Filósofo y ensayista, especialista en filosofías y religiones orientales, su último libro es La medicina India. Según las Fuentes del Ayurveda (Kairós). «Lo que más me interesó del ayurveda fue el modo en que atiende por igual al cuerpo, a la mente y al espíritu». Entrevista de Koncha-Pinós Pey para Espacio MIMIND.
Juan Arnau es filósofo y ensayista, especialista en filosofías y religiones orientales. Hay sido profesor de la Universidad de Michigan y en la Universidad de Barcelona. Entre sus obras destacan: Fundamentos de la vida media, Leyenda de Buda, La palabra frente al vacío, Cosmologías de India, o Antropología del budismo, este último publicado por Editorial Kairos. La medicina India. Según las Fuentes del Ayurveda analiza la embriología, la relación de los sueños con la salud, la enajenación mental, la educación médica, la incidencia del comportamiento psíquico, ético y afectivo en el cuerpo y la contribución budista al conocimiento médico en la antigüedad
Cuando empiezo a respirar tu obra, uno tiene la sensación de estar frente a una persona que ha vivido mucho. Desde luego no has sido prisionero de costumbres; has sido marinero, has viajado por África y vivido en la India, estudiado astrofísica, sánscrito, lenguas y culturas orientales, enseñado cine y literatura. ¿Quien no arriesga no cambia? ¿Qué recuerdas del inicio?
En el inicio, al menos el que yo recuerdo, hubo un río y una voz. Esa voz me leía cuentos de Tagore junto a un arroyo de Albarracín. La voz era, cómo no, la de mi madre. Quizá ahí nació mi atracción por la India. No lo sé. ¿Quién puede saber dónde está el origen de nuestras inclinaciones? Según los budistas, sólo los despiertos pueden saberlo y a veces ni siquiera ellos.
Desde La palabra frente al vacío a la búsqueda del ser, ¿qué estas buscando en la filosofía? ¿Cuál es tu hipótesis?
Más que una hipótesis se trata más bien de una búsqueda. Lessing decía que si le ofrecieran en una mano la verdad y en la otra la búsqueda de esa misma verdad, elegiría esta última. La pregunta es tramposa, pues en sus presupuestos se halla su solución. La mano por la que opta Lessing es la mano que define de la condición humana. Hemos llegado a este mundo y, de las incontables tareas que hemos de acometer, hay una ineludible y a la vez fructífera: la búsqueda del conocimiento. Muchos son los que reivindican al nacer su derecho a la felicidad y eso supone un error de perspectiva. El único derecho inalienable del hombre es la búsqueda del conocimiento. Si con ello sobreviene la felicidad, mejor que mejor. Y no se crea que esa búsqueda ha de encontrarse exclusivamente en los libros. A lo largo de la historia hemos llegado a conocer numerosos sabios iletrados, que nunca escribieron una sola línea y que en cierto sentido rechazaron la cultura libresca. La tradición del ayurveda es un buen ejemplo de esta actitud. Aunque ha llegado a nosotros a través de extensas enciclopedias, el conocimiento médico en la antigüedad india fue obra de numerosos colectivos entre los cuales había yerberos, chamanes, vendedores de remedios, matronas y sanadores de templos, muchos de ellos iletrados, y no por ello peores médicos…
Filosofo, astrofísico, traductor, escritor, profesor… Me parece estar viendo la emanación de un yogui al estilo de Nagarjuna o Patanjali. ¿Qué querías ser cuando eras pequeño?
Primero futbolista, como muchos niños; mi ídolo era Kempes. Luego, quizá por los veranos pasados en la alta montaña, empezaron a interesarme las estrellas y me decidí por la astrofísica. Las respuestas que me encontré en la facultad, el retrato del universo que allí ofrecían, no me resultó atractivo. Hoy tengo la certeza de que aquel retrato es un retrato como otro cualquiera, con sus ventajas y sus inconvenientes, pero en absoluto más fehaciente que lo que podemos encontrar, por ejemplo, en las cosmologías de India, sobre todo en el samkhya y en el budismo, donde el universo es un mapa de la mente. Todas estas cuestiones empezaron a interesarme y conseguí una beca para estudiar en Benarés y aprender más. Viví un año en la India y eso transformó completamente mi orientación académica. De ahí pasé a México, donde aprendí sánscrito con una gran sabio y poeta, Rasik Vihari Joshi.
