Si Buda estuviera enseñando hoy en día, estaría enseñando y practicando una doctrina social. Enseñó que la posición en el mundo no tiene que ver con la casta, ni con el oficio, ni con el dinero que acumulases, sino con la responsabilidad que como individuo tienes sobre tus acciones. Por Koncha Pinós-Pey para Espacio MIMIND.
Cuando empecé mi interés por la política militante, vivíamos bajo una dictadura fascista en este país, y no era capaz de ver ningún tipo de interacción entre la meditación y el cambio social. Yo no practicaba la meditación entonces, y no me sentía nada cercana a la religión. El judaísmo, el Islam y el cristianismo tienen fuertes componentes de justicia social. Pero cuando era joven, mi interés era la política; yo era básicamente una persona secular.
Me empecé a interesar por el budismo porque me resonó “acabar con el sufrimiento” y “liberar la mente”. Recuerdo también la Guerra del Vietnam y Thich Nhat Hanh que estaba hablando de algo llamado “budismo socialmente comprometido”. Hay un autor norteamericano llamado Snynder que ha escrito sobre “el anarquismo del budismo”. En cierto sentido tiene razón, ya que el Buda habló de modelos de autoorganización, de democracia directa participativa, de negociación colectiva y de consenso en la toma de decisiones. El creó una comunidad que creció y creció y se convirtió a veces… en otra cosa. Pero al principio la Sangha budista -comunidad de practicantes- era profundamente democrática. Y no como órgano de representación, sino que cada persona tenía que asumir la responsabilidad del sí mismo y llegar a aceptar las decisiones colectivas como suyas propias.
Mindfulness ahora se aplica a muchos ámbitos: “la atención está puesta en todo”, tanto que a veces vemos cómo se utiliza con soldados… Puede parecer una extraña combinación, pero quizás no lo sea tanto. Todo el budismo es compromiso, porque los preceptos y enseñanzas son sobre todo acerca de cómo todos somos y estamos en relación con los otros y lo que nos rodea. Y eso es básicamente “estar comprometidos”, aceptar esa “interdependencia”.
Cuando Buda enseñaba hace más de 2.500 años, la realidad de la vida cotidiana de las personas estaba determinada por su clase social, por su tribu, por su geografía. Básicamente Buda enseñó a romper el “individualismo radical”. Enseñó que la posición en el mundo no tenía que ver con la casta, ni con el oficio, ni con el dinero que acumulases, sino con la responsabilidad que como individuo tenías sobre tus acciones.
Estructuras de sufrimiento
Si el budismo llega a Occidente como una práctica “individualista”, está netamente traicionando el espíritu del Buda. Si Buda estuviera enseñando hoy en día, estaría enseñando y practicando una doctrina social. Enseñando que hemos creado estructuras y sistemas que provocan sufrimiento y que el sufrimiento no es solo por el racismo, sexismo, pobreza o cualquier forma de opresión… Lo que nos pasa es que hemos creado “estructuras de sufrimiento”, y que tienen que ser abordadas. El budismo comprometido aborda directamente esa realidad entre la responsabilidad individual y la participación en la creación de los sistemas de sufrimiento.
La atención plena o mindfulness no es una nueva tecnología ni una técnica que se vende de nuevo para integrarse en el sistema. Mindfulness está llegando desde escuelas a prisiones, y es muy útil y bueno, pero hay otros contextos donde se está utilizando sin garantías. La atención plena debería abordar también el contexto en donde se enseña el mindfulness, si está ayudando a las personas a encontrar más felicidad y menos sufrimiento o se esta insertando y utilizando para justificar las cadenas de sufrimiento.
Cuando miramos con atención plena los sistemas que crean sufrimiento, hay que reconocer que el mundo en este momento está gobernado por corporaciones. Por multinacionales que quieren hacer de él “un lugar seguro”. Observarlo con atención y ecuanimidad es fundamental. Reconocer que este sistema no es sostenible, que las multinacionales forman parte de grandes sistemas de sufrimiento.
Cuando pienso en Buda, pienso en el Óctuple Noble Sendero, en sus preceptos éticos, que son sobre todo relacionales. Resumiéndolos podríamos decir: no vivir dañando a otros seres. Es un precepto muy grande, casi imposible, pero también es una poderosa motivación para no olvidarse: la meditación es la pieza básica del cambio social.