“Háblame más alto, porque lo que eres me impide escuchar lo que dices”. Esta frase resume la idea de que somos un espejo en el que a diario nos vemos reflejados en los demás. La práctica del Yoga nos ayuda a pulirlo. Escribe Emilio J. Gómez.
Una sadhana -camino espiritual- que se precie de llamarse así no puede basarse tan solo en realizar una práctica de Yoga, estudiar textos o visitar a maestros. Ha de ser también una práctica que tenga utilidad en la vida cotidiana, que es donde se pasa el verdadero examen sobre si nuestro trabajo interno se está realizando del modo correcto o no.
La práctica ha de tener consecuencias reales en el día a día, con la familia, los amigos, el trabajo, etc. ¿Cómo saber que se está en el camino correcto? Esta viene a ser una pregunta recurrente. Sin embargo, la respuesta no puede ser otra: sabes que estás en el camino adecuado porque los demás cambian.
Ahora bien, ¿cambian los demás porque se practique Yoga o meditación? Desde luego que no, porque quien cambia es uno mismo. El fruto del cambio interior es inevitable comprobarlo en el mundo exterior a través de las relaciones con los demás. La ley del espejo es inexorable: los otros son siempre un reflejo nuestro; conforme seamos nosotros, así serán los demás.
Cabe la posibilidad de que a lo largo de la vida podamos encontrar alguna que otra persona que sea un sinvergüenza, pero si todas las personas con que nos encontramos tienen ese rasgo de comportamiento, es casi seguro que habrá que comprobar nuestro ego, carácter y personalidad con un rasero de honestidad muy ajustado.
Yoga, camino de transformación
La práctica del Yoga transforma a las personas, hace aflorar lo mejor de cada uno y ser una luz para los demás. Esto último no es una pretensión, simplemente sucede. Se entra en el mundo del Yoga para cubrir la necesidad de variedad o por simple curiosidad. También puede ser para sentirse mejor, aliviar alguna dolencia o enfermedad, combatir el estrés… y, ¡oh, sorpresa!, pues lo que acaba sucediendo es que termina uno por encontrarse a sí mismo.
No encuentra un nuevo sistema de creencias basado en deidades –que también puede ocurrir, si así se desea–, sino que se acaba conectando con la fuente original y primigenia. Se comenzó a practicar con la intención de mejorar algunos aspectos de la vida y llegar a ser mejor persona, y se acaba por descubrir que la persona que creía ser no es real, y lo que en verdad ya se es, no es posible mejorarlo.
Así pues, la propuesta de estas líneas es bien sencilla: continuar nuestra práctica con discreción y, de este modo, pulir sin cesar la gema de la comprensión, lo cual permitirá limpiar el espejo en el que a diario nos vemos reflejados en los demás. A fin de cuentas, es inevitable que nuestros actos hablen de nosotros mismos más y mejor que nuestras palabras.
Cambiar el mundo
Los yoguis no pretenden cambiar el mundo, pues han comprendido que tal y como es ya es perfecto. El Yoga tan solo busca una cosa: el despertar de la consciencia, conocer por vía de la experiencia directa qué se es. Quizás, con tal conocimiento sobrevengan cambios, quizás no. No es posible saberlo con antelación.
El camino, sadhana, que es el Yoga –sea cual sea la rama elegida para su práctica– termina por convertirse en un reto a la par que en una profunda y magna aventura. Se trata de la aventura de la vida, y lejos de apartarnos de ella nos invita a vivirla con total plenitud.
Quién es
Emilio J. Gómez, profesor de yoga de la escuela de yoga Silencio Interior.
info@silenciointerior.net
PD. Desconocemos el nombre del autor de la cita del principio. Si alguien sabe de quién es, por favor que remita la información a: info@yogaenred.com Así mismo, si deseas realizar algún comentario sobre el presente artículo u otros publicados, puedes hacerlo a la misma dirección. Gracias por tu atención.