¿Cuál es tu práctica meditativa o yóguica si la tienes?
Digamos que mi forma favorita de meditar es pasear. Otros hacen asanas y hay quienes practican el llamado yoga ibérico, la siesta (risas). Hay muchas formas de hacerlo. Para mí la más útil es la práctica de la atención. Hay muchos momentos del día en que el discurso mental, las preocupaciones, las tareas y los deberes, nos roban el presente, el aquí y el ahora. En esos momentos me resulta útil detener la mente y contemplar algo, a ser posible un árbol o algún ser vivo. Hay ciertos objetos de la atención que no apaciguan la mente, sino que la activan (por ejemplo, cuando veo a mi hija Lucía), por eso resulta más conveniente algo de menos intensidad, un olivo o un chopo, a ser posible mecido por el viento.
He leído algunos de tus libros y recién acabado el ultimo, La Medicina India. Según las fuentes del Ayurveda, de Editorial Kairós. En tu obra no veo la mentalidad occidental dualista, ni tampoco la tendencia a disolver de oriente… ¿qué profunda fusión has hecho en este libro?
Mi mentalidad es muy budista. Muchos de los problemas de la filosofía occidental son, desde la perspectiva budista, falsos problemas, y esto supone un gran alivio. Pero no hay que creer que estas perspectivas son exclusivas de una región del mundo. En Europa encontramos también filósofos cuya propuesta se encuentra muy cerca de la propuesta budista (que es básicamente la de una cultura mental), como por ejemplo Berkeley, con el que estoy fascinado y al que le he dedicado un libro. Curiosamente, en la Universidad de Benarés, Berkeley tiene muchos lectores y es un filósofo muy popular, cuando aquí fue casi completamente olvidado y malentendido, debido, entre otros, a Kant.
La salud puede verse desde muy diversas perspectivas, pero ¿qué hace un filosofo reflexionando sobre la medicina india?
Bueno, digamos que lo que yo quería ofrecer era la visión del hombre desde la perspectiva de la medicina india. Una especie de antropología médica. Sin un modelo de hombre, sin un modelo de persona, no es posible definir y desarrollar las diferentes estrategias para su curación. Toda medicina presupone una antropología. Si de lo que se trata es de prolongar la vida, al coste que sea, las estrategias serán unas. Si de lo que se trata es de facilitar una salida digna y consciente, las estrategias serán bien diferentes. Lo que más me interesó del ayurveda fue el modo en que atiende por igual al cuerpo, a la mente y al espíritu, su preocupación con la armonía con el entorno, con la vida afectiva del paciente y su manera de adaptar los tratamientos a la constitución de cada persona, no sólo a la constitución física, sino también a la constitución psíquica.
Según los historiadores la ciencia nació en Europa, pero tú en tu libro afirmas que “es más bien un asunto local, y un asunto histórico”, ¿qué quieres decir con eso?
La historia de la ciencia nos ha enseñado que toda ciencia es local y, habiendo innumerables localizaciones y entornos culturales, plural. No hay una Ciencia mayúscula, unificada y coherente, sino distintos esfuerzos, políticos, sociales, tecnológicos, por ganar legimitidad, financiación y autoridad en las diferentes sociedades, incluida la nuestra, que puede englobarse en la categoría de las tecnológicas.
Si la enfermedad es consecuencia de los humores, ¿qué actitud debemos tener frente a la enfermedad? ¿una visión kármica o una visión secular?
¿Qué significa curar? El término “curación” cubre diferentes perspectivas e intereses relacionados con la incapacitación, el dolor, la integración social, el comportamiento afectivo y la autorrealización. La salud puede entenderse de muy diversas maneras, desde la perspectiva antropológica, desde la historia de las religiones, desde la sociología y desde la historia de la medicina (desde una perspectiva puramente clínica cabe preguntarse si efectivamente tiene algún sentido). En la mayoría de los casos, la curación en sentido amplio, se ocupará de reparar o enmendar una situación de ruptura, y el arte de curar supondrá un “rescate” de un estado de aflicción y aislamiento, ya se trate de una falta del pasado o de una infección. Creo que en el ayurveda conviven las dos posturas, aunque en esa época carecía de sentido la palabra “secular”.
¿Cuál es la contribución budista al conocimiento médico en la antigüedad?
