En palabras de Edward Clark (Cirque du soleil de un solo hombre, fundador de los estremecedores Tripsichore): “La aportación esencial de esta generación de yoguis es el vinyasa”. Escribe Roberto Rodríguez Nogueira.
En palabras de Galileo: “Eppur si muove”: la tierra no es una posición fija en el tiempo y en el espacio. En palabras aproximadas de alguien que no recuerdo (¿Oscar Wilde?): “El mejor lugar es mortal si permaneces en él el tiempo suficiente”.
En yoga físico, vinyasa es la integración sensata de respiración y movimiento que construye y disuelve posturas en un flujo que puede, o no, detenerse (más bien sostenerse) en algunos momentos. “Coreografía” puede ser un excelente sinónimo.
Vinyasa, Pattabhi Jois, T. Krishnamacharya, Ashtanga vinyasa yoga. Nombres inmensos, inseparables, que te invito a estudiar en profundidad si no los conoces. Si aquí me pongo con ello no paso a lo que quiero pasar, pero no puede hablarse de vinyasa sin decir Ashtanga. ¿Había vinyasa antes del Ashtanga? Por supuesto. ¿En Occidente también? Por supuesto, pero el Ashtanga Vinyasa es un sistema tan profundo a todos los niveles, tan exquisitamente refinado, tan visualmente impactante, que impulsó una revolución similar a la que, con la biomecánica yóguica exhaustiva, provocó B.K.S. Iyengar desde mediados del s. XX. Poca gente aprende hoy una sola postura clásica, una sola respiración en la que Iyengar no haya estado antes días, meses enteros y no haya exprimido y explicado hasta el límite. Y cualquier vinyasa que aprendas estará empapado por los conceptos que Ashtanga desarrolla: respiración, mirada, control interno, corrección técnica, calor y un orden necesario.
No se deben mezclar exhaustivamente Iyengar y Ashtanga porque el resultado es la creación de un sistema cruel, intolerable y físicamente destructivo para la mayoría. Pero las generaciones siguientes estamos mezclado las cosas de otra forma. Espero que no quede nadie practicando “Ashtangar” como dice el formidable David Swenson: las series de Ashtanga con el alineamiento de Iyengar. Eso hace pupa.
Ser mujer (si eres hombre) duele
Sí que podemos desarrollar vinyasas con un alineamiento refinadísimo que faciliten que el alumno occidental (distinto del oriental de la tradición: flexible y ligero niño indio de 12 años al que mantener célibe ocupando sus manos y su manas (mente) en actividades alternativas) disponga de una práctica segura, desafiante, intelectualmente brillante, estéticamente bella, fisiológicamente purificadora, físicamente tonificante… Un entrenamiento que despierte la sensibilidad más profunda y la calma. Hay todo un libro por escribir sobre el alumno occidental de Yoga, que es mujer o va a serlo.
Pongo un punto y aparte porque la frase anterior me ha quedado de antología. Incluso voy a poner otro.
Y es que es cierto. Ved a Meghan Currie en cualquiera de sus maravillosos vídeos de vinyasa yoga. Si eres hombre e intentas imitarla vas a descubrir que ser mujer (si eres un hombre) duele. Los hombres tenemos una resistencia muscular mayor, lo que pone en mayor peligro nuestras articulaciones en manipulaciones radicales. Levantar pesas a lo bruto no duele a las pesas, pero tirar del dedo gordo del pie hasta levantar la pierna, recta, hasta la altura de los ojos… si se hace a lo bruto puede dañar cualquier cosa a lo largo y ancho de todo el cuerpo. A las chicas también, pero pudiendo ejercer menor presión sobre las articulaciones y teniendo que vencer menor resistencia, y teniendo (generalmente) más flexibilidad y menos necesidad de ser el hombre más fuerte de la clase, arriesgan menos… normalmente… (pese a lo que muchas crean, la burrería no es un privilegio masculino).
Decía mi secretaria Gertrudis Soldevilla en un artículo anterior: “Tiren de los huevos hasta ser como flores”. Creo que es la mejor manera de explicar a un hombre el control interno del cuerpo, y la actitud mental y emocional adecuada mientras practica vinyasa yoga. Hace años leí -Gertru también, sospecho- un artículo de Richard Freeman que lo apuntaba en su estilo poético y preciso, aunque al traducir la idea principal al español pierde ambas cosas: “No agarres el capullo con el puño cerrado” (como traductor de imágenes sublimes doy asco, salvo a Gorka, de otro artículo). Se refería a que nadie agarra una tierna flor por la corola sino por el tallo, y con suavidad. No debe imprimirse presión excesiva en los puntos móviles del cuerpo porque el alineamiento liberador pasa a ser exactamente lo contrario.
“Lo que no se ve es más importante que lo que se ve” (David Williams, “the first one original westerner ashtanga yogui”, en español, el puto amo). El vinyasa empieza antes, o mejor, dentro, de lo que ves en el vídeo o a tu profesor, y jamás es agresivo. Vinyasa, más que ir hacia, es más “ir desde dentro hacia dentro”. Aunque se vea movimiento en el espacio. Sensibilidad. Sensibilidad. Sensibilidad. Luego sensibilidad, después técnica precisa y preciosa. Y por supuesto sensible.
Conclusión: el vinyasa es el arte femenino de “fluir con la gracia”, como apunta John Friend, otro de mis héroes, al desarrollar el exquisito Anusara Yoga. Y la Gracia, como su nombre indica, es lo contrario de aburrirse.
En breve mostraremos un vinyasa simple muy conocido y utilizado en el que se verán estas ideas en acción. Gertrudis me ayudará con su refinada sensibilidad a aclarar las cosas dando el punto femenino exacto.
Quién es
Roberto Rodríguez Nogueira es profesor de yoga, blogger y escritor.
http://yogavalladolid.neositios.com/