Tapas hace referencia al fuego que surge del horno alquímico de una práctica intensa. Si la práctica se establece sólida, movilizaremos la suficiente energía para quemar todas las impurezas que nos impiden conectar con la parte sutil de nuestro ser. En cierta medida tapas es disciplina, austeridad, porque sin la supresión de lo superfluo y anecdótico no podemos establecer una verdadera disciplina. Escribe Julián Peragón Arjuna.
El problema con la disciplina es que la hemos interiorizado como deber, aquello que “hay que hacer” para seguir un camino determinado. Pero está claro que una disciplina que se instala de fuera a dentro no tiene mucho alcance. Pasa lo mismo con la música; si no hay pasión, la disciplina, si la hay, sólo puede llevar a un virtuosismo. Es interesante introducir un nuevo matiz, interpretar tapas como el apasionamiento que nos ayuda a fijar una disciplina estable. Está claro que ese apasionamiento tendrá que estar apoyado por la voluntad, esa cualidad que tan mala prensa tiene hoy en día.
La voluntad es un estado de firmeza del alma que permite no ser zarandeado por los caprichos del sentir, por la indulgencia del carácter, en definitiva, por la aleatoriedad de las circunstancias. Persistir es necesario para subir una cumbre o sacar agua excavando un pozo. No digo que la vida haya que llevarla a golpe de voluntad, pero hay momentos de firmeza que hay que sostener y otros de abandono que hay que permitir. En un río hay que saber cuándo tienes que nadar y cuando dejarte flotar.
Es cierto que la voluntad depende enteramente del esfuerzo personal y del cultivo de una constancia. Ahora bien, ¿cómo se logra la pasión? ¿Cómo haces para que te apasione el yoga o te enamore la música? Todos sabemos que la pasión viene o no viene, y que cuando viene no sabemos cuándo se irá. No depende de nosotros, o al menos, no de forma absoluta. Es curioso esta relación entre voluntad y pasión. Un exceso de voluntad podría asfixiar la pasión, y una pasión desbocada ser difícilmente manejable. Debería de haber una buena danza entre aspectos masculinos y femeninos de nuestra psique. La voluntad sirve para dar ese empujoncito diario que nos permite ponernos a practicar, o a hacer lo que sea. Pero una vez la hoguera ha prendido, ya no hace falta avivar más el fuego.
La fuerza de la curiosidad
Pero decíamos que la pasión no la podíamos programar, es cosas de dioses. Sin embargo, sí podemos crear las condiciones para que se dé con más facilidad. Si el niño no tuviera curiosidad no saldría de las faldas de su madre. Cuando el misterio gana el pulso a la seguridad, el niño baja al sótano oscuro o sube al desván peligroso y abre el baúl de los tesoros perdidos. Podríamos decir que es la fuerza de la curiosidad la que mueve la ciencia para desvelar los secretos del universo.
Creo que el punto de partida honesto en la práctica es comprender que somos potencialidad, en realidad formamos parte de un proyecto vital individual y colectivo. Por decirlo con otras palabras, estamos en plena evolución. Si nuestro punto de partida es esa semilla que aspira a realizarse, tapas es, de entrada, esa curiosidad por ver en qué se transformará dicha semilla. Pero como sabe el jardinero, esa flor necesita tierra fértil, agua periódica, sol y aire. Este sol y aquella lluvia es lo que aportamos en nuestra práctica de yoga. Tenemos seres liberados en el pasado que nos recuerdan la realización que está esperando de forma potencial en nosotros.
Para que nuestra práctica tenga éxito, nos dice Patañjali, ésta tiene que ser permanente, presente en nuestra cotidianidad. No podemos practicar de vez en cuando, o sólo cuando arrecien las ganas, o cuando nos sintamos en un estado especial. La práctica es una disciplina que exige “esfuerzo” porque la naturaleza de la mente es inestable y tiende a la dispersión. Esta práctica continuada y sin interrupción tiene que tener muy presente que hay dos enemigos: uno externo que conforma nuestra vida cotidiana en un mundo complejo repleto de limitaciones; y otro interno que lo conforman nuestras propias inercias, rutinas y apegos. Por supuestos ambos, se retroalimentan, se imbrican, se recrean uno al otro. Una falta de perspectiva nos hace empezar una práctica con mucho entusiasmo queriendo obtener resultados rápidos pero sin contar que estos dos enemigos están al acecho.
Práctica sólida
Pero no basta con practicar cada día; la práctica tiene que ser sólida, tiene que tener fundamento, raíz. Ya que el mundo nos lleva hacia una fragmentación de nuestro ser, a una división entre cuerpo y mente, el objetivo primario de la práctica es hacer de contrapunto a ese laberinto externo y generar un centro interno. Generar un espacio de calma y unificación a través de una práctica con movimiento lento que antecede a la quietud, con sensibilidad que prepara la presencia, y con escucha para acercarnos al silencio interno.
No es lugar aquí para hablar de todos los matices de la práctica de yoga. Meramente rescatar la importancia en el yoga de la ascesis mediante la cual el cuerpo se purifica en profundidad. El ascetismo intenta producir en el cuerpo lo que en la mente es ecuanimidad y en las emociones es desapego: un estado de reducción de los impulsos naturales y del apego al placer. Como bien sabemos cuerpo y mente son solidarios.
Eliminar tensiones corporales mediante ejercicios intensos, sacar toxinas de nuestro organismo a través de la práctica del ayuno, descondicionar la mente con la meditación nos van a dejar, si cabe, más cerca de nuestra esencia.
Quién es
Julián Peragón, Arjuna, formador de profesores, dirije la escuela Yoga Síntesis en Barcelona