En la India antigua el conocimiento médico no se desarrolló únicamente en círculos brahmánicos. Las escuelas mendicantes e itinerantes heterodoxas al brahmanismo, los vagabundos del drama, como se diría ahora, entre los que había budistas y jainistas, también hicieron su contribución. Estas gentes llevaban una vida más ética que sacramental y recorrían la India al menos desde la época de Buda, si no antes. Es muy probable que en estos círculos se iniciaran los primeros proyectos de acumulación y preservación del conocimiento médico. En el caso budista tenemos constancia de que se hizo, gracias a los códigos monásticos que se han preservado, uno de los estratos más antiguos de la literatura budista. En estas colecciones podemos encontrar estudios de casos y tratamientos que dan cuenta de diferentes dolencias psíquicas y corporales. El propio Buda era considerado el más sabio entre los doctores y la tradición budista jugaría un papel fundamental, y poco estudiado, en la transmisión del conocimiento médico a lo largo del periodo antiguo y medieval.
¿Por qué crees que existe tanto recelo por las medicinas alternativas?
En general, las investigaciones sobre la medicina en la antigua India se han visto distorsionadas por una serie de sesgos ideológicos. El primero de ellos podría denominarse la mistificación orientalista. Según esta perspectiva la medicina sánscrita, el ayurveda, constituye una sabiduría inmutable e impermeable a los cambios históricos, siendo en algunos casos el remedio medico-espiritual de todas las dolencias humanas. Esta perspectiva encuentra a menudo puntos de contacto con la segunda de las amenazas, el nacionalismo mitologizanteindio, que se recrea en una época dorada en la que todo el conocimiento fue establecido de una vez por todas y para el cual el momento presente no es sino un estado de decadencia y corrupción. En el extremo opuesto se encuentra la postura eurocéntrica, heredera de la mentalidad victoriana y colonial, y de cierta ilustración mal entendida, que veían estas tradiciones infectadas de magia y superstición. Frente a estas aproximaciones, la investigación académica reciente asume sin reticencias la historicidad y provincialidad de las categorías científicas, su vinculación a diferentes formas y lugares de producción, organización y distribución del conocimiento.
¿Cómo crees tú que circula el conocimiento en el Universo?
Bueno, aquí habría que distinguir entre el conocimiento público y el privado, entre el exotérico y el esotérico. En el primero intervienen numerosos agentes sociales, históricos y políticos, las instituciones, la financiación de determinadas líneas de investigación, la búsqueda de prestigio que facilitará esa financiación, la creación de intereses “públicos” (la ciencia es especialmente hábil en hacer creer que sus intereses son los intereses de una sociedad a cuyo estado está pidiendo financiación). Ese sería un tipo de circulación del conocimiento. Luego hay otro, más secreto, que va de boca en boca, o de mirada en mirada, que nos permite distinguir al sabio del engolado, que nos hace sentir que reconocimiento no es necesariamente conocimiento.
“El que no conoce una lengua extranjera, no conoce la suya propia”. ¿Es necesaria la diversidad para comprender?
La frase es de Goethe y es una gran verdad. Salir fuera de tu cárcel gramatical te permite ver esa misma cárcel y, en cierto sentido, reconciliarte con ella, hacerla casa. Lo mismo pasa con las culturas. Salir de tu propia cultura y asumir los presupuestos de otra (asunción que nunca es completa) permite tomar distancias respecto a ciertos problemas, la mayoría heredados, que acaban por disolverse. Esto tiene por supuesto sus riesgos, y no creo que sea muy saludable una ruptura radical, entre otras cosas porque no es posible.
¿Pero quién es el que comprende, si al final no tenemos una identidad real?
Quizás yo no sería tan radical. Tenemos una identidad que está por definir, transitiva, en marcha, y en ese sentido puede decirse que no es completamente real porque está por hacer. Pero sí tiene una naturaleza convencional, que permite que los demás nos sitúen en el mundo, nos reconozcan y valoren, que nos quieran, en definitiva, que es lo que buscamos la mayoría de los seres humanos. La comprensión de esta situación es crucial y en este sentido hay mucha confusión con lo que los budistas, en especial Nagajuna, quisieron decir con la palabra vacío (sunyata). Pero esto sería un tema para otra charla…
Gracias Juan por esta entrevista, por presentarnos este estudio riguroso sobre el arte de la curación y un modo alternativo de vida.