La historia de Yago, el perro que salvó su vida gracias a ser atropellado, vuelve de nuevo de la mano de Roberto Rodríguez Nogueira. Los que amamos a los animales (y a todas las manifestaciones de vida) le agradecemos este ejercicio de sensibilidad.
Para Pepo y sus amos, María y Tomás
Yago, el perro, un pitbull negro, es hijo de Pepo, el castrado bóxer canela y blanco.
Ya he contado como Yago salvó la vida del abandono, la infección, el hambre y el atropello porque apareció Tomás por allí buscando a su Pepo (ver Corazón de perro). Tomás trajo a María, María a Tamara, Tamara a la asociación Defaniva, con María y Laura, absolutamente esenciales. Ellas difusión, dinero y a Kobuki, el centro veterinario de Valladolid, en Parquesol, que recompuso al perro por medio de Silvia, Adolfo y sus colegas traumatólogos veterinarios. Todo en tres días.
Por eso un pitbull puro es hijo de un bóxer puro y castrado. Ishvara Pranidhana.
Ishvara Pranidhana. Rendición a a la divinidad. Devanar la madeja que dice Godfrey Devereux. Desenvolver las consecuencias hasta las causas, hasta La Causa. Sólo posible rindiéndose. Haciendo lo correcto. No me gusta citar a los clásicos, pero aquí Patanjali entra en la historia como guionista, y no seré yo quien lo quite.
Si devanamos la madeja, si nos rendimos a la danza de la realidad Pepo es el padre de Yago, y su muerte, porque Pepo apareció estrangulado accidentalmente con su collar, ha abierto la vida para Yago. Y entre la causa y la consecuencia, mucha gente dejándose llevar por la necesidad de hacer lo correcto, Dharma.
Causa, consecuencia, madeja o mejor, red. A través de las redes sociales, personas de corazón necesario vieron el estado en el que estaba Yago y siguen viendo cómo mejora. Han aportado dinero para su recuperación. Se han podido pagar los casi 700 euros de gastos veterinarios (mínimos porque Adolfo y Silvia han aportado su consulta, su experiencia y sus productos -medicinas, comida, juguetes- gratuitamente en este caso, como en tantos y tantos otros de perros rescatados que llevan atendidos). Hay personas que han aportado uno, dos, tres euros. Una familia hermana, dueña de otro perro rescatado, siempre cuidando todas sus relaciones, ha dado más de 200 euros. Cada persona se ha esforzado como ha podido para ayudar. Todas y cada una de las aportaciones han sido absolutamente necesarias.
Una red de amor para levantar a un perro. Y ya he escuchado los viejos, amargos argumentos. “Seguro que eso no se hace por una persona”. “Hay tantas personas que lo necesitan ahora”, “Hay que distinguir entre animales y personas”.
¿De verdad hay que distinguir? Creo que ese es el problema básico que nos ha conducido al momento más tenso de la historia humana. Creo que con tanto distingo entre “nosotros”, la humanidad, y “ellos”, tanto animales como plantas y minerales que vemos como “recursos” -el planeta entero-, la estamos fastidiando. Es tan simple como que sin “ellos” no hay “nosotros”.
Dejar morir el planeta
Si se deja agonizar hasta la muerte, a propósito, a un perro atropellado, famélico y enfermo en una cuneta o -privilegio legal- en una perrera de mierda. A un perro obediente, tranquilo, sumiso, inteligente y leal como ha mostrado ser este pitbull, se deja morir al planeta. Y en este caso, esto no ha pasado. No ha podido pasar. Muchas personas, uniéndose, han decidido que no iba a pasar.
Esas personas han aportado algo de ellos mismos para impedir que sucediese. Han dado algo que no está en los libros de texto, algo que no es necesario aprender para funcionar eficazmente en la disociada sociedad humana. Han dado algo íntimo, propio, necesario al planeta, han dado algo de su vida para que la vida siguiese fluyendo. Me queda claro que este planeta nos ha hecho para eso, no para romper el huevo y comernos a nuestra madre que es lo que planean las grandes compañías químicas que gobiernan las finanzas (petroleras, alimentarias, farmacéuticas, armas), sus títeres políticos y sus realizadores -de “hacer real”- (los medios de comunicación, la verdadera iglesia de las masas que cree en los telediarios).
Todo esto ha existido siempre. Antes de las multinacionales químicas y las finanzas. Hablo de lo incorrecto. Lo contrario de dharma. Lo contrario de Ishvara Pranidhana. Hablo del miedo que lleva a la ambición desmedida y al poder como huida hacia delante. A la competencia voraz y no a la colaboración. Por cierto, el patrón biológico esencial de la evolución no es la competencia voraz, es la colaboración entre especies: abeja-flor, de eso dependemos todos, desde la célula hasta el ecosistema planetario.
Lo incorrecto vive en el poder de hacer al temor y a la competencia voraz más real que al amor y la colaboración. El mal no está en el “otro bando”. No hay “otro bando”. No hay “malo”. Debemos ser lo mejor de nosotros mismos, cada uno, y no estar por debajo de nuestro potencial personal, animal, humano, divino.
La red espontánea de responsabilidades individuales que ha surgido en torno a Yago emerge de una necesidad real, animal, humana, de formar parte de las soluciones, del flujo espontáneo de la vida, y no de las obstrucciones a la misma. La necesidad humana de hacer aquello que es correcto hacer: cuidar, servir, proteger, amar. Porque podemos.
Siempre nos maravilla la vieja historia del mito de la fundación de Roma. La Loba Capitolina, Rómulo y Remo. El mito del hombre amamantado por la loba… Y nos maravilla porque vemos lo más humano en alguien no humano. Nos hemos disfrazado a nosotros mismos tras el mito. La Loba es la excepción. La Regla es que somos nosotros quienes hemos amamantado y cuidado todo tipo de animales y los convertimos en nuestros colaboradores. No hay humanidad sin el perro, el gato, el caballo, la vaca, la oveja, la gallina. No hay humanidad sin el guisante, el trigo, el maíz, la patata. Sin la piedra. Nosotros somos el mito que la loba nos recuerda. Somos la loba capitolina cuidando, sirviendo, protegiendo. Amando. Veámonos como somos. Somos “ellos”. Compartimos espíritu. No puede ser de otra forma. Si los seguimos explotando, explotamos nosotros mismos. Lo dice Gandhi: “El grado de evolución de una sociedad queda reflejado por el trato a sus animales”, y seguro que pensaba “a sus plantas y a sus minerales”.
Animales, plantas, minerales, humanos, sol, luna, planetas, estrellas. Relaciones.
“Gracias por todas mis relaciones”. La oración lakota me acompaña desde hace más de 20 años y sigue siendo mi mantra constante.
Gracias a todos los que habéis aportado amor como tiempo, ofrecimiento de casa de acogida, ayuda de todo tipo, contactos, difusión, dinero. Gracias a los que leéis y os emocionáis. Que la emoción de poder hacer lo correcto ayude a discernir a nuestro corazón hacia dónde debemos empujar con nuestros brazos.
Nunca fuimos expulsados del paraíso. Cuando somos de verdad nosotros, servidores de la Belleza, somos el paraíso. El paraíso es Todas tus Relaciones.
(Adjuntamos el siguiente vídeo por ser muy oportuno para tomar conciencia de lo expuesto).
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=1PNMvCxxk2k[/youtube]
Quién es
Roberto Rodríguez Nogueira es profesor de yoga, blogger y escritor.