó a la danza, o a la interpretación y si es lo que realmente deseamos hacer.
En no pocas ocasiones nos encontramos con personas viviendo una vida prestada, respondiendo a un patrón de pensamiento en el que el actor, bailarín o músico, dedica toda su vida a edificar una imagen idealizada de lo que cree el mundo espera de él. Vive con tanta intensidad la recreación de ese personaje vital, que olvida su identidad y se aliena en beneficio de una imagen. De este modo todos los pasos están marcados por metas, a menudo absurdos reflejos de lo que han conseguido aquellos a quienes admira, sin comprender que no hay dos caminos iguales. En estos casos es recurrente que toda acción esté determinada por una finalidad, de tal forma que si no se cumple esa meta el trabajo no tiene sentido. Es decir, se actúa condicionado por el objetivo, por si se alcanza el éxito y no por la satisfacción que produce el propio hecho de desarrollar la actividad. Curiosamente esta manera de proceder suele alejar cualquier logro, y si se consiguen los resultados es bajo un altísimo coste emocional y vital.
Cuando se vive de esta forma, toda actividad suele estar condicionada por un elevado nivel de tensión, ansiedad y estrés que indefectiblemente conlleva malestar e insatisfacción. Sin embargo nada hay más satisfactorio y produce mejores resultados que el aprender, practicar, componer, danzar, actuar, escribir, hacer música; en definitiva vivir, sin otro fin que el de hacerlo y de disfrutar con ello cada instante. Decía el gran cantautor Joan Baptista Humet «para el peregrino la meta es el camino».
También sucede que las personas vivimos tan exiliadas de nosotros mismos que sólo nos valoramos por los logros en el mundo exterior, por el desarrollo de ciertas habilidades, por la posición social. He actuado en…, he tocado con…, he ganado tanto…, soy el más… Todos ellos son adornos superficiales sin ningún valor y que a menudo se utilizan para esconder profundas carencias personales, suponiendo un elevado coste ya que pueden hacernos esclavos de por vida: un artista con cierto reconocimiento pero un ser humano amargado.
En los próximos artículos seguiremos profundizando en estas cuestiones y trabajando aspectos físicos y energéticos para hacer el mejor uso del principal instrumento de los profesionales de las artes escénicas, su propio cuerpo-mente.
Chema Vílchez es graduado con honores en el Musicians Institute de Los Angeles. Especialidades en armonía moderna, arreglos y composición, guitarra clásica, guitarra flamenca y eléctrica. Profesor de Yoga por la Fundación Sivananda y Yoga para la Paz.